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[Reto] Send me a pairing and a number and i’ll write you a fanfic.
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por Alina Zwingli Edelstein Dom Sep 06, 2015 10:25 pm
Bueno, esto lo encontré vagando en Tumblr y me pareció una buena actividad. Esto lo haremos a modo de retos, los cuales se lanzarán en la CB porque me dio flojera abrir otro tema (?) . Como dice el título, debes escoger un número el cual representa a un prompt de la lista que está más abajo en este tema, y una Pair. Son hasta TRES retos por persona, así no nos estresamos. Pueden ser las dos pairs con el mismo prompt o elegir uno distinto para cada una, eso va a criterio de ustedes.
- La historia se publica en éste tema, poniendo como título el prompt, su correspondiente número, la Pair, y el nombre de la persona que envió el reto.
Personas que están participando, y a las cuales puedes retar.
Yuu ღ ღ
Karla ღ ღ ღ
Kira ღ ღ ღ
Luna ღ ღ ღ
Joss ღ ღ ღ
Adri ღ ღ ღ
Psy ღ ღ ღ
Arerin ღ ღ ღ
Yuu ღ ღ
Karla ღ ღ ღ
Kira ღ ღ ღ
Luna ღ ღ ღ
Joss ღ ღ ღ
Adri ღ ღ ღ
Psy ღ ღ ღ
Arerin ღ ღ ღ
*Si desea unirse, avise a ésta servidora cuando la vea en la ChatBox o por MP.
Lista de Promps.
1-“Come over here and make me.”
2-“Have you lost your damn mind!?”
3-“Please, don’t leave.”
4-“Do you…well…I mean…I could give you a massage?”
5-“Wait a minute. Are you jealous?”
6-“Is there a reason you’re naked in my bed?”
7-“I almost lost you.”
8-“Wanna bet?”
9-“Don’t you ever do that again!”
10-“Teach me how to play?”
11-“Don’t you dare throw that snowba-, goddammit!”
12-“I think we need to talk.”
13-“Kiss me.”
14-“Hey, I’m with you, okay? Always.”
15-“So, I found this waterfall…”
16-“It could be worse.”
17-“Looks like we’ll be trapped for a while…”
18-“This is without a doubt the stupidest plan you’ve ever had. Of course I’m in.”
19-“The paint’s supposed to go where?”
20-“You need to wake up because I can’t do this without you.”
21-“We’re in the middle of a thunderstorm and you wanna stop and feel the rain?”
22-“I’ve seen the way you look at me when you think I don’t notice.”
23-“Just once.”
24-“You’re the only one I trust to do this.”
25-“I can’t believe you talked me into this.”
26-“I got you a present.”
27-“I’m pregnant.”
28-“Marry me?”
29-“I thought you were dead.”
30-“It’s not what it looks like…”
31-“You lied to me.”
32-“I think I’m in love with you and I’m terrified.”
33-“Please don’t do this.”
34-“If you keep looking at me like that we won’t make it to a bed.”
35-“You heard me. Take. It. Off.”
36-“I wish I could hate you.”
37-“Wanna dance?”
38-“You fainted…straight into my arms. You know, if you wanted my attention you didn’t have to go to such extremes.”
39-“Hey! I was gonna eat that!”
40-“Have I entered an alternate universe or did you really just crack a smile for me?”
41-“You did all of this for me?”
42-“I swear it was an accident.”
43-“YOU DID WHAT?!”
44-“If you die, I’m gonna kill you.”
45-“Tell me a secret.”
46-“Hey, have you seen the..? Oh.”
47-“No one needs to know.”
48-“Boo.”
49-“Well this is awkward…”
50-Writer’s preference.
Última edición por Alina Zwingli Edelstein el Lun Sep 07, 2015 10:20 pm, editado 4 veces
Alina Zwingli Edelstein
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por Alex Lun Sep 07, 2015 12:00 am
Número 21
“WE’RE IN THE MIDDLE OF A THUNDERSTORM AND YOU WANNA STOP AND FEEL THE RAIN?”
Xi Lie y Giovanni
Xi Lie estiró sus piernas, las tambaleó un poco y al final optó por cruzar sus tobillos. Ya habían pasado 15 minutos desde la última parada del autobús, (que no había alcanzado, por cierto), y apenas que se había sentado su cuerpo comenzaba a sentir el cansancio. Le dolían los pies por caminar desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche y sus pies comenzaban a sentir el dolor que hasta ahora había podido disuadir.
Estiró sus piernas hasta que algo tronó. Podía estar harto de paciencia, pero todos tenían un límite y después de varias horas de cansancio sobre su espalda, Xi Lie estaba a punto de alcanzar el suyo.
En especial cuando la lluvia, antes leve, empezaba a aumentar de intensidad.
-El agua está fría.
Xi Lie levantó la mirada de sus pies para encontrarse con la espalda de Gio en frente de él. Sus brazos alzados frente a él para sentir las gotas de lluvia más de cerca, aunque Xi Lie estaba seguro de que aún con el techo de la parada el agua lo estaba empapando hasta los huesos.
-¿Disculpa? –Xi Lie no pudo evitar fruncir el ceño, envidiando como es qué podía estar tan… positivo.
-El agua está fría. Pero se siente agradable.- Respondió con calma y se adentró a la calle, fuera de la dudable seguridad de la parada del autobús.- Deberías sentirla también.
Xi lie se cruzó de brazos, un poco irritado.
-Estamos en medio de una tormenta, ¿y quieres sentir la lluvia? –Dijo y se encogió ante su propio tono de enojo. Mordió su labio inferior y volteó a ambos lados de la calle. No había señales del autobús, unas cuantas personas corrían por refugio y ya había pequeñas corrientes de agua que bajaban por la calle.
Giovanni rió por lo bajo.
-Sí, así parece.- Respondió y se miraron fijamente antes de que cerrara sus ojos y levantara la cabeza para sentir mejor el agua cayendo del cielo.
Xi Lie no podía pelear contra esos argumentos. Y no había señales próximas del autobús. Se paró sin dejar de cubrirse el torso con las manos cruzadas y se paró junto a Gio. Después de unos momentos, dejó caer sus brazos e imitó la pose de Giovanni, igualmente cerrando los ojos y dejando que el agua recorriese su cuerpo.
Fuera de la parada del autobús la lluvia era igual, solo un poco más fuerte, pero a la vez, era totalmente diferente. Afuera, tenía la actitud adecuada, con la persona adecuada, y apenas sentía el dolor en sus piernas.
Solo esperaba que el autobús no los atropellara.
Estiró sus piernas hasta que algo tronó. Podía estar harto de paciencia, pero todos tenían un límite y después de varias horas de cansancio sobre su espalda, Xi Lie estaba a punto de alcanzar el suyo.
En especial cuando la lluvia, antes leve, empezaba a aumentar de intensidad.
-El agua está fría.
Xi Lie levantó la mirada de sus pies para encontrarse con la espalda de Gio en frente de él. Sus brazos alzados frente a él para sentir las gotas de lluvia más de cerca, aunque Xi Lie estaba seguro de que aún con el techo de la parada el agua lo estaba empapando hasta los huesos.
-¿Disculpa? –Xi Lie no pudo evitar fruncir el ceño, envidiando como es qué podía estar tan… positivo.
-El agua está fría. Pero se siente agradable.- Respondió con calma y se adentró a la calle, fuera de la dudable seguridad de la parada del autobús.- Deberías sentirla también.
Xi lie se cruzó de brazos, un poco irritado.
-Estamos en medio de una tormenta, ¿y quieres sentir la lluvia? –Dijo y se encogió ante su propio tono de enojo. Mordió su labio inferior y volteó a ambos lados de la calle. No había señales del autobús, unas cuantas personas corrían por refugio y ya había pequeñas corrientes de agua que bajaban por la calle.
Giovanni rió por lo bajo.
-Sí, así parece.- Respondió y se miraron fijamente antes de que cerrara sus ojos y levantara la cabeza para sentir mejor el agua cayendo del cielo.
Xi Lie no podía pelear contra esos argumentos. Y no había señales próximas del autobús. Se paró sin dejar de cubrirse el torso con las manos cruzadas y se paró junto a Gio. Después de unos momentos, dejó caer sus brazos e imitó la pose de Giovanni, igualmente cerrando los ojos y dejando que el agua recorriese su cuerpo.
Fuera de la parada del autobús la lluvia era igual, solo un poco más fuerte, pero a la vez, era totalmente diferente. Afuera, tenía la actitud adecuada, con la persona adecuada, y apenas sentía el dolor en sus piernas.
Solo esperaba que el autobús no los atropellara.
Alex
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por Azeneth Al Assad Lun Sep 07, 2015 12:59 am
35
You heard me. Take. It. Off.
Adrik&Robert.
You heard me. Take. It. Off.
Adrik&Robert.
Robert no dejó de abrazarse a sí mismo aún dentro de la bonita casa del ruso, esperando sólo no entrar en un estado de criogenia indeseada. El grueso abrigo se le pegaba a la piel de lo mojado que estaba gracias a la nieve que lo tupió en medio de su azaroso trayecto, tenía el cabello escurriendo (exageraba) y, a resumidas cuentas, todo era un desastre.
― Puedes ducharte si deseas. Te traeré una muda de ropa. ―Adrik se frotó las manos con insistencia para que la circulación volviera a sus falanges e hizo acopio de toda su fuerza para que no comenzaran a castañearle los dientes (o al menos disimularlo), pues frío brutal se había colado hasta sus huesos.
Había sido una mala idea salir en invierno, aún peor cuando el cielo se había cerrado tras una cortina de nubarrones obscuros cuasi apocalípticos, y si habían logrado llegar a su casa antes de que la ahora tormenta los convirtiera en paletas era pura suerte. Esa era una experiencia que esperaba nunca volver a repetir.
―Estoy bien así, no te preocupes. No quiero ser molestia. ―Se quitó sólo el abrigo y talló la punta de la nariz, esperando que poco a poco dejara de parecerse a la Rudolph el reno y la sensibilidad volviera a ella… junto a la de todas sus extremidades. ―Puedo esperar hasta que vengan por mi…
Adrik, que ya estaba más cerca de la puerta que de Robert, se giró casi en cámara lenta, incrédulo. Le iba a dar algo como no se quitara eso, ¿cómo es que se le ocurría esa tontería? Ni que fuera novato como para no saber el protocolo básico.
―Tonterías. Quítate eso antes de que enfermes. ―Rodó los ojos con disimulo, estirando la mano en una orden implícita que sin duda sonaría como un “dame tu ropa”.
―Estoy bien. ―Masculló sin moverse un ápice. Robert consideraba que podría sobrevivir esos veinte o treinta minutos sin problema, no veía por qué el drama. ―no hace falta, insisto.
Estrechó los ojos, algo fastidiado por la negativa. Algo que sin duda no habría sucedido en otras situaciones más casuales, la cosa era que ya era culpable de la aventura invernal y sinceramente no quería que Robert se resfriara por ello, menos aún si lo hacía por una estupidez. Estaba, digámosle así, preocupado, aunque tampoco estaba muy seguro si era la forma correcta de calificarlo, como todo lo que implicaba últimamente al austriaco.
―No estaba preguntando, Robert. ―Adrik se cruzó de brazos, un tanto impaciente. Y demandante. ―Me escuchaste. Quítate eso. Todo.
Robert pudo haber refutado eso con facilidad. Robert pudo haberse molestado por su actitud. Robert pudo haber hecho muchas cosas en ese instante, pero sólo le alcanzaron las capacidades mentales para figurarse los escenarios más inverosímiles y como que de pronto ya no se le hizo que tuviese tanto frío (Era culpa del indecente de Andrei y los mangas aún más indecentes de Clarisse, claro que sí. Sólo eso podría explicar por qué acabó pensando en cosas que no debió haber pensado).
Tragó en seco, un poco destanteado por sus propios delirios respecto a lo bien que sonaba ese tono con la voz aterciopelad del ruso y esa mirada firme. Y todo, en general.
Antes de darse cuenta, ya le había entregado el abrigo. Tan dócilmente que se abofeteó mentalmente por su enajenamiento transitorio.
―Entonces ―Carraspeó, tirándole tierra a su anterior lapsus como si jamás hubiera existido. Fue difícil que no se le enredara la lengua. ―asumo que te has dado cuenta de que la es hora de que salgas de la habitación, Adrik.
Adrik asintió por puro compromiso, siendo que en realidad no había sido el caso. Él simplemente había considerado obtener la ropa húmeda para meterla a la secadora y eso era todo, pero ahora que lo razonaba, lo anterior no había sonado como debió haber sonado.
(Aunque la idea en sí no era despreciable…)
Ah, claro. Pero si él tenía que ir por ropa. Prioridades.
― Puedes ducharte si deseas. Te traeré una muda de ropa. ―Adrik se frotó las manos con insistencia para que la circulación volviera a sus falanges e hizo acopio de toda su fuerza para que no comenzaran a castañearle los dientes (o al menos disimularlo), pues frío brutal se había colado hasta sus huesos.
Había sido una mala idea salir en invierno, aún peor cuando el cielo se había cerrado tras una cortina de nubarrones obscuros cuasi apocalípticos, y si habían logrado llegar a su casa antes de que la ahora tormenta los convirtiera en paletas era pura suerte. Esa era una experiencia que esperaba nunca volver a repetir.
―Estoy bien así, no te preocupes. No quiero ser molestia. ―Se quitó sólo el abrigo y talló la punta de la nariz, esperando que poco a poco dejara de parecerse a la Rudolph el reno y la sensibilidad volviera a ella… junto a la de todas sus extremidades. ―Puedo esperar hasta que vengan por mi…
Adrik, que ya estaba más cerca de la puerta que de Robert, se giró casi en cámara lenta, incrédulo. Le iba a dar algo como no se quitara eso, ¿cómo es que se le ocurría esa tontería? Ni que fuera novato como para no saber el protocolo básico.
―Tonterías. Quítate eso antes de que enfermes. ―Rodó los ojos con disimulo, estirando la mano en una orden implícita que sin duda sonaría como un “dame tu ropa”.
―Estoy bien. ―Masculló sin moverse un ápice. Robert consideraba que podría sobrevivir esos veinte o treinta minutos sin problema, no veía por qué el drama. ―no hace falta, insisto.
Estrechó los ojos, algo fastidiado por la negativa. Algo que sin duda no habría sucedido en otras situaciones más casuales, la cosa era que ya era culpable de la aventura invernal y sinceramente no quería que Robert se resfriara por ello, menos aún si lo hacía por una estupidez. Estaba, digámosle así, preocupado, aunque tampoco estaba muy seguro si era la forma correcta de calificarlo, como todo lo que implicaba últimamente al austriaco.
―No estaba preguntando, Robert. ―Adrik se cruzó de brazos, un tanto impaciente. Y demandante. ―Me escuchaste. Quítate eso. Todo.
Robert pudo haber refutado eso con facilidad. Robert pudo haberse molestado por su actitud. Robert pudo haber hecho muchas cosas en ese instante, pero sólo le alcanzaron las capacidades mentales para figurarse los escenarios más inverosímiles y como que de pronto ya no se le hizo que tuviese tanto frío (Era culpa del indecente de Andrei y los mangas aún más indecentes de Clarisse, claro que sí. Sólo eso podría explicar por qué acabó pensando en cosas que no debió haber pensado).
Tragó en seco, un poco destanteado por sus propios delirios respecto a lo bien que sonaba ese tono con la voz aterciopelad del ruso y esa mirada firme. Y todo, en general.
