[Alphonse] Sinceridad ante todo

Miró intensamente la botellita medio vacía en su poder rebuscando en sus ideas más obscuras para hallarle un buen propósito a su contenido. Nada. No se le ocurría ninguna jodida maldita cosa en la que pudiera usar el veritaserum porque la verdad es que ninguna persona en el Castillo le interesaba lo suficiente como para interrogar hasta el cansancio. ¿Y cómo es que él había conseguido una poción como esa? Pues, nada. Así eran los negocios, y una apuesta por 20 galeones no era nada despreciable, a pesar de que casi había perecido en el intento de hurtarla de entre el cuchitril de armario que tenía el Profesor C.J (aka Joao) y reponerla con un frasco con agua para que no echara en falta el recipiente menos. Y de verdad que ni se habría apurado por el mentado cochinero ese de haber conseguido la remuneración prometida.

Pero como sólo habían logrado juntar 10 míseros galeones (no creyeron que lo lograría, ilusos), tomó la parte que le correspondía como honrado trabajador y había dejado tras de sí a una horda de Gryffindor temiendo por sea lo que sea que se le ocurriera hacer con tremenda arma en su poder.

Claramente, aún no tenía un chispazo de brillantez que justificara el drama. Pero pronto.

Jugueteó con la botellita. Tal vez podrí vendérsela a alguien… o… oh. Podría dársela a Yuhanna.

Una sonrisa maligna brotó de sus labios. El plan perfecto. Podría preguntarle cosas estando justo frente al sujeto aquel que le traía babeando desde sabrá Circe cuantos años y de paso guardar una buena ración para una situación que de verdad valiera la pena.

Satisfecho con su resolución, lo primero que hizo fue dirigirse al Gran Comedor, derechito hacia la mesa de Slytherin. El objetivo principal era encontrar a Assim, pero si se topaba con Yuhanna no dudaría en atacarle antes de que le llegaran los chismes de que tenía suficientemente veritaserum para hacer estallar una guerra en Hogwarts.

Y como, efectivamente, ahí estaba, se acercó al primer vaso que encontró y vació unas cuantas gotas con la suficiente habilidad para pasar desapercibido. Miró de reojo y de pronto el maldito había desaparecido. Y el vaso también.

―¡Ey!, no tomes… ―Se quedó quieto, no creyendo que su suerte fuera tanta.―…eso…

Era Al. El bastardo de Al era el que se estaba tomando el jugo adulterado

Alphonse tenía el día planeado. Quería pasar el resto del día practicando un poco sus hechizos, especialmente en lo que más batallaba y luego se le viviría en el invernadero, su lugar favorito del castillo. Claro que primero debía sobrevivir el día de clases y a sus estúpidos compañeros.

Supuestamente, los de Slytherin tenían cierta lealtad a los de su propia casa. Él debías ser la excepción a la regla porque a la mitad de sus compañeros de casa los odiaba por imbéciles.

Estaba ahora, ahí, ignorando a la mitad de las voces de sus compañeros mientras trataba de tener una comida tranquila y pacífica antes de ir a clases. Había estado haciendo esto los últimos tres años, y seguiría haciéndolo hasta graduarse. Tomó su vaso de jugo de calabaza y le dio un sorbo, casi se atraganta con el jugo ante el estrepitoso grito.

Tosió contra su mano, tratando de pasar el escozor en su garganta. Le ardía horrible. Volteó la vista en dirección del grito y frunció el ceño casi por reflejo. Ahí estaba, el tipo que más odiaba. El imbécil de Yahan.

Volteó varias veces a su vaso y a la cara de Yahan. Le observó con desconfianza—, ¿Qué le pusiste? —seguro era una de sus bromas ridículas. Aun que por lo visto no había sido planeada para él. Pero eso no volvía el caso menos preocupante. El bastardo había puesto algo en su jugo y seguro nada, pero nada bueno podía salir de eso.

Le miró con irritación como si él hubiese sido el responsable por el fracaso de su magnífico plan (teóricamente, así había sido) y chasqueó la lengua. Ni siquiera su casi muerte atragantado por jugo de calabaza había sido lo suficientemente graciosa como para pasar por alto el hecho de que el zoquete le había arruinado la diversión.

―Por desgracia, nada que sea doloroso o letal. ―Refunfuñó, empujando no tan levemente a un sujeto de por ahí para hacerse espacio en la banca, justo al lado de Al. La verdad es que nunca había visto los efectos de la poción en persona y a pesar de que el sujeto en cuestión le importaba un pimiento, la curiosidad era demasiada como para dejarlo pasar. ―no te tengo fe, pero quizá y hasta resulte interesante. Cuento contigo.

Sonrió maliciosamente, entregándose a lo que sea que le deparara las siguientes horas luego de su, digamos, percance. El veritaserum pondría en tela de juicio la desabrida y cuadrada personalidad de Alphonse. Con algo de suerte y hasta conseguía algo interesante (mucha, mucha suerte…).

―Qué falta de confianza―Pica costado, bien dispuesto a ser más fastidioso de lo usual. ―Juro solemnemente que no te va a pasar nada malo. Quizá. Dependerá mucho de qué digas y a quienes.

Ojalá resultara que Al fuese un tipo con pensamientos súper intransigentes y se ganara uno que otro problema para que valiera la pena.