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Kinktober 2018

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 por Alex Sáb Oct 06, 2018 11:43 pm

Día 6: Hair Pulling:
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 por Assim Al Saud Lun Oct 15, 2018 5:41 pm

Día 2: sobreestimulación



El punto había perdido validez desde el minuto en que Tae había decidido que usaría ropa interior deportiva. Una vez más, demostraba un potente valor para derrochar cualquier clase de fantasía que pudiese formular.

Alex podía sentirse satisfecho consigo mismo. El honor estaba intacto, tanto como sus bóxer. Las ropas seguían en sus lugares correspondientes y todo era incómodo entre los dos. No serían ellos mismos si marchara todo bien.

Tae, más interesada en el decorado de su habitación, parecía haber postergado el berrinche inicial. Luego de fulminarlo con la mirada y cruzarse de brazos sobre el edredón por quien sabe cuántos minutos, por fin, se dignaba a realizar algún movimiento que no fuese en su contra.

—Esto es absurdo—no podía estar más de acuerdo, sin embargo, Alex optó por guardar silencio. Era una jugada tramposa, por lo que su neutralidad lo mantuvo a salvo. Tae esperaba reavivar la pataleta con una negación o aceptación de su parte. La chica chasqueó la lengua al no obtener la respuesta que esperaba. Tendría que empezar a ser más creativa.

Ante la falta mutua de interés Tae terminó recostada sobre la cama mirando el techo. Alex se quedó a su lado, una risa suave hizo el ambiente más ameno. Había sido una idea desastrosa y el resultado era prueba de ello.

—Pareces muy cómoda—inquirió risueño. Tae azotó una almohada contra su rostro, negando bruscamente algo que era tan obvio. Admitirlo por su propia cuenta era una cosa, pero que otro se lo dijera le subía los colores y le calentaba las orejas.

Un inconfundible gruñido le hizo suponer a Alex que había tocado el interruptor indebido. Medio giró su rostro con la intención de disculparse. Una pena que la disculpa quedase en las ganas por estar siendo víctima de un beso lánguido que culminó cuando hizo falta el oxígeno.

Se observaron con horror y gritaron al unísono. Por razones completamente diferentes y con el pánico como único factor común.

—No puedo hacerlo—

—¿Vas a rendirte y no lo intentarás?—Alex no supo si aquel descaro provenía tras haber sido violentado por unos dientes salvajes o fijo porque a pesar de que el beso fuese terrible había conseguido despertar algo en él que tenía una localización segura en su bajo vientre.

—¡Uuuugg!—quejó Tae, escondiendo el rostro sobre una almohada. Un golpe directo al orgullo y otro más a la deuda contraída. Durante la madrugada la conversación había surgido así sin más. Experimentar con un ojete conocido a que con un ojete por conocer. A plena luz del día las ideas cobraban otro peso, pero tampoco es como si hubiese dado luces de algún arrepentimiento. Aun bajo su propia presión, no mostraba ningún ánimo de retroceder— ¡No seas ridículo!—respirando todo cuanto le fue posible, Tae dejó de subestimarse y se montó sobre él.

Mierda.

—…O lo dejamos aquí— murmuró tenso, con las manos de la chica aferrándose a sus hombros. Alex se imaginó de muchas formas posibles y en cada una de ellas era irremediablemente ahorcado por Tae. No quería que su primer intento de mantener una pseudo relación sexual acabase en homicidio ¡aún quedaba tanto por hacer!

—¡Quédate quieto!—el aludido bufó y replicó con un “puta la wea” que fue incomprensible para Tae. La gente lo hacía parecer tan fácil. Su dilema mental recaía en la ignorancia. La adicción a las vergas que tenían sus fuentes más confiables no eran de ninguna ayuda y claramente internet ofrecía de todo, menos lo que necesitaba.

No quería conmover al otro, pero se acercaba. En el fondo Tae era inocente y excesivamente torpe, sus habilidades estaban ubicadas en otras áreas tan a tope que olvidaba todo lo demás. Sostenía su rostro (gracias a Dios, ya no era su cuello ni sus hombros) y presionaba sus labios sin ninguna otra iniciativa. Tuvo que ser él quien se otorgó la libertad de ser, para variar, para dominar un choque de rostros al que por fin le dio forma de beso. Se le hizo sencillo marcar el ritmo a pesar de estar escuchando el redoble de tambores del infierno que se oían en las películas de terror y no el coro de los ángeles como había supuesto que sería.