Antes de darse cuenta, ya le había entregado el abrigo. Tan dócilmente que se abofeteó mentalmente por su enajenamiento transitorio.
―Entonces ―Carraspeó, tirándole tierra a su anterior lapsus como si jamás hubiera existido. Fue difícil que no se le enredara la lengua. ―asumo que te has dado cuenta de que la es hora de que salgas de la habitación, Adrik.
Adrik asintió por puro compromiso, siendo que en realidad no había sido el caso. Él simplemente había considerado obtener la ropa húmeda para meterla a la secadora y eso era todo, pero ahora que lo razonaba, lo anterior no había sonado como debió haber sonado.
(Aunque la idea en sí no era despreciable…)
Ah, claro. Pero si él tenía que ir por ropa. Prioridades.
Azeneth Al Assad
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por Dante Weilschmidt Vargas Lun Sep 07, 2015 10:07 pm
22
I’ve seen the way you look at me when you think I don’t notice.
Noah & Dante
I’ve seen the way you look at me when you think I don’t notice.
Noah & Dante
Le tomó un tiempo pero al final lo notó.
La sensación de alguien observándole había estado presente por unos meses, pero Dante no podía saber quién lo había estado observando o por qué se sentía así. Le había tomado un rato; él era un actor, un bailarín, alguien que estaba acostumbrado a ser observado hasta el más mínimo detalle.
Pero al final, lo notó.
Noah había estado lanzándole miradas.
Al principio pensó que debía ser coincidencia, un accidente ¿Por qué Noah iba a hacer algo así? Había quedado muy claro 10 años atrás que no funcionaban como pareja ni nada parecido. Noah no debía estar interesado en él tanto como él no estaba interesado en Noah. Todavía ardía aquella ruptura en su pecho, habían pasado años pero para Dante la herida apenas estaba cicatrizando. Pero lo había atrapado observando más de una vez; cuando hablaba con la gente de su trabajo, con alguien de algún bar, con su hermana, cuando solo estaban ellos dos. Noah nunca fallaba en lanzarle una mirada furtiva cuando creía que no veía.
A veces se preguntaba si Noah sabía lo que hacía. Si sabía lo que esas pequeñas miradas significaban o si lo negaba con excusas tontas como cuando eran jóvenes y era incapaz de aceptar los sentimientos que poseía. Siempre estaba el caso de que supiera que significaban...
¿Pero qué significaba todo eso para él? ¿Aceptaría así como así lo que esas miradas significaban? ¿Se veía capaz de poner de lado lo que había pasado diez años atrás para darle una segunda oportunidad?
La verdad era que Dante no estaba seguro.
Dante observó por el rabillo del ojo a Noah quién estaba a unos metros de él hablando animadamente con una de las chicas del elenco. Dante lo había perdonado con el tiempo, que ya no fuesen pareja no significaba que no pudieran ser amigos, se había repetido mentalmente antes de invitarlo a la fiesta de estreno de la obra en la que Dante estaba trabajando. Obviamente Noah no se había negado.
Bueno, cuando Noah movió la mirada de la chica y la dirigió a él con una sonrisa, Dante fingió no haberla visto y regresó su atención a su compañera, quien le contaba alguna historia sobre su compañera de cuarto y su novio, Esas miradas llegaron diez años tarde pensó amargamente.
La sensación de alguien observándole había estado presente por unos meses, pero Dante no podía saber quién lo había estado observando o por qué se sentía así. Le había tomado un rato; él era un actor, un bailarín, alguien que estaba acostumbrado a ser observado hasta el más mínimo detalle.
Pero al final, lo notó.
Noah había estado lanzándole miradas.
Al principio pensó que debía ser coincidencia, un accidente ¿Por qué Noah iba a hacer algo así? Había quedado muy claro 10 años atrás que no funcionaban como pareja ni nada parecido. Noah no debía estar interesado en él tanto como él no estaba interesado en Noah. Todavía ardía aquella ruptura en su pecho, habían pasado años pero para Dante la herida apenas estaba cicatrizando. Pero lo había atrapado observando más de una vez; cuando hablaba con la gente de su trabajo, con alguien de algún bar, con su hermana, cuando solo estaban ellos dos. Noah nunca fallaba en lanzarle una mirada furtiva cuando creía que no veía.
A veces se preguntaba si Noah sabía lo que hacía. Si sabía lo que esas pequeñas miradas significaban o si lo negaba con excusas tontas como cuando eran jóvenes y era incapaz de aceptar los sentimientos que poseía. Siempre estaba el caso de que supiera que significaban...
¿Pero qué significaba todo eso para él? ¿Aceptaría así como así lo que esas miradas significaban? ¿Se veía capaz de poner de lado lo que había pasado diez años atrás para darle una segunda oportunidad?
La verdad era que Dante no estaba seguro.
Dante observó por el rabillo del ojo a Noah quién estaba a unos metros de él hablando animadamente con una de las chicas del elenco. Dante lo había perdonado con el tiempo, que ya no fuesen pareja no significaba que no pudieran ser amigos, se había repetido mentalmente antes de invitarlo a la fiesta de estreno de la obra en la que Dante estaba trabajando. Obviamente Noah no se había negado.
Bueno, cuando Noah movió la mirada de la chica y la dirigió a él con una sonrisa, Dante fingió no haberla visto y regresó su atención a su compañera, quien le contaba alguna historia sobre su compañera de cuarto y su novio, Esas miradas llegaron diez años tarde pensó amargamente.
Dante Weilschmidt Vargas
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por Ronan O ' Callaghan Miér Sep 09, 2015 12:01 am
Número 1
Come over here and make me
Agnes&Susi
Come over here and make me
Agnes&Susi
A Candy le parecía simplemente ridículo. Para empezar ¿Qué hacía ella allí? Se mantenía cruzada de brazos, sentada en una incómoda silla plegable, esperando a que Susi se dignara a salir detrás del vestidor. Y volvía a preguntarse ¿Qué hacía ella allí? Era gracioso que la castaña se esforzara en pedir su opinión, independiente de lo que usara todas sus respuestas eran iguales: das asco. A veces enredaba su rojo cabello en su dedo índice y jugaba a ser pensativa, solo para acabar soltando una cruel risotada fingida y repetir su frase con mayor desdén. Definitivamente, das asco.
Susi, inmune a su hostilidad, continuaba en su odisea de que Candy volviera a ser su amiga. Pero el rencor se mantenía en el aire y nadie olvidaba la traición tan fácilmente. Terry no había sido un simple muñeco, Terry había sido aquel juguete que Candy amaba con todo su corazón, el que la acompañaba cuando tenía miedo y cuando una tormenta se cernía en casa haciéndole tiritar. Susi se lo había arrebatado sin compasión.
Candy, estoy atorada…
El karma cuajaba y Candy no podía parar de reír. Su largo cabello atorado en la cremallera del corto vestido, sus alaridos desesperados junto a suplicas que imploraban piedad. Ni siquiera ella podía ser tan cruel ¿o sí?
La pelirroja alisaba los pliegues de su vestido y caminaba con parsimonia, ajena a la crisis de pánico que inundaba el metro cuadrado de vestidor. Ella era un desastre, eso era evidente. Alzaba una ceja y jalaba sus cabellos mientras Susi gritaba “¡Detente, detente, que me dejas calva!”. Sus opciones eran limitadas… ¿siempre había tenido ese par endeble de piernas? A segundos Candy tenía la impresión de que su archi enemiga caería desmayada por el impacto. Ella no estaba para cargar con pesos muertos.
Voy a jalar, otra vez.
La ira, sumado al fastidio innecesario el cual era obligada a sufrir acabo con una primaveral tela hecha jirones. Ambas se observaron brevemente, con la respiración agitada, los cabellos revueltos y las mejillas sonrojadas.
Plana, como una tabla. Pequeños montes con forma de gota, tan blancos como la leche y un toque rosa con dos botones que le apuntaba directamente ¡era imposible no mirar! Las costillas se marcaban en su piel y de pronto Susi nunca le pareció tan indefensa. Tanto como para necesitar de todo aquello que pudiera serle útil para defenderse, incluso de Terry, sobretodo de Terry.
¡No te desvistas aquí! Rugía, con esa inmoral que se mantenía con las bragas expuestas y que preguntaba abiertamente que si no era allí ¿dónde más? Candy podría haberse marchado, pero no era tan sencillo como salir y actuar como si nada.
Si tan solo pudiera quedarse callada, un segundo, un miserable segundo para que su cabeza y corazón dejaran de bombear tan peligrosamente. La ladrona chismosa nunca cerraba la boca, parloteaba y parloteaba, sin detenerse ni para respirar. Tan odiosa, fastidiosa, irritante…
…Que solo un beso parecía hacerle enmudecer. Tan indecente, sin un mínimo de decoro, obsceno para Candy que no paraba de juzgar y auto juzgarse, la culpa por tal pecado y no detenerse, por más que fuese un choque torpe entre labios suaves que se repartían el brillo y el labial entre sus bocas, ingenuo y hasta infantil. Brotaba el inédito deseo, con ambos pares de manos que se aferraban con lascivia en el cuerpo ajeno.
Agnes era tan cálida en comparación al frio espejo en el cual Susi apoyaba su espalda. La curiosidad nació en una eclosión cuando ambas delanteras se encontraron y el insignificante beso desmañado como el de dos niñas se transformo en un fogoso encuentro de lenguas que se movían con un torbellino de emociones ocultas y muchas de las cuales ignoraban.
Una vos senil de mujer toco la puerta con cólera, preguntando si todo iba bien.
Todo iba bien ¿Por qué no habría de estarlo?
“Hay una vieja que me está violando, señora…llame a la policía” Claro, no contaba con los desequilibrados comentarios de esa chiflada, recordándole una de las tantas razones por las que Candy la odiaba tanto.
Susi, inmune a su hostilidad, continuaba en su odisea de que Candy volviera a ser su amiga. Pero el rencor se mantenía en el aire y nadie olvidaba la traición tan fácilmente. Terry no había sido un simple muñeco, Terry había sido aquel juguete que Candy amaba con todo su corazón, el que la acompañaba cuando tenía miedo y cuando una tormenta se cernía en casa haciéndole tiritar. Susi se lo había arrebatado sin compasión.
Candy, estoy atorada…
…No inventes
El karma cuajaba y Candy no podía parar de reír. Su largo cabello atorado en la cremallera del corto vestido, sus alaridos desesperados junto a suplicas que imploraban piedad. Ni siquiera ella podía ser tan cruel ¿o sí?
La pelirroja alisaba los pliegues de su vestido y caminaba con parsimonia, ajena a la crisis de pánico que inundaba el metro cuadrado de vestidor. Ella era un desastre, eso era evidente. Alzaba una ceja y jalaba sus cabellos mientras Susi gritaba “¡Detente, detente, que me dejas calva!”. Sus opciones eran limitadas… ¿siempre había tenido ese par endeble de piernas? A segundos Candy tenía la impresión de que su archi enemiga caería desmayada por el impacto. Ella no estaba para cargar con pesos muertos.
Voy a jalar, otra vez.
La ira, sumado al fastidio innecesario el cual era obligada a sufrir acabo con una primaveral tela hecha jirones. Ambas se observaron brevemente, con la respiración agitada, los cabellos revueltos y las mejillas sonrojadas.
Plana, como una tabla. Pequeños montes con forma de gota, tan blancos como la leche y un toque rosa con dos botones que le apuntaba directamente ¡era imposible no mirar! Las costillas se marcaban en su piel y de pronto Susi nunca le pareció tan indefensa. Tanto como para necesitar de todo aquello que pudiera serle útil para defenderse, incluso de Terry, sobretodo de Terry.
¡No te desvistas aquí! Rugía, con esa inmoral que se mantenía con las bragas expuestas y que preguntaba abiertamente que si no era allí ¿dónde más? Candy podría haberse marchado, pero no era tan sencillo como salir y actuar como si nada.
¿Estás nerviosa? ¿Te pongo nerviosa? ¿Por qué te pongo nerviosa? ¿Es porque estoy desnuda? ¿Hay algo de lo que mi libreta de chismes y yo debamos enterarnos?
Si tan solo pudiera quedarse callada, un segundo, un miserable segundo para que su cabeza y corazón dejaran de bombear tan peligrosamente. La ladrona chismosa nunca cerraba la boca, parloteaba y parloteaba, sin detenerse ni para respirar. Tan odiosa, fastidiosa, irritante…
…Que solo un beso parecía hacerle enmudecer. Tan indecente, sin un mínimo de decoro, obsceno para Candy que no paraba de juzgar y auto juzgarse, la culpa por tal pecado y no detenerse, por más que fuese un choque torpe entre labios suaves que se repartían el brillo y el labial entre sus bocas, ingenuo y hasta infantil. Brotaba el inédito deseo, con ambos pares de manos que se aferraban con lascivia en el cuerpo ajeno.
Agnes era tan cálida en comparación al frio espejo en el cual Susi apoyaba su espalda. La curiosidad nació en una eclosión cuando ambas delanteras se encontraron y el insignificante beso desmañado como el de dos niñas se transformo en un fogoso encuentro de lenguas que se movían con un torbellino de emociones ocultas y muchas de las cuales ignoraban.
Una vos senil de mujer toco la puerta con cólera, preguntando si todo iba bien.
Todo iba bien ¿Por qué no habría de estarlo?
“Hay una vieja que me está violando, señora…llame a la policía” Claro, no contaba con los desequilibrados comentarios de esa chiflada, recordándole una de las tantas razones por las que Candy la odiaba tanto.
Ronan O ' Callaghan
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por Assim Al Saud Jue Sep 10, 2015 11:33 pm
Número 18
This is without a doubt the stupidest plan you’ve ever had. Of course I’m in
Dae&Joanne
This is without a doubt the stupidest plan you’ve ever had. Of course I’m in
Dae&Joanne
Era contraproducente lamentarse en voz alta, aunque a Joanne no le faltaban motivos para explayarse a los cuatro vientos que era un subnormal de mierda. Pero detrás de todo gran retrasado había una gran mujer que estúpidamente decía anda, si, que buena idea.
Estaban en los confines del mundo, atrapados en un aguacero y con un par de impermeables que no hacían bien su trabajo. Tenía pantalones y calzones empapados, frío y hambre; para más remate Dae no se cortaba de hostigar, jurando que pronto acabaría la lluvia.
Dos horas y media después de pasarlas bajo un árbol, el agua había cortado. Menos los sorbetes de nariz, los mocos y la tos compulsiva, esos venían gratis en el paquete del resfriado y la neumonía.
En su cama y afiebrada, Joanne empezaba a dudar de la veracidad que poseía su amistad con Dae ¿Podía llamarla así siquiera? Le pesaban los ojos, le dolía el cuerpo y el cretino continuaba haciendo el idiota invadiendo su dormitorio. Tras haberse colado por la ventana, por supuesto, Andrei no le habría dejado pasar por la puerta ni aunque lo hubiese intentado.
―¿Por qué no estás enfermo y agonizante como yo?―Odio fue lo que se atoro en su garganta, logrando que saliera con más desprecio del que en realidad quería darle. El mencionado alzaba los hombros y no cavia en sí de su buena suerte.
―¿Sigues con fiebre?―La mano de Dae era un glacial sobre su frente. Estaba congelado, mirándolo de cerca, bien que tiritaba. Joanne alzo una ceja, el chico rudo no había salido invicto y eso le hacía deleitarse con su sufrimiento. En parte, un poco…ok, bastante.
Una sonrisa socarrona de su parte era lo que el otro precisaba para enfurruñarse y recostarse a su lado, apegándose a su cuerpo filiforme que se contraía por la neuralgia. Tuvo el fuerte impulso de gritar, si no fuera porque ese factor frío empezaba a sentar bien, mejor que las compensas tibias.
El sueño por fin la derrotaba, ni la flema que le impedía respirar y le hacía hablar de forma empalagosa evito que cerrara los ojos y cayera rendida sobre la almohada. Se medio giro, adolorida y correspondió el abrazo en una conveniencia mutua.
…
Lo era.
Estaban en los confines del mundo, atrapados en un aguacero y con un par de impermeables que no hacían bien su trabajo. Tenía pantalones y calzones empapados, frío y hambre; para más remate Dae no se cortaba de hostigar, jurando que pronto acabaría la lluvia.
Dos horas y media después de pasarlas bajo un árbol, el agua había cortado. Menos los sorbetes de nariz, los mocos y la tos compulsiva, esos venían gratis en el paquete del resfriado y la neumonía.
En su cama y afiebrada, Joanne empezaba a dudar de la veracidad que poseía su amistad con Dae ¿Podía llamarla así siquiera? Le pesaban los ojos, le dolía el cuerpo y el cretino continuaba haciendo el idiota invadiendo su dormitorio. Tras haberse colado por la ventana, por supuesto, Andrei no le habría dejado pasar por la puerta ni aunque lo hubiese intentado.
―¿Por qué no estás enfermo y agonizante como yo?―Odio fue lo que se atoro en su garganta, logrando que saliera con más desprecio del que en realidad quería darle. El mencionado alzaba los hombros y no cavia en sí de su buena suerte.
―¿Sigues con fiebre?―La mano de Dae era un glacial sobre su frente. Estaba congelado, mirándolo de cerca, bien que tiritaba. Joanne alzo una ceja, el chico rudo no había salido invicto y eso le hacía deleitarse con su sufrimiento. En parte, un poco…ok, bastante.
Una sonrisa socarrona de su parte era lo que el otro precisaba para enfurruñarse y recostarse a su lado, apegándose a su cuerpo filiforme que se contraía por la neuralgia. Tuvo el fuerte impulso de gritar, si no fuera porque ese factor frío empezaba a sentar bien, mejor que las compensas tibias.
El sueño por fin la derrotaba, ni la flema que le impedía respirar y le hacía hablar de forma empalagosa evito que cerrara los ojos y cayera rendida sobre la almohada. Se medio giro, adolorida y correspondió el abrazo en una conveniencia mutua.
…
Lo era.
Assim Al Saud
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por Razvan Mihai Hérderváry Vie Sep 11, 2015 12:11 am
20.-“You need to wake up because I can’t do this without you.”
Razvan&Shun
Razvan&Shun
Razvan se levantó con los rayos del sol que se colaban por su ventana para pegarle directo en el rostro, maldiciendo mentalmente por no haber cerrado las cortinas ayer y el ruido apagado de la televisión encendida en la sala (De una manera adormilada se preguntó si Mika ya se había levantado para ver sus programas favoritos de la televisión). Podía sentir el sueño deslizarse lentamente de él pero hizo lo que pudo para aferrarse a él; giró sobre su cuerpo y se abrazó con más fuerza al cuerpo que se encontraba a su lado, escondiendo en el proceso su cabeza en el hombro de Shun.
Realmente, realmente tenía ganas de seguir durmiendo pero muy dentro de él sabía que no podría seguir así. Debía levantarse, no solo para ir a revisar a su hija que seguro haría de la sala un desastre si no la supervisaba sino por el compromiso que tenía para el almuerzo.
Finalmente derrotado abrió los ojos con cansados pestañeos y se giró un poco para ver en el reloj de mesa donde se leía con grandes números rojos 8:30 a.m.. Se quejó en voz baja ante la insana hora. Él era una criatura de la noche que no debía madrugar a menos que fuese necesario.
Pero es necesario pensó con cierta pesadez mientras se sentaba en la cama, dejando que Shun durmiera un par de minutos más; estaba abrazando su almohada con tanta fuerza que Razvan no pudo evitar pensar en lo lindo que se veía. Su mirada viajó inmediatamente al anillo en su dedo, y no pudo reprimir la sonrisa que se formaba en sus labios; todo parecía tan irreal. Aun le costaba creer, a pesar de que él lo había pedido, que llevaba 4 meses comprometido con Shun.
Era todo lo que siempre había querido. Y a veces, le costaba creer que tenía algo tan bueno. Razvan estaba seguro que nunca había hecho algo como para merecer a Shun ni a su hija ni toda la felicidad que ellos dos aportaban en su vida.
Iba a casarse con Shun. Aun que nada iba a pasar si llegaban tarde a su cita del almuerzo.
—Shun —comenzó a moverlo levemente, su prometido (¡¡!!) se quejó y escondió su cara más en la almohada—, Vamos, Shun es hora de levantarse —tomó la mano en donde estaba la argolla y se la llevó a los labios para besarla. Razvan estaba seguro que tenía algo con los anillos—, Sabes que no puedo hacer esto sin ti.
—Claro que puedes —la voz ahogada de Shun todavía estaba cargada de sueño pero Raz pudo escuchar el leve tono divertido en ella.
—¿Qué yo puedo ir, solo y sin ti sin ser mi filtro de palabras, a un almuerzo con tus padres y mis padres para planear la boda? —solo plantear la idea le causaba escalofríos. Algo así sólo podría terminar en desgracia—, Claro que no. Por eso necesito que despiertes, Shun. Te necesito para sobrevivir el almuerzo.
Shun soltó una risa adormilada—, Tienes razón. No podrías.
Razvan Mihai Hérderváry
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por Im Jin Shun Vie Sep 11, 2015 1:11 am
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Wanna dance?
Giorgio&Jean Pierre
Wanna dance?
Giorgio&Jean Pierre
Era una dulce ironía acabar reencontrándose de esa manera.
Jean Pierre recordaba con detalle la primera vez que se habían topado, allá en la azotea de la escuela, únicamente acompañados por la nube venenosa de un puro y un montón de posibilidades por delante. Estaba comenzado el tercero de preparatoria para ese entonces y a pesar de haber reconocido su atractivo exótico desde el primer instante, su primer pensamiento tuvo que ver más con no acabar metido en problemas por atrapar a un vándalo fumando.
En ese entonces era joven y no sabía nada, menos mal. Ahora, a poco más de 10 años de su primer encuentro, un poco borracho y desorientado, JP no sabe si reír, llorar o ambas cosas al mismo tiempo con tremenda jugarreta del destino.
Y es que el mundo podía ser una perra, metiendo el dedo en la llaga que ya había sanado hasta abrir de nuevo el agujero, a traición.
El balcón se parecía muchísimo a esa azotea maltrecha, sólo que más bonita y pequeña. El habano que fumaba seguía siendo la misma marca y Jean consideró voltearse para vomitar en una de los lindos maceteros, demasiado mareado por recuerdos añejos, el eco de la música a todo volumen amortiguada tras las puertas francesas a sus espaldas y las cuatro o cinco copas que tomó de más.
Afuera estaba obscuro, apenas fugazmente iluminado por las luces estroboscópicas que escapaban del interior. Y Giorgio estaba más fornido, con el cabello más largo, los labios más apetitosos y la madurez se ceñía gloriosamente en sus facciones para demostrar que esa década le había sentado bien.
Su sorpresa fue clara. Ninguno esperaba reencontrarse (tonto, porque eso era una reunión de exalumnos después de todo…) y ahí estaban, observándose como si fuera la primera vez, a pesar del pasado. De lo bueno y lo malo.
Como perfectos extraños. Y el nudo en la garganta se hizo más fuerte o sólo fue otro ataque de náuseas, a saber.
(Pero si eso ya se había superado desde hacía mucho, ¿no es así?)
Yoyo le sonrió quedamente, como una bienvenida que Jean Pierre devolvió por reflejo. Tiró la ceniza del habano con entera casualidad y se cruzó de brazos, recargándose con pereza sobre el barandal, con apariencia casi relajada.
―Bonsoir ―
―¿Disculpa? ―Jean Pierre, ya fuera por efecto de cualquier cantidad de bebidas alcohólicas que bebió o no, rió en una mezcla de nerviosismo y… ciertamente, era más una risa ebria que otra cosa. El francés de Yoyo siempre había sido terrible.
―Estás demasiado borracho. Deberías sentarte…―
―Estoy bien. ―Masculló entre siseos medio incompletos.― Sólo necesito un respiro…
El cubano recorrió hacia un lado para dejarle algo de espacio, y principalmente para mantener una distancia prudente entre ambos, aunque también acompañando sus risillas indiscretas con soltura antes de instaurarse entre ellos un silencio cómplice perfecto para que JP pudiese recuperar algo de sentido con ayuda del sereno nocturno y aquel nostálgico aroma que, a los dioses gracias, no estaba lo suficientemente cuerdo como para evocar con propiedad.
La música bajó de intensidad y se dejaron sumergir entre baladas cuya letra carecía de sentido, miradas furtivas a espera de no ser interceptadas y expectativa. Pero tener casi treinta y comportarse como niños no era lo suyo, de ninguno.
(por más que uno fuera cobarde y el otro no supiera como comenzar).
―Ha pasado mucho. ―Yoyo lanzó la colilla hacia el vacío, despegándose de la barandilla para dar un paso hacia él, y JP decidió que después de todo le faltaban otro par de tragos para estar listo para esto.
―Los años pasan rápido, ¿verdad? ―Una sonrisa descompuesta fácilmente achacable al mareo, no había problema.
Yoyo asintió y la conversación murió tan pronto como empezó, demasiado incómodos (a falta de un mejor calificativo) como para lograr algo menos triste que ese penoso intento. JP toqueteó los pétalos de una flor cercana para distraerse y evitar la necesidad de volcar su atención en lo que realmente le interesaba y tan pronto como se sumió en cavilaciones intrascendentes una canción particular le hizo volver a tierra.
La canción. Su canción.
Hacía muchísimo que no la escuchaba; ya a esas alturas era algo vieja y en general le traía recuerdos agridulces que prefería mantener al mínimo… y a juzgar por la expresión de Giorgio, no era el único.
―¿La recuerdas? ―Susurró, un poco melancólico. Para su sorpresa, se encontró a sí mismo sonriendo discreta pero afectuosamente. La última vez le había atacado a un nivel personal, sin embargo esta vez era más como una sensación sorda y pacífica, indolora y casi tranquilizante.
―No podría no hacerlo. ―Respondió quedamente, deteniéndose un instante para cerrar los ojos y disfrutar de la melodía que seguía significando mucho, aunque nunca lo mismo que la última vez. La primera estrofa pasó como si acicalara sus sentidos y lo que siguió brotó espontáneo, realmente sin plantearlo ni razonamiento previo. ―Jean… ¿quieres bailar? Por los viejos tiempos.
JP volteó tan rápido que sus músculos dolieron, incrédulo. Se le secó la boca y creyó que le daban varios ataques al corazón al mismo tiempo, pero se las arregló para aclararse la garganta y tomar la mano grande y tibia que le ofrecían, que era tan familiar que su inseguridad se esfumó tan pronto como apareció.
Había olvidado cómo era.
Y JP pensó que tal vez, si se le presentara la oportunidad, tomaría esa mano cuantas veces se la ofreciera, sin dudar ni una vez. No otra vez.
Tal vez.
―Por los viejos tiempos… ―
Jean Pierre recordaba con detalle la primera vez que se habían topado, allá en la azotea de la escuela, únicamente acompañados por la nube venenosa de un puro y un montón de posibilidades por delante. Estaba comenzado el tercero de preparatoria para ese entonces y a pesar de haber reconocido su atractivo exótico desde el primer instante, su primer pensamiento tuvo que ver más con no acabar metido en problemas por atrapar a un vándalo fumando.
En ese entonces era joven y no sabía nada, menos mal. Ahora, a poco más de 10 años de su primer encuentro, un poco borracho y desorientado, JP no sabe si reír, llorar o ambas cosas al mismo tiempo con tremenda jugarreta del destino.
Y es que el mundo podía ser una perra, metiendo el dedo en la llaga que ya había sanado hasta abrir de nuevo el agujero, a traición.
Give me love like never before
Because lately I've been craving more
And it's been a while but I still feel the same
Because lately I've been craving more
And it's been a while but I still feel the same
El balcón se parecía muchísimo a esa azotea maltrecha, sólo que más bonita y pequeña. El habano que fumaba seguía siendo la misma marca y Jean consideró voltearse para vomitar en una de los lindos maceteros, demasiado mareado por recuerdos añejos, el eco de la música a todo volumen amortiguada tras las puertas francesas a sus espaldas y las cuatro o cinco copas que tomó de más.
Afuera estaba obscuro, apenas fugazmente iluminado por las luces estroboscópicas que escapaban del interior. Y Giorgio estaba más fornido, con el cabello más largo, los labios más apetitosos y la madurez se ceñía gloriosamente en sus facciones para demostrar que esa década le había sentado bien.
Su sorpresa fue clara. Ninguno esperaba reencontrarse (tonto, porque eso era una reunión de exalumnos después de todo…) y ahí estaban, observándose como si fuera la primera vez, a pesar del pasado. De lo bueno y lo malo.
Como perfectos extraños. Y el nudo en la garganta se hizo más fuerte o sólo fue otro ataque de náuseas, a saber.
(Pero si eso ya se había superado desde hacía mucho, ¿no es así?)
Yoyo le sonrió quedamente, como una bienvenida que Jean Pierre devolvió por reflejo. Tiró la ceniza del habano con entera casualidad y se cruzó de brazos, recargándose con pereza sobre el barandal, con apariencia casi relajada.
Maybe I should let you go
―Bonsoir ―
―¿Disculpa? ―Jean Pierre, ya fuera por efecto de cualquier cantidad de bebidas alcohólicas que bebió o no, rió en una mezcla de nerviosismo y… ciertamente, era más una risa ebria que otra cosa. El francés de Yoyo siempre había sido terrible.
―Estás demasiado borracho. Deberías sentarte…―
―Estoy bien. ―Masculló entre siseos medio incompletos.― Sólo necesito un respiro…
El cubano recorrió hacia un lado para dejarle algo de espacio, y principalmente para mantener una distancia prudente entre ambos, aunque también acompañando sus risillas indiscretas con soltura antes de instaurarse entre ellos un silencio cómplice perfecto para que JP pudiese recuperar algo de sentido con ayuda del sereno nocturno y aquel nostálgico aroma que, a los dioses gracias, no estaba lo suficientemente cuerdo como para evocar con propiedad.
La música bajó de intensidad y se dejaron sumergir entre baladas cuya letra carecía de sentido, miradas furtivas a espera de no ser interceptadas y expectativa. Pero tener casi treinta y comportarse como niños no era lo suyo, de ninguno.
(por más que uno fuera cobarde y el otro no supiera como comenzar).
―Ha pasado mucho. ―Yoyo lanzó la colilla hacia el vacío, despegándose de la barandilla para dar un paso hacia él, y JP decidió que después de todo le faltaban otro par de tragos para estar listo para esto.
―Los años pasan rápido, ¿verdad? ―Una sonrisa descompuesta fácilmente achacable al mareo, no había problema.
Yoyo asintió y la conversación murió tan pronto como empezó, demasiado incómodos (a falta de un mejor calificativo) como para lograr algo menos triste que ese penoso intento. JP toqueteó los pétalos de una flor cercana para distraerse y evitar la necesidad de volcar su atención en lo que realmente le interesaba y tan pronto como se sumió en cavilaciones intrascendentes una canción particular le hizo volver a tierra.