No tardó en dejar su tacto tibio en la espalda de la chica y aunque su semblante no se turbó, sus mejillas si cargaban un colorete rojizo imposible de ocultar. Ella misma guío sus manos, colocándolas con firmeza sobre sus glúteos. El mensaje fue fuerte y claro. Tae ahogó un gemido en lo que se devoraba la boca contraria ya menos parca que antes y mucho más confiada. Había comenzado a notar una dureza bajo su cuerpo que consiguió que incrementara el vaivén de sus caderas. Vaivén que no se percató que hacía hasta ese momento.

La ropa que no molestaba minutos atrás ya se hacía irritante. Alex comenzaba a tener una fastidiosa sensación de dolor en la entrepierna, sintiéndose atrapado en su propia prenda. Los movimientos sobre su miembro ya erecto eran cada vez más rápidos y Tae no le daba tiempo ni de procesar. Restregaba ambas zonas ya húmedas sin contemplaciones, mordiéndole los labios, intentando esconder gemidos placenteros que aumentaban el calor de ambos cuerpos.

Los movimientos dejaron de ser inconsistentes, encontraron un ritmo en común. Pero no dejaban de ser inexpertos. Alex ni siquiera consiguió quitar el brasier deportivo para saber cómo se sentirían unos pechos reales contra sus manos cuando su respiración entrecortada dio un abrupto final.

—Te corriste—soltó Tae, sin vaselina. Disfrutando de haber conseguido algo. Alex ladeó el rostro, tragando saliva.

—Eso parece…—

—¡Yo también! Creo…—su respiración seguía agitada, por la agresividad de los movimientos y también por la ansiedad. No parecía decepcionada y eso lo tranquilizó. No habría soportado escuchar alguna queja, aunque Tae se quejaba bastante y estaba medio acostumbrado a ello— pensé que gritarías como las tortugas de tierra—aportó innecesariamente.

—Te dije que era más silencioso.

Y ella no era para nada como un robot. Finalmente no hubo desperdicio alguno, excepto en los condones que no utilizaron. Ese era un nivel que no estaba seguro de querer desbloquear.
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 por Maru Lun Oct 15, 2018 8:42 pm

No tenía idea de cómo había llegado a esa situación. Lo único que recuerda que es que tenía muchas ganas de salir esa noche, después de tanto estrés del trabajo y las clases necesitaba despejarse, así que lo hizo.

Aún no conocía mucho de la ciudad y le dijo a Agus para visitar algún buen sitio. Terminaron yendo a un pub que no estaba mal. De hecho, las bebidas eran exquisitas y tal fue eso lo que lo llevó después a como estaba ahora. Se había puesto contento, muy contento, y se puso a bailar con Agus hasta que sin querer lo perdió de vista, aunque no le molestó realmente. Para cuando se quiso dar cuenta, había alguien detrás suyo siguiendo sus movimientos y pegándolo contra su cuerpo en los momentos en que la música se ponía aún más buena. Bailó tanto que terminó agitado y cuando se dio la vuelta para decirle a esa persona que iría a buscar algo para tomar lo único que pudo sentir fue su boca pegada a la suya.

No lo pensó realmente, esa noche no quería hacerlo al menos, así que correspondió con vehemencia. Sabía a cigarrillos y wisky, no debía ser tan diferente de él, aunque no haya fumado aún.  Se dejó llevar por él y de nuevo empezar a bailar sin despegarse demasiado, de pronto ya no sólo lo pegaba a su cuerpo, comenzó con su cintura y descendió hasta colarse debajo de su camiseta, él enroscó sus brazos por su cuello, notando que eran casi de la misma estatura. Abrió los ojos y los hizo separarse un poco, necesitaba conocer el rostro de quién estaba besando esa noche, pero sinceramente Nath sabía que se olvidaría de él luego de que el efecto del alcohol desapareciera. Él volvió a arrastrarlo hasta su boca, pero esta vez fue más caliente, si era el ambiente o ellos, no le importó, así que buscó su celular y le envió un mensaje a Agus diciéndole que él había encontrado algo que hacer y que se iría primero.

Lo llevó a su nuevo hogar, pero todo eso sabiendo que Zezé realmente no estaría ahí. ¿Tal vez se sentía solo y por eso sintió la necesidad de salir? No lo sabía, a lo mejor habría encontrado otra excusa estando él ahí. Con algo de torpeza metió las llaves, lo hizo entrar y la volvió a cerrar, no quería más que un solo intruso ahí.