La canción. Su canción.
Hacía muchísimo que no la escuchaba; ya a esas alturas era algo vieja y en general le traía recuerdos agridulces que prefería mantener al mínimo… y a juzgar por la expresión de Giorgio, no era el único.
―¿La recuerdas? ―Susurró, un poco melancólico. Para su sorpresa, se encontró a sí mismo sonriendo discreta pero afectuosamente. La última vez le había atacado a un nivel personal, sin embargo esta vez era más como una sensación sorda y pacífica, indolora y casi tranquilizante.
―No podría no hacerlo. ―Respondió quedamente, deteniéndose un instante para cerrar los ojos y disfrutar de la melodía que seguía significando mucho, aunque nunca lo mismo que la última vez. La primera estrofa pasó como si acicalara sus sentidos y lo que siguió brotó espontáneo, realmente sin plantearlo ni razonamiento previo. ―Jean… ¿quieres bailar? Por los viejos tiempos.
JP volteó tan rápido que sus músculos dolieron, incrédulo. Se le secó la boca y creyó que le daban varios ataques al corazón al mismo tiempo, pero se las arregló para aclararse la garganta y tomar la mano grande y tibia que le ofrecían, que era tan familiar que su inseguridad se esfumó tan pronto como apareció.
Había olvidado cómo era.
Y JP pensó que tal vez, si se le presentara la oportunidad, tomaría esa mano cuantas veces se la ofreciera, sin dudar ni una vez. No otra vez.
Tal vez.
―Por los viejos tiempos… ―
You know I'll fight my corner
And that tonight I'll call you
After my blood is drowning in alcohol
No, I just want to hold you
And that tonight I'll call you
After my blood is drowning in alcohol
No, I just want to hold you
Im Jin Shun
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por Hakan Santos Vie Sep 11, 2015 9:20 pm
Marry Me?
¿Podrías dejar de escuchar esa música? –Juan Pedro estaba hasta la coronilla del cantante favorito de Daestin. Su voz sonaba tan aguda y repulsiva que no podía escuchar su música sin irritarse. Peor aún, cada vez que empezaba a sonar, Daestin acompañaba la desagradable canción con su voz; y no, no era nada angelical. –Me estás dando dolor de cabeza, cariño.
El castaño no detuvo la música, pero no pudo evitar sonreír con cierto tinte adorable al escucharle aquel dulce apodo. Al rubio no le hizo gracia su reacción, pues solo estaba tratando de navegar una vía alterna para que cerrara la boca. Ya sabía que el resultado sería desastroso si hacía algún argumento acerca de su (ausente) talento para cantar.
You know you love me, I know you care. –Aunque tampoco era como si no tuviese ningún talento. Por ejemplo, le gustaba más cuando prefería hacer esos movimientos de baile tan ridículos y exagerados, porque eran infinitamente más entretenidos que escucharlo cantar. –And we will never, ever, ever be apart. –Además, lo conocía demasiado bien como para saber qué cosas le quitaban la irritación.
Brazos alrededor de su cuello, y un sensual movimiento de caderas para distraerle de la terrible canción. –"Were just Friends”, what are you saying? –Le estaba provocando de forma descarada, y justo cuando estaba a punto de besarlo, se le ocurría volver a la cantaleta acerca de su “informal” relación con aquella oración. Juan Pedro inmediatamente torció los labios y apartó a Daestin de sí.
Sabes que no haremos nada hasta que salgas conmigo a un lindo lugar. –Para el castaño, esa situación no era nada ideal. Aunque Juan Pedro tenía toda la capacidad de ser un príncipe azul, siempre se empeñaba en comportarse como un cretino. Al principio lo había aceptado, pero él también tenía estándares, y no era justo que lo estuviese usando como un entretenimiento. Él quería una relación, y flores, y chocolates y gigantes muñecos afelpados. La respuesta del otro se limitó a un gruñido y un nuevo cigarro entre sus labios; era obvio que se resistía a la idea.
Era demasiado testarudo como para ser cierto, pero él también lo era. –Solo es una cita. –Insistió, mordiéndose el labio de la ansiedad. Le había dicho que no tantas veces… ¿No sabía cuánto daño le hacía cada vez que le rechazaba o le observaba con esos ojos rencorosos?
Si te prometo una cita, ¿dejarás esa estupidez de no hacer nada? –El cigarro estaba a punto de acabarse, y la nicotina había hecho efecto en el terrible humor del rubio. Parecía algo avergonzado al estar preguntándole aquello, pero eso a Daestin no le importaba, porque sabía que solo era cuestión de tiempo para que finalmente cediera. –Quizá, pero solo si son al menos dos salidas por mes.
Y después esperarás a que te diga cásate conmigo. No seas ridículo. –El castaño hizo un puchero, un poco decepcionado por esa respuesta. En definitiva, era un insensible de primera categoría que no valía la pena.
Pues vete a la mierda. –A menudo llegaba al momento es que se cansaba de soportar las estupideces de un homosexual negado con complejo de macho y mentalidad de niño de diez años. Tenía la firme intención de marcharse y no volver hasta que Juan Pedro le impidió salir al bloquearle la salida del lugar. –Quítate.
Está bien, dos salidas por mes. –A Daestin le brillaron los ojos al tiempo que sonrió con todos los dientes, genuinamente contento por escuchar eso de parte de su novio. Obviamente el nunca diría algo así, pero si iban a empezar a salir, era como si lo fuesen. De momento, eso le bastaba. –Pero tengo mis condiciones. Uno, usarás falda más seguido. Dos… –No escuchó.
¿Qué? –Si no estaba leyendo mal su expresión, parecía bastante avergonzado con lo que estaba diciendo. Por ende, tuvo que acercar su oído a los labios de Juan Pedro, y entonces escuchó. Su reacción inmediata fue reírse a costa de la brillantez del otro. –Si quieres que vuelva a usar el conjunto transparente, puedo hacerlo. Además, he comprado conjuntos nuevos y más divertidos que me muero por mostrarte.
A Juan Pedro se le fundieron las neuronas en segundos, tratando de hacerse una imagen mental que incluyese todas esas posibilidades. A saber… A lo mejor y no le molestaba tanto la IDEA de casarse con ese esperpento, si siempre iba a ser tan flexible. Bajo esa perspectiva, lo que colgaba entre sus piernas no era un obstáculo sino una simple tecnicidad.
- BONUS:
Una cita. Una sola. –Daestin sonrió con todos los dientes; el chico rudo no era tan fuerte como decía ser. –Al cine. –Chaqueó los dientes porque hubiese preferido una cita romántica en un lugar costoso, pero no quería tentar su suerte. –Ahora. –Tenía que admitir que esa articulación de palabras del tipo cavernícola combinado con esa agresividad le excitaba un poco. Lástima que no podían hacer nada… Todavía.
No perdía el tiempo, y en minutos tenía todo listo para salir. La chaqueta, el dinero para invitar a su cita y su cita… -Apúrate, joder. No vamos a ninguna pasarela de belleza. –Es que era un exagerado, si solo se estaba peinando. No quería verse feo en su primera cita con su potencial príncipe azul. –Pero si quiero verme lindo para ti.
No me importa si te ves lindo o no, idiota. Vamos al maldito cine; rápido. –Tuvo que respirar profundo para no perder la paciencia, porque juraba que esas eran las pruebas más difíciles que Alá le mandaba. Tenía muchísimas ganas de mandarlo a la mierda. –Juan Pedro, tú eres el maldito idiota. Si no me dejas arreglarme en paz, no iré contigo a ningún lugar.
Estás bien así, ¿qué más necesitas? –El otro seguía de un humor deplorable, y aquella discusión no estaba ayudando en nada para mejorarlo. –Quería ponerme ropa interior linda.
El cerebro de Juan Pedro dejó de funcionar por un lapso de tiempo considerable, dándole tiempo a Daestin para volver a su laboriosa tarea. Otro gruñido, y de nuevo tenía al cretino pegado a su espalda, tratando de persuadirle con besos a lo largo de su clavícula hasta un costado de sus labios. No era su culpa que fuese tan manipulable. –Si no te quitas, no saldremos rápido.
Cásate conmigo. –Se atragantó con su propia saliva al escuchar esas palabras de la garganta de Juan Pedro. Le observó con incredulidad, dejando caer el cepillo para el cabello que tenía en la mano. – ¿Qué? ¡Digo! ¡Acepto! –Saltó a sus brazos, y se enganchó a sus caderas, devolviendo los besos que antes el otro le había dedicado. El rubio trastabilló hasta que finalmente dio con la cama de Daestin donde le dejó caer.
Quiero que tu traje sea blanco, y que la ceremonia esté decorada con muchas flores blancas. ¿Y… cuándo voy a conocer a tus padres? –La evidencia de que lo ignoraba estaba en que ambos ya se encontraban semi-desnudos, y el otro estaba demasiado concentrado en otros asuntos y no tenía la más mínima intención de establecer una conversación. – ¡Juan… Pedro!
Hakan Santos
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por Assim Al Saud Sáb Sep 12, 2015 12:59 am
Número 21
We’re in the middle of a thunderstorm and you wanna stop and feel the rain?
Abraham & Aurora
We’re in the middle of a thunderstorm and you wanna stop and feel the rain?
Abraham & Aurora
Juguemos en el bosque mientras el lobo no está, juguemos en el bosque mientras el lobo no está ¿Lobo estas?
Me estoy colocando los zapatos
Me estoy colocando los zapatos
Existían varios tipos de personas: los adustos, que gozaban con explayar su mal humor contra culpables e inocentes por igual. Los tímidos que se cohibían ante lo mínimo y huían a esconder la cabeza debajo de la tierra cual avestruz miedica. Los joviales, que trataban con gentileza a cualquiera, independiente de que les correspondieran o no…
Luego estaban aquellos que poseían un filtro rosa y bailaban al son del Doo-dloo-doo-doo-doo bajo la lluvia; y aunque la tormenta fuese una bestia salvaje que buscaba causar daño, pues el par continuaba tarareando Doo-dloo-doo-doo-doo chapoteando sobre los charcos como si chaparrón fuese una intima amiga que hubiesen extrañado. O al menos uno de ellos era completamente honesto.
Aurora no usaba un paraguas, lo había perdido calles atrás. Y eso de correr con el viento que le llevaba la contra era divertido de un modo muy extraño. Abraham le seguía el juego y podía brincar sobre las pozas con la misma emoción de la menor, con un sentimiento casi humano que le hacía sonreír desparramando afecto, como si pudiera dominar enserio tal muestra exorbitante de hipocresía.
Ambos reían y Aurora no se atrevía a poner en duda su felicidad. Y es que ella desconocía que a medio metro detrás de ella, el sujeto que carcajeaba tan escandalosamente era brillante disfrazando su propia miseria y que en realidad, debajo de esa calidad amistad habitaba un monstruo violento y cruel.
Abraham fingía, en parte, porque la muchachita si le gustaba. Y mucho, pero sus objetivos más que dulces y recatados iban más bien dirigidos a plasmar sus feroces colmillos sobre su morena y puritana piel. Esperar el momento preciso, cuando dejara de pisar las charcas y la niña dejara de ser niña para empezar a esquivar las pozas que ensuciarían su lindo par de zapatos. Cuando el detenerse a sentir la lluvia sobre su castaño y largo cabello no fuera prioritario. Solo cuando eso sucediera sacaría a mordiscos cada trozo de su inocencia y se jactaría de ser quien lo hubiera hecho.
Ella giraba, con sus enormes orbes expresivos y sonrisa radiante, los brazos al cielo gozando con cada gota de lluvia que le caía encima y con el uniforme de la escuela pegado a su fina figura de colegiala. Abraham pensaba entonces que esperar era para los tontos. Nadie podía detener el apetito de un lobo hambriento y a diferencia de los cuentos, no había cazador ni niños veloces que pudieran arrancar de sus trancos largos y garras afiladas.
Luego estaban aquellos que poseían un filtro rosa y bailaban al son del Doo-dloo-doo-doo-doo bajo la lluvia; y aunque la tormenta fuese una bestia salvaje que buscaba causar daño, pues el par continuaba tarareando Doo-dloo-doo-doo-doo chapoteando sobre los charcos como si chaparrón fuese una intima amiga que hubiesen extrañado. O al menos uno de ellos era completamente honesto.
Juguemos en el bosque mientras el lobo no está, juguemos en el bosque mientras el lobo no está ¿Lobo estas?
Me estoy colocando la chaqueta
Me estoy colocando la chaqueta
Aurora no usaba un paraguas, lo había perdido calles atrás. Y eso de correr con el viento que le llevaba la contra era divertido de un modo muy extraño. Abraham le seguía el juego y podía brincar sobre las pozas con la misma emoción de la menor, con un sentimiento casi humano que le hacía sonreír desparramando afecto, como si pudiera dominar enserio tal muestra exorbitante de hipocresía.
Ambos reían y Aurora no se atrevía a poner en duda su felicidad. Y es que ella desconocía que a medio metro detrás de ella, el sujeto que carcajeaba tan escandalosamente era brillante disfrazando su propia miseria y que en realidad, debajo de esa calidad amistad habitaba un monstruo violento y cruel.
Juguemos en el bosque mientras el lobo no está, juguemos en el bosque mientras el lobo no está ¿Lobo estas?
Me estoy colocando el sombrero
Me estoy colocando el sombrero
Abraham fingía, en parte, porque la muchachita si le gustaba. Y mucho, pero sus objetivos más que dulces y recatados iban más bien dirigidos a plasmar sus feroces colmillos sobre su morena y puritana piel. Esperar el momento preciso, cuando dejara de pisar las charcas y la niña dejara de ser niña para empezar a esquivar las pozas que ensuciarían su lindo par de zapatos. Cuando el detenerse a sentir la lluvia sobre su castaño y largo cabello no fuera prioritario. Solo cuando eso sucediera sacaría a mordiscos cada trozo de su inocencia y se jactaría de ser quien lo hubiera hecho.
Juguemos en el bosque mientras el lobo no está, juguemos en el bosque mientras el lobo no está ¿Lobo estás?
Voy saliendo para comerlos a todos
Voy saliendo para comerlos a todos
Ella giraba, con sus enormes orbes expresivos y sonrisa radiante, los brazos al cielo gozando con cada gota de lluvia que le caía encima y con el uniforme de la escuela pegado a su fina figura de colegiala. Abraham pensaba entonces que esperar era para los tontos. Nadie podía detener el apetito de un lobo hambriento y a diferencia de los cuentos, no había cazador ni niños veloces que pudieran arrancar de sus trancos largos y garras afiladas.
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por Razvan Mihai Hérderváry Sáb Sep 12, 2015 1:49 am
23.- “Just once.”
Rylan&Fadi
Rylan&Fadi
Fadi se estremeció apenas sintió los largos y fríos dedos de Rylan deslizarse por la piel de su estómago; la sensación fantasma de la sonrisa del mayor en su cuello mientras lo arrinconaba contra la pared. Era un escenario que se había repetido millones de veces pero que nunca fallaba en hacer desvanecer la fuerza de sus piernas.
Sólo está vez.Está es la última vez eran mentiras que Fadi ya ni se atrevía a pensar porque sabía bien que apenas Rylan lo besará con aquellos finos labios, toda resolución que tuviese se esfumaría en el aire.
Pero con ellos no podía haber solo una vez, era imposible. Eran como un vicio. Algo que debía ser repetido constantemente o sufrirían por la ausencia de su droga. De consecuencias dañinas pero deliciosos efectos que provocaban en ellos la necesidad de buscarse nuevamente.
Para Rylan esto que tenían no era más que otra más de sus relaciones carnales; otro chico rubio que había sucumbido a sus encantos. Y aún así no sabía por qué buscaba más relacionarse con Fadi. A él acudía con más frecuencia que ningún otro de sus acompañantes para buscar satisfacer sus necesidades sexuales.
Solo está vez eran palabras que Rylan había pensando mientras paseaba sus manos por la ya recorrida piel del rubio; conocía cada centímetro de aquél cuerpo, sabía donde tocar para complacer a Fadi, qué besar o decir para volverlo un desastre. Nunca se cansaba de hacerlo una y otra vez (y él nunca había sido del tipo que se quedaba con alguien por tanto tiempo sin importar lo maravilloso que fuese el sexo)
Solo está vez debería sucumbir eran palabras que ocultaba en la parte más recóndita de su mente mientras se distraía con besar aquellos delicados labios de Fadi hasta dejarlos rojos por tanta atención que les prestaba.
Pero Sólo está vez eran palabras que ninguno de los dos podía cumplir. No era nada más que palabras vacías.
Razvan Mihai Hérderváry
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por Hye Al Saud Sáb Sep 26, 2015 12:53 am
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Have I entered an alternate universe or did you really just crack a smile for me?
Alphonse&Yahangir
Have I entered an alternate universe or did you really just crack a smile for me?
Alphonse&Yahangir
No importaba hacia donde se moviera, no tenía escapatoria.
Yahan miró de soslayo con la esperanza de librarse de aquellos animales fastidiosos, pero el trío lanudo seguía tras sus pasos como si fueran patitos siguiendo a su mamá, frustrando sus intenciones de tirarse en el pasto y hacer fotosíntesis hasta quedarse profundamente dormido.
―¡Al! ¡Aleja a tus malditas bestias de mí! ―Soltó una colorida maldición cuando una de ellas decidió que era divertido correr entre sus pies, lo cual incitó a que las otras dos pequeñas cabras le siguieran el juego y acabaran por hacer de dar dos pasos una tarea potencialmente homicida. Empujó a uno de los animales con el pie teniendo cuidado de no hacerle daño y poder seguir con su camino, y al otro segundo ya tenía a la siguiente puta cabra mordiéndole el pantalón. ―Acabarán en una brocheta antes de que se lo esperen, malditas…
Odiaba a las cabras y a cualquier animal pestilente semejante, punto.
Por otra parte Al pretendía estar muy concentrado en su labor de cepillar a una de sus ovejas como para intervenir, algo en lo que ciertamente tenía talento, pero la verdad es que estaba disfrutando de esa escena. Había algo de divertido en ver como ese zoquete decía tantas cosas hostiles y aun así cuidaba cada pequeño movimiento para no lastimar a sus pequeñas.
Miró con disimulo la interacción que se presentaba a sólo un par de metros, quizá con más detenimiento de lo acostumbrado. Era tan curioso que resultaba casi caricaturesco; debería llevar casi veinte minutos intentando alejarse pero las simplemente cabras no desistían de su intento de integrar a Yahan al juego.
Lo mejor es que Yahan tenía la encantadora costumbre de hablar con los animales como si le entendieran. En cualquier momento comenzaría con un monólogo sobre las mil y un razones por las cuales no eran dignas de su compañía, podía apostarlo.
El solo pensarlo casi le hacía reír, casi. Las ganas se incrementaron cuando, efectivamente, comenzó a discutir con las cabras como vil idiota.
―No, no, olvídalo cosa 1. Aléjate de mí pantalón, es de los pocos decentes que tengo… y tú, cosa 2, aléjate o te aplastaré sin piedad… ya van dos veces que me atacas sin razón, es tiempo de que comprendas de que no me derribarás porque eres jodidamente pequeña. Cosa 3… creo que te llamaré distinto, serás… botas. Como el estúpido simio que sale en Dora la exploradora. ―
Más distraído que resignado, como el individuo estancado en una edad mental de cinco años que era, Yahangir se dedicó a picotear los lomos de las cabras haciendo que balaran y corretearan hiperquinéticamente de aquí para allá. Su risa que pretendía ser malvada era totalmente infantil y a Al le quedó negar con la cabeza, de pronto más concentrado en observar eso que en continuar con su trabajo.
Era hasta algo lindo, pero la sorpresa aquí radicaba en lo rápido que podía pasar de ser una princesa quejumbrosa a tontear sin pena.
―¿Estas cosas se entrenan o algo? Porque tienen futuro como acosadoras; ¿tienes idea de cuánto tiempo he intentado deshacerme de ellas? ―Su voz era poderosa aunque no muy grave, así que podía escucharlo alto y claro aún a una distancia prudente. Si modulara su volumen aunque fuese un poco su vida sería un poco más sobrellevable… ―aunque si me dices que pueden hacer trucos como rodar o hacer mortales, me las quedo.
La cabra ahora denominada como Botas (porque sus patitas eran marrones. Sí, puro derroche de originalidad) en menos de diez minutos ya estaba en los brazos de Yahan, a todas luces la proclamada como súbdito favorito. Cosa 1 y Cosa 2 de cualquier forma le seguían de cerca; a saber qué había hecho ese tipo para ganarse su afecto, pero ahí estaba.
Quizá es porque Yahan también era como un animalito, pero con buen olor. A saber.
―Y si no apestaran a mil infiernos, serían mucho más lindas, en serio… ―Ignorando que la mitad de su charla eterna había quedado para ser olvidad y/o ni siquiera registrada, Yahan ni siquiera se apuró mucho por el nivel de atención que le estaban prestando. Siendo como era, su nivel de focalización no le permitía darse cuenta de muchas cosas en este instante hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para notar lo obvio y eso bastó para que se detuviera en seco. Era un espejismo o inhalar lana le comenzaba a hacer daño― ¿estás sonriendo?―
―No.―Al resopló por la nariz, como si lo que acabara de decir fuera la incoherencia más grande del mundo.
Aunque él creyera firmemente en sus palabras, Yahan ya comenzaba a hacer teorías de una abducción alienígena en el poco rato que estuvo perdiendo el tiempo con cabras bebés o de otra forma no podía explicar la curva antinatural que alzaba suavemente la comisura de sus labios.
Vamos, que hasta se veía agradable y todo. Nada del reconocido gesto de asesino en serie.
―¡Claro que estás sonriendo, de verdad!―Se acercó a grandes zancadas, sintiéndose un poco incómodo pero no lo suficiente como para hacer menos su sorpresa. Inconscientemente guardó la imagen en su memoria, allá en el rincón de las cosas importantes. ― ¿acaso he caído en un mundo paralelo o es el anuncio del inicio del fin?
La estupidez crónica fue suficiente como para que el momento se fuera abajo y le fastidiara, sepultando aquel rumor de sonrisa hasta nuevo aviso, quizá en otro par de años.
―No lo hago. ― Frunció el ceño por relejo y ahí estaba de nuevo su mala leche de costumbre. Se volteó de nuevo a su trabajo y olvidó lo anterior, como si jamás hubiese sucedido o hubiera invertido casi cuarenta minutos de su vida simplemente viendo como ese tonto se jactaba de ello sin pena.
Entonces una pezuña pequeñita llegó a atacarle en la cara, y Al sólo alcanzó a pestañear encontrándose con la barriga peluda de una cabra a centímetros de su cara.
―La cabra dice que sí. Y eso es todo. ―
Yahan hizo que la pata de Botas le diera una bofetada. ¿Por qué? Porque podía, Botas se dejaba y era divertido. Como si fuera una marioneta viviente.
―…no seas infantil. ―
La incomodidad volvió junto a esa sonrisa fugaz en forma de mariposas en el estómago, y es que a Yahan de verdad le gustaba recibir aunque fuera una cara más amable de vez en cuando. Especialmente si era la suya.
Yahan miró de soslayo con la esperanza de librarse de aquellos animales fastidiosos, pero el trío lanudo seguía tras sus pasos como si fueran patitos siguiendo a su mamá, frustrando sus intenciones de tirarse en el pasto y hacer fotosíntesis hasta quedarse profundamente dormido.
―¡Al! ¡Aleja a tus malditas bestias de mí! ―Soltó una colorida maldición cuando una de ellas decidió que era divertido correr entre sus pies, lo cual incitó a que las otras dos pequeñas cabras le siguieran el juego y acabaran por hacer de dar dos pasos una tarea potencialmente homicida. Empujó a uno de los animales con el pie teniendo cuidado de no hacerle daño y poder seguir con su camino, y al otro segundo ya tenía a la siguiente puta cabra mordiéndole el pantalón. ―Acabarán en una brocheta antes de que se lo esperen, malditas…
Odiaba a las cabras y a cualquier animal pestilente semejante, punto.
Por otra parte Al pretendía estar muy concentrado en su labor de cepillar a una de sus ovejas como para intervenir, algo en lo que ciertamente tenía talento, pero la verdad es que estaba disfrutando de esa escena. Había algo de divertido en ver como ese zoquete decía tantas cosas hostiles y aun así cuidaba cada pequeño movimiento para no lastimar a sus pequeñas.
Miró con disimulo la interacción que se presentaba a sólo un par de metros, quizá con más detenimiento de lo acostumbrado. Era tan curioso que resultaba casi caricaturesco; debería llevar casi veinte minutos intentando alejarse pero las simplemente cabras no desistían de su intento de integrar a Yahan al juego.
Lo mejor es que Yahan tenía la encantadora costumbre de hablar con los animales como si le entendieran. En cualquier momento comenzaría con un monólogo sobre las mil y un razones por las cuales no eran dignas de su compañía, podía apostarlo.
El solo pensarlo casi le hacía reír, casi. Las ganas se incrementaron cuando, efectivamente, comenzó a discutir con las cabras como vil idiota.
―No, no, olvídalo cosa 1. Aléjate de mí pantalón, es de los pocos decentes que tengo… y tú, cosa 2, aléjate o te aplastaré sin piedad… ya van dos veces que me atacas sin razón, es tiempo de que comprendas de que no me derribarás porque eres jodidamente pequeña. Cosa 3… creo que te llamaré distinto, serás… botas. Como el estúpido simio que sale en Dora la exploradora. ―
Más distraído que resignado, como el individuo estancado en una edad mental de cinco años que era, Yahangir se dedicó a picotear los lomos de las cabras haciendo que balaran y corretearan hiperquinéticamente de aquí para allá. Su risa que pretendía ser malvada era totalmente infantil y a Al le quedó negar con la cabeza, de pronto más concentrado en observar eso que en continuar con su trabajo.
Era hasta algo lindo, pero la sorpresa aquí radicaba en lo rápido que podía pasar de ser una princesa quejumbrosa a tontear sin pena.
―¿Estas cosas se entrenan o algo? Porque tienen futuro como acosadoras; ¿tienes idea de cuánto tiempo he intentado deshacerme de ellas? ―Su voz era poderosa aunque no muy grave, así que podía escucharlo alto y claro aún a una distancia prudente. Si modulara su volumen aunque fuese un poco su vida sería un poco más sobrellevable… ―aunque si me dices que pueden hacer trucos como rodar o hacer mortales, me las quedo.
La cabra ahora denominada como Botas (porque sus patitas eran marrones. Sí, puro derroche de originalidad) en menos de diez minutos ya estaba en los brazos de Yahan, a todas luces la proclamada como súbdito favorito. Cosa 1 y Cosa 2 de cualquier forma le seguían de cerca; a saber qué había hecho ese tipo para ganarse su afecto, pero ahí estaba.
Quizá es porque Yahan también era como un animalito, pero con buen olor. A saber.
―Y si no apestaran a mil infiernos, serían mucho más lindas, en serio… ―Ignorando que la mitad de su charla eterna había quedado para ser olvidad y/o ni siquiera registrada, Yahan ni siquiera se apuró mucho por el nivel de atención que le estaban prestando. Siendo como era, su nivel de focalización no le permitía darse cuenta de muchas cosas en este instante hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para notar lo obvio y eso bastó para que se detuviera en seco. Era un espejismo o inhalar lana le comenzaba a hacer daño― ¿estás sonriendo?―
―No.―Al resopló por la nariz, como si lo que acabara de decir fuera la incoherencia más grande del mundo.
Aunque él creyera firmemente en sus palabras, Yahan ya comenzaba a hacer teorías de una abducción alienígena en el poco rato que estuvo perdiendo el tiempo con cabras bebés o de otra forma no podía explicar la curva antinatural que alzaba suavemente la comisura de sus labios.
Vamos, que hasta se veía agradable y todo. Nada del reconocido gesto de asesino en serie.
―¡Claro que estás sonriendo, de verdad!―Se acercó a grandes zancadas, sintiéndose un poco incómodo pero no lo suficiente como para hacer menos su sorpresa. Inconscientemente guardó la imagen en su memoria, allá en el rincón de las cosas importantes. ― ¿acaso he caído en un mundo paralelo o es el anuncio del inicio del fin?
La estupidez crónica fue suficiente como para que el momento se fuera abajo y le fastidiara, sepultando aquel rumor de sonrisa hasta nuevo aviso, quizá en otro par de años.
―No lo hago. ― Frunció el ceño por relejo y ahí estaba de nuevo su mala leche de costumbre. Se volteó de nuevo a su trabajo y olvidó lo anterior, como si jamás hubiese sucedido o hubiera invertido casi cuarenta minutos de su vida simplemente viendo como ese tonto se jactaba de ello sin pena.
Entonces una pezuña pequeñita llegó a atacarle en la cara, y Al sólo alcanzó a pestañear encontrándose con la barriga peluda de una cabra a centímetros de su cara.
―La cabra dice que sí. Y eso es todo. ―
Yahan hizo que la pata de Botas le diera una bofetada. ¿Por qué? Porque podía, Botas se dejaba y era divertido. Como si fuera una marioneta viviente.
―…no seas infantil. ―
La incomodidad volvió junto a esa sonrisa fugaz en forma de mariposas en el estómago, y es que a Yahan de verdad le gustaba recibir aunque fuera una cara más amable de vez en cuando. Especialmente si era la suya.
Hye Al Saud
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por Oscar Vargas Sáb Sep 26, 2015 4:13 pm
10
“Teach me how to play?”
OquixAlina
AU!SuperHero
- Spoiler:
- - Enséñame a jugar.
La petición de Alina generó diferentes reacciones entre los habitantes del observatorio. Olivia chilló y alzó los pulgares dándole el Okay, Mia también dio muestra de su entusiasmo dando vueltas alrededor de la dueña de la armería. Lionardo se mantuvo en silencio, probablemente estudiando las consecuencias de su adhesión. Para Alessia eso lo hacía todo más interesante. Y Orquídea le dio otro giro a sus tácticas mentales ya establecidas.
La mandíbula de Oscar, por otra parte, ya había dejado una marca en el suelo.
- ¿Quieres…jugar?
Y es que lo que nadie parecía ver además de él, era el modo en que miraban sus inquilinos a Alina. Sus ojos brillaban cual bestia asechando a su presa.
- Así es.- Alina asintió con tranquilidad. – Ustedes juegan a las escondidas todos los sábados e incluso suelen invitar a Dylan. Parece divertido y quiero intentarlo.
- ¡Claro que lo es y será mejor contigo, Alina! – Más exclamaciones de alegría de parte de las dos chicas más ruidosas del grupo.
Oqui sólo negó con la cabeza, lamentando el hecho de que su vieja amiga no supiera en qué se estaba metiendo.