-Bueno, ¿qué esperamos?- le dijo en un susurro y comenzó a besarlo de nuevo. Caminó hacia atrás para
dirigirlos a su cuarto, chocando un par de veces con los pocos muebles que tenían. Al entrar, decidió cambiar los papeles, lo sujeto de su camiseta y de un solo golpe lo arrojó a la cama y se sentó a horcajas, ahogando una risa ante la sorpresa del otro- Tranquilo, no voy a hacerte nada que no quieras.

-Entonces deja de hablar y hazlo- retó y sujetó sus caderas justo encima de su entrepierna para hacerle saber que todo eso ya lo estaba poniendo duro.

-Ah, ah, demasiado rápido- jadeó al sentirlo. Se agachó de nuevo a besarlo y comenzó a sacarle su camiseta de a poco, mientras que él hacía lo mismo con la suya. Besó su cuello y pecho hasta bajar lentamente hasta sus pantalones, no perdió tiempo valioso y lo desabrochó con rapidez, sacando erecto pene. Lo rozó con los labios un par de veces y luego comenzó a lamerlo, de arriba hacia abajo y viceversa, escuchaba los gemidos ir en aumento y después cada vez más fuertes. Eso solo hizo que pusiera más empeño en su labor, lo sostuvo con más firmeza y comenzó a usar un poco sus dientes, solo dando suaves toques para lograr que se estremezca, y después se lo metió completo en la boca. Él agarró sus cabellos para marcar su ritmo, y a la tercer o cuarta mamada lo escuchó.

El ruido de las llaves.

Miro de reojo hacia su acompañante, que parecía más concentrado en que se lo siguiera chupando y no pareció darse cuenta de que ya no estaban solos en la casa. Sacó el pene de su boca y con la mano hizo un par de movimientos para que siguiera concentrado mientras que él volteaba a su puerta. La maldita estaba abierta, no de par en par, pero si lo suficiente para que se vea todo.

Y, carajo, eso no le molestó para nada.

Decidió que no dejaría que él se fijara en ese detalle, rápidamente le quitó los zapatos y terminó de bajar sus pantalones, haciendo lo mismo con los suyos. Se colocó encima de nuevo, rozándolo con más ahínco, pero él lo agarró de la nuca para besarlo y con su otra mano empezó a recorrer con más libertad su cuerpo desnudo, al llegar a su trasero lo palmeó y agarró un par de veces antes de meter un dedo. Nath jadeó con fuerza, no solo por la intromisión, sino también porque sintió algo más. Una sensación que conocía de antes, no precisamente en esas circunstancias, pero sí que ya le había pasado miles de veces. Sentía una penetrante mirada tras él, las veces que le pasaron eso fueron en situación de desagrado y hablar mal de él, pero esa vez no sabía cómo describirlo. Sabía que estaba mal dejar que viera, sabía que estaba mal excitarse aún más por eso, pero no podía evitarlo.

-Hazlo ya- le pidió moviéndose un poco, impaciente.

-¿Ahora quién va demasiado rápido?- lo sintió sonreír, pero no le importó, él mismo guio su pene y se dejó caer en él.

-¡Ah!- esperó un poco hasta acostumbrarse y luego empezó a moverse, más y más rápido. Puso sus manos en el barandal de su cama y sintió aún más placer al sentir que él también ponía la misma pasión. No sabía si su cama rechinaba demasiado, tampoco sabía si sus gemidos eran o no fuertes, lo único que sabía era que la mirada no había desaparecido y eso era lo único que le importaba.

Fuerte y profundo. Las estocadas eran cada vez más rápidas y sentía que no aguantaría mucho más, de pronto ya no estaba encima, sino debajo. El hombre lo acomodó un poco y volvió a embestirlo con fuerza, Nath se sostuvo de sus hombros y lo arañó tantas veces como quiso.

Justo cuando llegaba el final, cuando por fin sentía la gratificante liberación, dirigió su mirada hacia la puerta, alcanzado a ver solo un par de rulos irse de ahí. El orgasmo le pegó tan fuerte que tuvo que morder el hombro del chico para no gritar.

Jadeante, miró de nuevo hacia la puerta y se dejó caer en la almohada. Sonrió sin ganas y dejó que el otro cuerpo se acomodara encima, luego vería qué hacía con él.

-Bienvenido a casa, Zezé.
Maru
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