Como ella lo había dicho, aquél soleado sábado seguiría con la tradición de jugar a las escondidas. Y de verdad desearía que fuese tan inocente como su nombre sonaba. En cambio, el juego no era más que la excusa que habían puesto para entrenar, perfeccionar sus habilidades, liberar el estrés de la semana y, de paso, hacerse trizas entre ellos.
- Pues vale, que Alina cuente por ser la nueva.- Dijo Alessia zanjando el tema mientras giraba y pasaba distraídamente su metralleta de una mano a la otra. Obviamente, sin seguro.
- ¡No! – Oqui soltó un graznido, recuperándose del shock que la idea había provocado. Se aclaró la garganta y enderezó su postura como el razonable líder de aquel grupo de chiflados debía ser.- Lo haré yo, ella aún no conoce las reglas.
Alina los observaba atenta e inclinó su cabeza.- ¿Y cuáles son esas reglas?
- Oh, pues…- Olivia se llevó un dedo a la boca a punto de responder, mas Alessia le quitó la palabra.
- La primera y principal: Sobrevivir.- Una sonrisa digna del gato Cheshire se extendió por su rostro.
- Es como en el juego original, debes buscar un buen escondite y evitar que te descubran, aprovechar la distancia o distracción del Buscador y correr hasta la base para ser “salvado”. Claro, eso sería básicamente. – Orquídea más diplomática le explicó y esperó a que Alina asintiera para continuar con la parte más…complicada.- Ahora, quien se esconda cuenta con ciertas “ventajas” en caso de ser encontrado, que le compraran algo de tiempo para correr a La Base o encontrar otro escondite.
- ¿Ventajas? – La pequeña aristócrata inquirió, tratando de no perder el hilo por un segundo. Algo le decía que de hacerlo sería un poquito peligroso.
- Trampas.- El báculo de Orquídea flotó convenientemente frente a ambas, aclarándole algo más la situación.- Por supuesto, el buscador también puede usarlas para proteger la base
- ¡Ah! – Mia levantó la mano, pidiendo permiso para hablar. – No creemos que las alianzas internas sean algo justo, por ello sólo hay un ganador.
Oqui no dejaba de ver las expresiones de Alina, esperando que su sentido común la llevase lejos de ese lugar. Pero cada nuevo dato parecía avivar aún más su interés por el juego.
- Debes eliminar tanto al Buscador como a los demás jugadores.- Ella concluyó.
Todos, excepto el científico, asintieron. Algunos sonriendo más de lo normal.
- Eliminar, qué linda palabra.- Canturreó Alessia mientras colocaba casualmente en el piso algo parecido a trampas para osos.
- Entonces, - Alina se veía inmutable con lo que oía. Probablemente beneficios de ser la dueña de la armería de la ciudad.- ¿Es un juego de supervivencia?
- Podrías ponerlo así.- Lionardo se encogió en hombros.
- Muy bien, entonces ¡Juguemos! - Animó Olivia y todos tomaron sus posiciones en una improvisada meta de salida.
Alina se apresuró a imitarlos pero su brazo fue atrapado por la mano de Oscar. Como de costumbre parecía el menos emocionado con todo el asunto. Pero Alina también descubrió seriedad en su rostro.- ¿Estás segura?, sabes que esta gente está demente.
“Esta gente.” Las esquinas de los labios de Alina se curvaron, pensando en cómo Oqui ignoraba arbitrariamente los artefactos de inteligencia artificial y letal, y de su autoría, a sus espaldas.- Estaré bien, no necesitas dejarme ganar.
La cejas de Oqui se alzaron con cierta incredulidad al detectar un desafío en sus palabras.- No he dicho que vaya a hacerlo.- Farfulló soltando su brazo.
Alina respondió con una sonrisa que no ocultaba su propio entusiasmo y trotó hasta donde estaban los demás.
Oscar, el Buscador de turno, se acercó a una pantalla dispuesta entre los aparatos y pulsó unos botones sobre su superficie. Seguidamente de los lados de la pantalla salieron dos cohetes que la propulsaron en el aire dejándola a la vista de todos los presentes, y un poco más. Un contador.
Apenas los dígitos comenzaron a moverse, todos los jugadores se desplazaron en diferentes direcciones.
Alina entonces le dio un último vistazo a Oscar y vio cómo ahora desplegaba una torreta, mucho más grande de las que estaba acostumbrada a ver. La base. De ella salieron articulaciones y no era difícil adivinar que lanzaban rayos de algún tipo. También vio a Oqui quitarse los lentes y fingir contar al ritmo del contador.
Ella soltó una risita y volvió su atención hacia el camino. No le sorprendería que ese tramposo gruñón hubiese puesto ya chips de rastreo en todos ellos.
Ahora.
El juego.
El espacio a su disposición contaba con el observatorio, jardín delantero y trasero. Y un pequeño bosque extendiéndose detrás de la valla.
Por lógica los demás se internarían en el bosque que ofrecía más posibles escondites. Pero esto no era conveniente para ella, que no estaba familiarizada con el terreno.
Entonces, el interior del observatorio podría serle útil pues en particular no se veía desplegando todo su armamento. A sus juegos la estrategia del gato y el ratón era la mejor. No quedarse en un solo sitio ni acorralarse a sí misma, ser rápida y escurridiza. Pero por otra parte, ese lugar también era un poco obvio para sus rivales, con mayor experiencia.
Se detuvo un momento, a unos metros de la valla que separaba el patio del bosque. A esas alturas ya todos estaban escondidos y colocando sus trampas. El contador seguía su curso pero Alina sabía que no contaba con demasiado tiempo.
¿Dónde, dónde?
Sus ojos escanearon el lugar y… ¡Bingo!
El santuario de esos amantes de la salsa, el kétchup y el gazpacho.
El huerto de tomates que rápidamente había subido a la categoría de un mini invernadero. Ninguno de ellos en su sano juicio pondría ese sagrado sitio en peligro.
Pero ella sí, al menos hasta que pudiera desplazarse a otro escondite.
Entró al lugar con cautela y gateó en el suelo hasta ocultarse detrás de unos arbustos, el sitio contaba con paredes cristalinas que le permitían expiar el exterior pero así también debía ser cuidadosa y no delatarse.
Sentada en el más absoluto silencio, Alina hizo una lista mental de a lo que atenerse fuera.
Oscar. Las torretas y los rayos de largo alcance. Probablemente también cuente con proyectiles y esas bombas rebotantes.
Olivia. Explosivos. Muchos de ellos siendo lanzados indiscriminadamente, ése era un hecho.
Mia y Orquídea. Magia. Ambas contaban con hechizos ralentizadores. De Mia podría esperar benevolencia y que quizás todo lo que haga fuese robarle su energía o cegarla momentáneamente con el brillo de las estrellas, aunque dejarla a la merced de los demás en ese estado seguía siendo malo. Y Orquídea…era otra historia, más asertiva, podía dejarla atrapada en un campo de energía o rostizarla con algún rayo de luz de su amigo el sol, uno no sabía que esperar.
Alessia. Completamente loca. Dejaría un cráter en la ciudad sólo por diversión.
Lionardo. Tiene unos segundos de ventaja siempre asegurados. Además cuenta con tecnología Hextech, recientemente descubierta por Oscar, armas con magia como fuente de energía. Podría apostar cualquier cosa que no fuese dinero a que Alessia también había obtenido, robado, algo así.
En cualquier caso, era mal día para salir sin tu chaleco anti-balas favorito.
¡Cuánto le gustaría poder ver la expresión en el rostro de Alphonse al enterarse de su situación actual!
De acuerdo, momento de enfocarse. Respiró profundamente y abrazó sus rodillas contra su pecho. Era cuestión de segundos para que escuchara la primera explosión o algún árbol caer.
Esperó y…
- ¡Ah! – Una mano salió del arbusto frente a ella.
De inmediato el rostro de Oscar se asomó con un dedo presionando sus labios. - ‘Shhh’.
Ella asintió, mirándole con los ojos como platos y su corazón a mil. Eso había sido rápido. Ni siquiera había escuchado algún sonido que indicara que la cuenta había finalizado.
Y Oqui ya la había encontrado.
Alina retrocedió un poco, hasta que su espalda chocó contra la superficie de vidrio.- Uhm… Entonces, ¿Vamos a luchar?
Oscar estaba de cuclillas frente a ella, atento a algo más que a ellos ahí adentro. La miró confuso por un momento y negó con la cabeza.- ¿Qué?. No, ¿Por qué habríamos de luchar, Alina? – Su pregunta lo había consternado y aunque lo dijo susurrado, su tono hizo que ella se encogiera.
- ¿Porque estamos jugando? – Alina recompuso su postura y se inclinó un poco hacia él para que le escuchara, estaban hablando en voz baja. Aunque no sabía por qué.- Ahora debo correr a la base y tú, bueno, ¿evitarlo?
Oscar entornó los ojos.- No estamos jugando. Lo que sí vamos a hacer es irnos de aquí en este momento.
Fue turno de Alina de mirarlo con confusión.- ¿Por qué haríamos algo así?
Oqui, a quien se le estaba acabando la paciencia, estaba por responder cuando una bocina estridente lo calló.
Ambos se miraron.El conteo terminó.
- Debemos apurarnos.- Oscar se levantó y tiró de la mano de Alina con él.- Antes de que lo noten.
Alina trastabilló detrás de él y tiró de su mano, clavando sus talones en el piso.- Oscar Vargas responde mi pregunta. ¿Qué estás tramando y por qué no estás cumpliendo con tu papel en el juego?
Oscar giró su rostro hacia ella, viéndose más exasperado con cada segundo que pasaba. Pero al encontrarse con la mirada firme de Alina, desvió la propia y suspiró al borde de la resignación.- No creo que deberíamos jugar con ellos-core.
Los labios de Alina se cerraron y formaron una línea recta en su rostro antes de poder responder.- No crees que YO debería jugar con ellos.- Corrigió, displicente. - ¿Piensas que no seré capaz de soportarlo, Oscar?
Oscar volvió a subir la vista, sintiéndose acusado.- No es lo que quise decir, Alina. Es sólo que….
- ¿Ajá? - Alina arqueó una ceja, expectante. Se habría cruzado de brazos para darle más impacto a su imagen pero su mano seguía atrapada por la del castaño.
- Es sólo que… - Oqui miraba a cualquier otro sitio, indignándose con su propio titubeo.
- Estoy esperando, Oscar.
- ¡Déjame en paz, sabes lo que quiero decir! – La señaló con su dedo libre.- ¿Estás haciéndolo a propósito, verdad?
- ¿Hacer qué, Oscar? - Alina fingió escandalizarse, poniendo su mano libre sobre su pecho con dramatismo.- No sé qué quieres decir. Lo único que sé es que dudas de mis capacidades de supervivencia. ¡De mí! ¿Sabes que todos los días desayuno con terroristas?
- ¡Ya te dije que eso no fue lo que….¿Desayunas todos los días con terroristas?
- Es una expresión, Oscar.
- Ah.- Patea una piedrita.- Deja de hacer eso.
- ¿De desayunar con terroristas?
- Sí---¡Digo! ¡No, rayos! De decir tantas veces mi nombre-core, ya sé que estás molesta conmigo, maldición.
- Agradecería que cuidarás tu lenguaje frente a mí, Oscar.
- Alina…
- Dime, Oscar.
- ¿Estás tomándome el pelo?
- No lo sé, ¿Tú estás insinuando que no puedo cuidarme sola y necesito que me salves de los demás?
- Éso…
Oscar hizo una pausa para limpiar sus lentes, Alina notó el esfuerzo puesto al usar una sola mano. Apretó sus labios para que no se le escapara una sonrisa. A esas alturas era difícil seguir molesta.
- Sabes, - Oqui volvió a mirarla a través de sus gafas limpias. No sabía si era por el encierro o la exaltación de la pelea pero sus mejillas estaban encendidas.- no sé cómo decírtelo pero… pero eres literalmente la única chica que conozco a la que puedo-quiero- proteger-core.- Debía ser la humedad del invernadero, Alina podía sentir el calor subir por su rostro también.- ¿Podrías tratar de no ser un dolor de cabeza y concederme sólo eso, por favor?
Ella misma se encontró mirándose los pies.- Si me lo dices de ese modo…podría hacer una excepción, sólo por hoy.- Su mano apretó la de Oscar y sintió sus dedos trepar y entrelazarse con los suyos.
No se dijeron nada por unos segundos, hasta que una fuerte explosión retumbó en sus oídos y sintieron el suelo vibrar. Entonces Oqui volvió a tirar de ella.- ¿Café?
- Eso estaría bien.- Alina asintió y lo siguió.
Y se dijo a sí misma que a veces no era tan malo perder.
Oscar Vargas
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por Dae Al Saud Dom Sep 27, 2015 12:19 am
Número 44
If you die, I’m gonna kill you
Fadi&Hye
If you die, I’m gonna kill you
Fadi&Hye
-Me da grima un espacio pequeño con gente-Un tic en la ceja que no paso desapercibido para Hye y su ojo de halcón. Fadi mantenía recato en su postura, apoyado en la esquina del ascensor con ambos brazos cruzados, con ese aire a superioridad que resultaba ser tan despectivo. Solo que muy al contrario de otras ocasiones, el rubio parecía sudar en frio, poniéndose mas y mas pálido a cada mirar que le dedicaba su hermano.
Una sonrisa perspicaz se formo en el rostro de Hye.
Con que de eso se trataba.
-Al año mueren 27 personas por accidentes en ascensores. Más del cincuenta por ciento ocurre mientras se repara la cabina-Fadi giro hecho una furia y lo agarro por el cuello con la intención de estrangularlo hasta la muerte. Hye ya estaba azul cuando la puerta abrió en el piso que deseaban bajar y dando un brinco olímpico, el menor toco el suelo sintiendo gloria en ese simple gesto. El otro, mientras tanto, recuperaba el aliento, el color y de paso el alma. Tenía ese maldito hábito de suponer que, por el parecido, podría ser más similar a Lily en sus reacciones que al vejete de su padre. Podía llegar a ser tan crédulo.
-De tener esto cinco pisos más ¡me habrías asesinado de verdad!-Hye se prometió no volver a tocar el tema, dadas las circunstancias tan peligrosas que lo envolvían. Lo que no espero es que el día de retomar aquello llegara tan pronto…
-¡Nos vamos a morir! ¡Te dije que usáramos las escaleras!-El problema era que Hye dudaba seriamente de que a mitad del piso “uno” la caída pudiera llegar a ser mortal y no podía tomarse enserio su crisis de pánico. Fadi se aferraba a las paredes, como un gato endemoniado, haciéndole preguntar cómo podía ser que se tratara del mismo sujeto que había enterrado sus dedos alrededor de su pescuezo días atrás.
Temblaba de pies a cabeza y parecía que se pondría a llorar como le diera la oportunidad de hacerlo. Estuvo a un cargo de conciencia de haberlo provocado y de haber sido más malo.
-¡No te preocupes! Saldré por la escotilla y buscare ayuda. Tú quédate quietecito y regreso en un parpadeo-
-¡No te irás de aquí! Saldrás, caerás y morirás. Y si te mueres ¡Te juro que te mato!-No hacía falta corregir el error. Hye tuvo que retroceder cuando Fadi se aferro a sus ropas implorando con la mirada que no le fuera a dejar solo. Compadecido, se sentó junto a él en el suelo y lo atrajo para abrazarlo con fuerza, escondiendo su rubia cabeza sobre su pecho y acariciando sobre esta para buscar tranquilizarle. Parecía un corderito asustado, la comparación le causo ternura y tuvo que morderse la lengua para no reír.
No fueron más de veinte minutos de estar atrapados, pero Hye los recordó como los veinte minutos más vulnerables de Fadi, quien por una vez en su vida se dejo ver como realmente era: una criatura necesitada de protección.
Una sonrisa perspicaz se formo en el rostro de Hye.
Con que de eso se trataba.
-Al año mueren 27 personas por accidentes en ascensores. Más del cincuenta por ciento ocurre mientras se repara la cabina-Fadi giro hecho una furia y lo agarro por el cuello con la intención de estrangularlo hasta la muerte. Hye ya estaba azul cuando la puerta abrió en el piso que deseaban bajar y dando un brinco olímpico, el menor toco el suelo sintiendo gloria en ese simple gesto. El otro, mientras tanto, recuperaba el aliento, el color y de paso el alma. Tenía ese maldito hábito de suponer que, por el parecido, podría ser más similar a Lily en sus reacciones que al vejete de su padre. Podía llegar a ser tan crédulo.
-De tener esto cinco pisos más ¡me habrías asesinado de verdad!-Hye se prometió no volver a tocar el tema, dadas las circunstancias tan peligrosas que lo envolvían. Lo que no espero es que el día de retomar aquello llegara tan pronto…
-¡Nos vamos a morir! ¡Te dije que usáramos las escaleras!-El problema era que Hye dudaba seriamente de que a mitad del piso “uno” la caída pudiera llegar a ser mortal y no podía tomarse enserio su crisis de pánico. Fadi se aferraba a las paredes, como un gato endemoniado, haciéndole preguntar cómo podía ser que se tratara del mismo sujeto que había enterrado sus dedos alrededor de su pescuezo días atrás.
Temblaba de pies a cabeza y parecía que se pondría a llorar como le diera la oportunidad de hacerlo. Estuvo a un cargo de conciencia de haberlo provocado y de haber sido más malo.
-¡No te preocupes! Saldré por la escotilla y buscare ayuda. Tú quédate quietecito y regreso en un parpadeo-
-¡No te irás de aquí! Saldrás, caerás y morirás. Y si te mueres ¡Te juro que te mato!-No hacía falta corregir el error. Hye tuvo que retroceder cuando Fadi se aferro a sus ropas implorando con la mirada que no le fuera a dejar solo. Compadecido, se sentó junto a él en el suelo y lo atrajo para abrazarlo con fuerza, escondiendo su rubia cabeza sobre su pecho y acariciando sobre esta para buscar tranquilizarle. Parecía un corderito asustado, la comparación le causo ternura y tuvo que morderse la lengua para no reír.
No fueron más de veinte minutos de estar atrapados, pero Hye los recordó como los veinte minutos más vulnerables de Fadi, quien por una vez en su vida se dejo ver como realmente era: una criatura necesitada de protección.
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por Alphonse Van der Heijden Dom Sep 27, 2015 7:56 pm
25-“I can’t believe you talked me into this.”
Razvan&Joao
Razvan&Joao
- Spoiler:
- La noche era para dormir, eso era bastante lógico. Para recuperar la energía gastada en el día y ser capaces de despertarse con una renovada actitud, uno debía de tener mínimo 8 horas largas y buenas de sueño. Joao, desde hacía tres noches, había sido incapaz de conciliar un buen sueño por culpa del espantoso llanto del bebé proveniente de la habitación de al lado.
Con profunda irritación hizo las sábanas a un lado y se levantó de la cama, incapaz de tolerar aquél llanto un minuto más. Con paso firme se apresuró a la habitación de huéspedes, con cada paso que daba, el ruido se volvía más intenso y su irritación más profunda. Abrió la puerta del cuarto, donde un muy cansado Razvan; sus ojeras eran incluso peor que las que él mismo portaba pero eso no le hizo en ningún aspecto aminorar su enojo. Joao no conocía mucho la simpatía o la compasión, mucho menos cuando no había podido dormir bien en los últimos tres días; caminaba con pasos de plomo por toda la habitación, tratando inútilmente de calmar al infante en sus brazos.
—Razvan ¬—ante el sonido de su voz el rumano se detuvo en seco y volteó a verlo, la clara falta de sueño se podía ver reflejada en su rostro, con aquellos ojos inyectados de sangre y unas ojeras que le hacían lucir enfermo. Joao se aclaró la garganta y habló alto, con la intención de ser oído por encima del llanto—, ¿Por qué todo este alboroto? —¿cuál es la razón por la que no puedo dormir? Era la pregunta oculta que Razvan oyó claramente.
—¡No lo sé! —su amigo respondió con exasperación en su voz. El regordete infante en respuesta comenzó a llorar más fuerte, sus mocos y lágrimas resbalaban sin control por su cara—, ¡Ya le revisé el pañal! Nada, absolutamente nada en esa área. No sé qué tiene
Joao contó hasta cinco, en un vano intento de controlar su enojo—, ¿Has intentado alimentarlo? —su conocimiento era igual que el de su compañero, o sea, casi nulo, pero parecía el curso lógico a tomar.
—¡Claro que…! —Razvan se detuvo en sus pasos y volteó a ver a Joao con los ojos abiertos como platos—, No, no lo he intentado —con pasos demasiados largos para sus cortas piernas se acercó al inglés y le tendió al bebé—, ¿Podrías sostenerla? Sólo en lo que voy por algo de leche caliente —Joao estaba a punto de negarse pero Razvan se apresuró a agregar—, Recuerda lo que pasó la última vez que me lleve al bebé al refrigerador para sacarle comida.
Joao recordaba, cómo olvidar el desastre que había sido su cocina cuando en un intento de sacar algo de comida con el bebé en brazos, Razvan había terminado por derramar casi todo el refrigerador en el suelo. Hasta ahora era incapaz de comprender como había pasado.
—Fine —gruñó mientras cargaba al bebé cuál saco de papas. Razvan salió disparado a la cocina en busca de alimento. El infante pareció calmarse un poco en sus brazos, pero siguió incapaz de dejar de llorar. Joao hizo una cara de disgusto ante todos los líquidos que corrían de la cara del bebé (Bebé era la forma en que se referían a la niña, pues Razvan había sido todavía incapaz de nombrarla) y comenzaban a manchar su camisa de dormir.
Incluso con el alimento, les tomó un par de horas más calmar al bebé (Un par de canciones de cuna que Razvan cantó y Joao se rehusó rotundamente a cantar). Eran aproximadamente las 5:30 de la madrugada cuando la bebé finalmente se durmió (después de vomitar en la camisa de Joao).
—No puedo creer que me convencieras a hacer esto —gruñó cuando entró a la cocina totalmente cambiado y arreglado para ir a trabajar (era ilógico ir a dormir cuando normalmente se levantaba a las 6 para ir a su trabajo). Solo de pensar en la ropa que tenía que lavar por estar manchas de vómito u otros líquidos igualmente asquerosos, se sentía irritado.
Pero él sabía bien porqué al final había terminado cediendo tres días atrás cuando Razvan había aparecido en su puerta con un bebé en los brazos y una cara de pánico puro. Simplemente no pudo dejar afuera a su amigo, no cuando se había mostrado en tal necesidad.
—Lo siento —la sincera disculpa y el ya hecho desayuno tomó por sorpresa a Joao al punto en que tuvo que detenerse en sus pasos para poder registrar la imagen. Era un desayuno que no olía nada mal (a veces olvidaba que Razvan era bastante capaz para hacer cosas cotidianas). El rumano estaba al final de la mesa, con sólo una taza de café negro y algo de fruta en su plato, leyendo el periódico de aquél día. Desde que había llegado no había día en que Razvan no revisara el periódico en busca de un apartamento más accesible o algún tipo de trabajo.
Joao chasqueó la lengua y tomó asiento frente al que suponía era su desayuno —, ¿Eso es todo lo que vas a comer? —no estaba para nada satisfecho al ver la poca comida en el plato de Razvan. Si había alguien que conocía a Joao como la palma de su mano, ese era Razvan pero la realidad era que eso era aplicable también para Raz con Joao. El inglés sabía bien de las malas tendencias que tenía Razvan. No deseaba volver a verlo delgado como un palillo nunca más.
Razvan levantó la cabeza del periódico y se encogió de hombros —, No tengo mucho apetito todavía —Joao frunció el ceño ante la respuesta tan vaga e insatisfactoria. Raz debió notarlo porque inmediatamente le dedicó una sonrisa que de nada sirvió para tranquilizar sus preocupaciones—, No te apures, Joao, o te saldrán canas~. Comeré más al rato, cuando vaya con mi padre.
Joao torció los labios pero no comentó nada más. Sí realmente iba a ir a ver al señor Hérderváry, Joao sabía que Raz iba a comer sí o sí.
—Me voy a trabajar —anunció cuando terminó aquél, aun que costaba un poco admitirlo, delicioso desayuno. Dejó los platos en el lavabo y estaba a punto de irse cuando Razvan lo detuvo.
—Hey, Joao —su amigo tenía una mirada seria en el rostro, tan poco característica en él—, De verdad lamento que no puedas dormir por mi culpa —se notaba a leguas que Raz realmente se sentía culpable por lo que su bebé estaba causando en el horario de sueño de Joao, entre otras cosas. Se estaba mordiendo ansiosamente su labio, como si todavía estuviera pensando en decir algo más. Joao se quedó quieto, esperando pacientemente—, Y, bueno, de verdad estoy muy agradecido por lo que estás haciendo por mí. No creo que pueda pagarte.
Joao se aclaró la garganta sin saber bien que decir ante tal franca muestra de agradecimiento, mientras sentía sus mejillas colorarse levemente. No estaba acostumbrado a recibir palabras tan honestas del rumano, por mucho que se conocieran de años—, No es nada —se apresuró a decir —, Ahora, si me disculpas, tengo que irme a trabajar —sin decir ni una palabra más se retiró de la habitación.
—¡Suerte en el trabajo, cariño! —escuchó que Raz gritaba y solo pudo rodar los ojos con fastidio.
Cuando iba conduciendo a su trabajo, notó con algo de sorpresa que ya no se sentía tan irritado como unas horas atrás. También se sorprendió cuando iba pasando por una tienda más tarde ese día y consideró inconscientemente, que la bebé se vería muy bien con un pequeño vestido con encaje rosa que exhibían.
Alphonse Van der Heijden
Más yeta
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por Dae Al Saud Dom Sep 27, 2015 10:10 pm
Número 30
It’s not what it looks like…
YuroxAssimxDari
It’s not what it looks like…
YuroxAssimxDari
Si se pudiera limitar a un individuo que sacara a Yuro de su continua expresión impertérrita, ese era Dari. Dari acorralando a Assim en alguna pared, Dari ensimismándose sobre Assim en alguna silla o sofá, Dari moviendo sus finos dedos como arañitas sobre el torso de Assim. Por consiguiente, el segundo factor que sacaba sus ojos de gestos indiferentes era el mismo Assim dejándose intrigar por ese canijo.
Ese retaco asiático se regodeaba hasta el hartazgo, le regalaba una de sus engañadoras sonrisas repletas de malicia y le retaba a superarle, creando una competencia donde jugaba solo, puesto que por más empeño que pusiera, llevaba todas las de perder si el otro lado se negaba a dejarse dominar. Yuro podía sumirse de forma pasajera en un abismo lóbrego, caminaba un par de metros como si fuera atravesando el mismo tártaro; y se asfixiaba en sus propias y veloces cavilaciones. Lo siguiente era dejarse llevar por ese dolor que se convertía en un firme odio, para tomar a la miniatura por las ropas o el cuello (de preferencia la segunda) y apartarlo de su propiedad con brusquedad.
Es mío, vuélvelo a tocar y te desfiguro la sonrisa bobalicona con mis propias manos.
No tenía que mover los labios ni pronunciar palabra, el mensaje era fuerte y claro; con su mirar desbocado que lanzaba llamaradas invisibles, pero que de igual manera quemaban como fuego real.
Dari alejaba sus dedos, las yemas le empezaban casi a escocer y ya era hora de gozar con la escena de celos, su telenovela favorita ¿y lo mejor? El mismo creaba el horario de transmisión. Cruzaba sus manitas detrás de su espalda, inocente, tan así que los otros dos les faltaba poco por tragar que si se trataba de una indefensa criaturilla.
Lo que duraba hasta que arrojara uno de esos dardos repletos de veneno letal, apuntando donde más dolía y atacando de forma experta.
-La estábamos pasando tan bien, otra vez-
Golpe uno.
-Es una pena que no llegaras veinte minutos antes, te habrías llevado una gran sorpresa-
Golpe dos.
-Pero supongo que Assim puede contarte. Si es que no ha sufrido una pérdida de su memoria de corto plazo por necesidad-
Golpe tres.
-Al adorable patito le haces agua la boca cuando aprietas allí, justo donde tienes tu mano-
Bonus track.
Assim se atragantaba con su propia lengua deseando arrancar la ajena a jalones por tener la creatividad de inventar tanta tontería y que más encima, pareciera tan real. Se callaba, porque Dari conocía cada punto vulnerable que poseía y aunque hubiese pasado eones de la última vez, todavía lo hacía sonar como si acabase de hurguetear.
Se sonreía, mordisqueando el labio inferior y dedicándole esas rendijas maliciosas que hasta le exigían las gracias. No importaba lo que dijeran sus padres, ese monstruo había sido engendrado por Satán.
A su lado, reposaba el otro Yinn y por dentro se repetía mil veces: ¡Señor, oh señor! Deja que me refugie en ti una maldita vez y no me juzgues por sodomita, pedazo de puto. Estaba convencido de que algo en su oración no era textual del Corán…
Se percato que seguía allí, pasmarote sobre el sofá, con una mano de Yuro que ejercía presión en su hombro, sus uñas se enterraban en su carne y predecible a lo que Dari siseaba con perversidad, si era de su gusto ese grado de agresividad.
Los dos conocían lo peor y más retorcido de él, así continuaban en el mismo e inmundo espacio, supuso que no podía cubrirse más de negro lo que ya estaba podrido.
Uno fastidiando y el otro acosando. Todo era una real mierda, una que le seguía distrayendo del aburrimiento, por más que lo negara, sabía que a Yuro le parecía igual. Si fuera tan sencillo como llegar, capturar, amar con desenfreno acaramelado en una relación ordinaria de a dos, acabarían los tres detestándose con el alma, uno quedaría fuera, un numero necesario para la perfecta ecuación.
Assim se sentía con la responsabilidad sobre sus hombros de mantener ese limbo de ineptitud, malicia y obsesión, sin importar en qué dirección les llevara. Yuro seguiría corriendo detrás de él, cuidándole de Dari y otros tan o más peligrosos que él y Dari seguiría riendo a costa de ellos, con botanas sobre el regazo y disfrutando de cómo causaba la discordia en las relaciones ajenas y él…él mantendría que la delgada línea de ese enfermizo equilibro se mantuviera intacta. Para divertirse, porque se aburría rápido y ellos también.
-No es lo que parece, Yuro-
Ponía la guinda sobre la torta y despertaba a todo el pandemónium de una sola vez.
Ese retaco asiático se regodeaba hasta el hartazgo, le regalaba una de sus engañadoras sonrisas repletas de malicia y le retaba a superarle, creando una competencia donde jugaba solo, puesto que por más empeño que pusiera, llevaba todas las de perder si el otro lado se negaba a dejarse dominar. Yuro podía sumirse de forma pasajera en un abismo lóbrego, caminaba un par de metros como si fuera atravesando el mismo tártaro; y se asfixiaba en sus propias y veloces cavilaciones. Lo siguiente era dejarse llevar por ese dolor que se convertía en un firme odio, para tomar a la miniatura por las ropas o el cuello (de preferencia la segunda) y apartarlo de su propiedad con brusquedad.
Es mío, vuélvelo a tocar y te desfiguro la sonrisa bobalicona con mis propias manos.
No tenía que mover los labios ni pronunciar palabra, el mensaje era fuerte y claro; con su mirar desbocado que lanzaba llamaradas invisibles, pero que de igual manera quemaban como fuego real.
Dari alejaba sus dedos, las yemas le empezaban casi a escocer y ya era hora de gozar con la escena de celos, su telenovela favorita ¿y lo mejor? El mismo creaba el horario de transmisión. Cruzaba sus manitas detrás de su espalda, inocente, tan así que los otros dos les faltaba poco por tragar que si se trataba de una indefensa criaturilla.
Lo que duraba hasta que arrojara uno de esos dardos repletos de veneno letal, apuntando donde más dolía y atacando de forma experta.
-La estábamos pasando tan bien, otra vez-
Golpe uno.
-Es una pena que no llegaras veinte minutos antes, te habrías llevado una gran sorpresa-
Golpe dos.
-Pero supongo que Assim puede contarte. Si es que no ha sufrido una pérdida de su memoria de corto plazo por necesidad-
Golpe tres.
-Al adorable patito le haces agua la boca cuando aprietas allí, justo donde tienes tu mano-
Bonus track.
Assim se atragantaba con su propia lengua deseando arrancar la ajena a jalones por tener la creatividad de inventar tanta tontería y que más encima, pareciera tan real. Se callaba, porque Dari conocía cada punto vulnerable que poseía y aunque hubiese pasado eones de la última vez, todavía lo hacía sonar como si acabase de hurguetear.
Se sonreía, mordisqueando el labio inferior y dedicándole esas rendijas maliciosas que hasta le exigían las gracias. No importaba lo que dijeran sus padres, ese monstruo había sido engendrado por Satán.
A su lado, reposaba el otro Yinn y por dentro se repetía mil veces: ¡Señor, oh señor! Deja que me refugie en ti una maldita vez y no me juzgues por sodomita, pedazo de puto. Estaba convencido de que algo en su oración no era textual del Corán…
Se percato que seguía allí, pasmarote sobre el sofá, con una mano de Yuro que ejercía presión en su hombro, sus uñas se enterraban en su carne y predecible a lo que Dari siseaba con perversidad, si era de su gusto ese grado de agresividad.
Que sorprendente era la facilidad con la que los tres actuaban con el descaro de simular desconocer lo que pasaba. No era repetitivo como para crear aversión, pero si habitual para hacerlo llamar un juego.
Los dos conocían lo peor y más retorcido de él, así continuaban en el mismo e inmundo espacio, supuso que no podía cubrirse más de negro lo que ya estaba podrido.
Uno fastidiando y el otro acosando. Todo era una real mierda, una que le seguía distrayendo del aburrimiento, por más que lo negara, sabía que a Yuro le parecía igual. Si fuera tan sencillo como llegar, capturar, amar con desenfreno acaramelado en una relación ordinaria de a dos, acabarían los tres detestándose con el alma, uno quedaría fuera, un numero necesario para la perfecta ecuación.
Assim se sentía con la responsabilidad sobre sus hombros de mantener ese limbo de ineptitud, malicia y obsesión, sin importar en qué dirección les llevara. Yuro seguiría corriendo detrás de él, cuidándole de Dari y otros tan o más peligrosos que él y Dari seguiría riendo a costa de ellos, con botanas sobre el regazo y disfrutando de cómo causaba la discordia en las relaciones ajenas y él…él mantendría que la delgada línea de ese enfermizo equilibro se mantuviera intacta. Para divertirse, porque se aburría rápido y ellos también.
-No es lo que parece, Yuro-
Ponía la guinda sobre la torta y despertaba a todo el pandemónium de una sola vez.
Dae Al Saud
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por Alex Dom Sep 27, 2015 11:08 pm
Número 42.
"I SWEAR IT WAS AN ACCIDENT"
Lukas y Darel
"I SWEAR IT WAS AN ACCIDENT"
Lukas y Darel
El agua se sentía tibia en sus pies, perfecta para su piel con el sol de la tarde pegando en su espalda, pero un poco extraña en la herida reciente que tenía en su tobillo. El doctor le había dicho que esperara una semana antes de hacer alguna actividad en el agua, pero por el quinto día no aguanto más las ganas de darse un chapuzón antes de que sus ropas se pegaran a su torso por el sudor. Y la ducha no contaba.
Se quitó los lentes y los dejó a un lado, justo por la esquina donde estaba la escalera para no olvidar dónde los había colocado. Después, se dejó caer en el agua en un intento vago de clavado que no le llegaba ni a los talones, pues aunque podía estar desobedeciendo las órdenes del doctor no era estúpido y no quería poner en peligro su herida más de lo necesario. Acomodó su peso para no poner presión en su pie lastimado y hundió su cabeza para mojar su cabello. Se ayudó con los escalones de la alberca para mantenerse debajo del agua unos momentos, extrañaba estar en la piscina y no podía esperar a que la herida sanara de manera total para poder volver a nadar.
Esperó a que sus pulmones empezaran a arder un poco para empujarse con su pie bueno a salir a tomar aire. Tras una gran bocanada, pasó sus manos por su cabello para recogerlo atrás y que no estorbara en su cara, que aunque estuviera ciego, todavía podía sentir la picazón que traían las puntas de su pelo.
-Oye, Darel, creo que—
Darel se destapó los oídos para escuchar cómo se rompían los lentes de sol que recién le había regalado sus mamá. Dio un largo un suspiro al mismo tiempo que Lukas empezó a disculparse.
Nadó hasta la orilla estirando sus brazos hasta sentir los zapatos del más alto y cuando el sabor amargo de sus palabras inundaban su boca hasta el hartazgo, saltó con su único pie bueno y tiró de el por la camisa a la alberca. Tuvo que sumergirse también para no ser golpeado en la cabeza por los pies de Lukas e incluso debajo del agua pudo escuchar el sonoro Splash que causó el impacto.
-Juro que fue un accidente.-Dijo una vez asomó su cabeza por sobre el agua y Lukas también estaba vivo y respirando, con una sonrisa traviesa en su rostro.
(No se había puesto a pensar si Lukas sabía nadar, pero por suerte, la alberca no era lo suficientemente honda para taparlo por completo)
Se quitó los lentes y los dejó a un lado, justo por la esquina donde estaba la escalera para no olvidar dónde los había colocado. Después, se dejó caer en el agua en un intento vago de clavado que no le llegaba ni a los talones, pues aunque podía estar desobedeciendo las órdenes del doctor no era estúpido y no quería poner en peligro su herida más de lo necesario. Acomodó su peso para no poner presión en su pie lastimado y hundió su cabeza para mojar su cabello. Se ayudó con los escalones de la alberca para mantenerse debajo del agua unos momentos, extrañaba estar en la piscina y no podía esperar a que la herida sanara de manera total para poder volver a nadar.
Esperó a que sus pulmones empezaran a arder un poco para empujarse con su pie bueno a salir a tomar aire. Tras una gran bocanada, pasó sus manos por su cabello para recogerlo atrás y que no estorbara en su cara, que aunque estuviera ciego, todavía podía sentir la picazón que traían las puntas de su pelo.
-Oye, Darel, creo que—
Darel se destapó los oídos para escuchar cómo se rompían los lentes de sol que recién le había regalado sus mamá. Dio un largo un suspiro al mismo tiempo que Lukas empezó a disculparse.
Nadó hasta la orilla estirando sus brazos hasta sentir los zapatos del más alto y cuando el sabor amargo de sus palabras inundaban su boca hasta el hartazgo, saltó con su único pie bueno y tiró de el por la camisa a la alberca. Tuvo que sumergirse también para no ser golpeado en la cabeza por los pies de Lukas e incluso debajo del agua pudo escuchar el sonoro Splash que causó el impacto.
-Juro que fue un accidente.-Dijo una vez asomó su cabeza por sobre el agua y Lukas también estaba vivo y respirando, con una sonrisa traviesa en su rostro.
(No se había puesto a pensar si Lukas sabía nadar, pero por suerte, la alberca no era lo suficientemente honda para taparlo por completo)
Alex
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por Sajani Yamileth Sáb Oct 10, 2015 11:38 pm
Número 13
"KISS ME"
Robert y Yue
"KISS ME"
Robert y Yue
-¿Sería tan amable de permitirme esta pieza?
Robert alzó la mirada hacia la voz. Una joven con un vestido largo de color morado con adornos de color negro y azul oscuro le extendía la mano. Tenía un guante de color negro que llegaba hasta el antebrazo con encaje. Siguió la mirada desde el guante hasta su rosto para encontrar una máscara con varios adornos que aunque de varios colores, no desentonaba con su vestido ni sus guantes. La sonrisa que tenía en el rostro combinaba con todo su atuendo.
Robert se levantó de su asiento y una vez erguido, aceptó la mano de la joven, aunque frunció el ceño mientras caminaban a la pista del baile.
-Lo siento, pero si esperaba a que me invitaras a la bailar, entonces hubiese esperado toda la noche.-Explicó la joven, como si hubiese leído sus pensamientos.
Una vez en la pista de baile, se acomodaron en la posición inicial del vals. Una mano de Robert en la cintura de la joven, y una mano de la joven en el hombro de Robert. La chica no despegaba la mirada del rostro de Robert en ningún momento y parecía que pegaba su cuerpo cada vez más con cada vuelta y giro que daban.
Deslizo la mano en su hombro por su pecho mientras su sonrisa se hacía más grande y fina hasta alcanzar los encajes que colgaban de su máscara. Acercó su rostro hasta que sus mejillas se tocaban y su mano previamente en su pecho se aferraba a su hombro por detrás.
-Bésame.-Susurró casi inaudible en el oído de Robert de tal manera que envió escalofríos por su espalda. El encaje de su máscara hacia cosquillas en su mejilla y estaba totalmente seguro de que la cercanía no era para nada necesaria en el baile.
Robert la inclinó casi hasta el piso en vez de responder. Ella no le quito la mirada en ningún momento, aunque se encargó de arquear la espalda lo suficiente como para que su nuca estuviera a varios centímetros del mosaico.
-¿Te conozco? –Preguntó Robert aun en esa posición. La joven rio levemente, y cuando estaban de nuevo de pie, sostuvo su cara con ambas manos. La música se había acabado y las parejas que ya no querían bailar abandonaban la pista poco a poco, algunos otros cambiaban de pareja. La tela de los guantes se sentía como seda contra su rostro y el calor de sus manos traspasaba la tela. Solo que no importó nada de eso cuando labios ajenos invadían los suyos.
Eran un poco fríos al tacto, pero también eran suaves y delicados. Robert apretó un poco su agarre en la cintura de la muchacha y ella deslizó sus brazos hasta enredar un poco sus dedos en el cabello bien arreglado de Robert. No hubo mucha presión en el beso, y tampoco duro poco, pero Robert tuvo la extraña sensación de que ya había vivido esto antes.
Robert solo se dio cuenta de que había cerrado los ojos durante el beso cuando se separaron. Una sonrisa pícara adornaba el rostro de la joven.
-¿Qué crees? –Dijo con un tono juguetón. Deslizó un pulgar por su lunar antes de dar un paso hacia atrás e inclinar levemente su cabeza.- Fue un placer. Espero podamos repetir esto en un futuro.
Caminó lejos de la pista de baile sin más. Robert hizo lo mismo y camino de nuevo hacia su mesa. Relamió sus labios, notando el sabor a cereza que había dejado el labial de la joven.
¿Cómo olvidar?
Robert alzó la mirada hacia la voz. Una joven con un vestido largo de color morado con adornos de color negro y azul oscuro le extendía la mano. Tenía un guante de color negro que llegaba hasta el antebrazo con encaje. Siguió la mirada desde el guante hasta su rosto para encontrar una máscara con varios adornos que aunque de varios colores, no desentonaba con su vestido ni sus guantes. La sonrisa que tenía en el rostro combinaba con todo su atuendo.
Robert se levantó de su asiento y una vez erguido, aceptó la mano de la joven, aunque frunció el ceño mientras caminaban a la pista del baile.
-Lo siento, pero si esperaba a que me invitaras a la bailar, entonces hubiese esperado toda la noche.-Explicó la joven, como si hubiese leído sus pensamientos.
Una vez en la pista de baile, se acomodaron en la posición inicial del vals. Una mano de Robert en la cintura de la joven, y una mano de la joven en el hombro de Robert. La chica no despegaba la mirada del rostro de Robert en ningún momento y parecía que pegaba su cuerpo cada vez más con cada vuelta y giro que daban.
Deslizo la mano en su hombro por su pecho mientras su sonrisa se hacía más grande y fina hasta alcanzar los encajes que colgaban de su máscara. Acercó su rostro hasta que sus mejillas se tocaban y su mano previamente en su pecho se aferraba a su hombro por detrás.
-Bésame.-Susurró casi inaudible en el oído de Robert de tal manera que envió escalofríos por su espalda. El encaje de su máscara hacia cosquillas en su mejilla y estaba totalmente seguro de que la cercanía no era para nada necesaria en el baile.
Robert la inclinó casi hasta el piso en vez de responder. Ella no le quito la mirada en ningún momento, aunque se encargó de arquear la espalda lo suficiente como para que su nuca estuviera a varios centímetros del mosaico.
-¿Te conozco? –Preguntó Robert aun en esa posición. La joven rio levemente, y cuando estaban de nuevo de pie, sostuvo su cara con ambas manos. La música se había acabado y las parejas que ya no querían bailar abandonaban la pista poco a poco, algunos otros cambiaban de pareja. La tela de los guantes se sentía como seda contra su rostro y el calor de sus manos traspasaba la tela. Solo que no importó nada de eso cuando labios ajenos invadían los suyos.
Eran un poco fríos al tacto, pero también eran suaves y delicados. Robert apretó un poco su agarre en la cintura de la muchacha y ella deslizó sus brazos hasta enredar un poco sus dedos en el cabello bien arreglado de Robert. No hubo mucha presión en el beso, y tampoco duro poco, pero Robert tuvo la extraña sensación de que ya había vivido esto antes.
Robert solo se dio cuenta de que había cerrado los ojos durante el beso cuando se separaron. Una sonrisa pícara adornaba el rostro de la joven.
-¿Qué crees? –Dijo con un tono juguetón. Deslizó un pulgar por su lunar antes de dar un paso hacia atrás e inclinar levemente su cabeza.- Fue un placer. Espero podamos repetir esto en un futuro.
Caminó lejos de la pista de baile sin más. Robert hizo lo mismo y camino de nuevo hacia su mesa. Relamió sus labios, notando el sabor a cereza que había dejado el labial de la joven.
¿Cómo olvidar?
Sajani Yamileth
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por Oscar Vargas Miér Oct 14, 2015 3:54 am
37- “Wanna dance?”
Primera Parte
AishaxOrquídea
Primera Parte
AishaxOrquídea
Mi nombre es Orquídea como la flor pero, de hecho, desconozco como luce una en persona. También escapa de mí la razón que llevó a mis padres a ponerme ese nombre cuando la única planta que no se les ha muerto es la del tomate erguido con ayuda de un palo en el jardín.
Soy Orquídea y me gusta leer. Mucho. Llevo un libro conmigo a todos lados, se lo puede considerar una manía.
Se supone por ello que sea inteligente, de hecho mis calificaciones lo abalan pero, la verdad, no soy más que del promedio.
Si tuviera que decir una virtud, apelaría a la perseverancia. Mamá utilizaría el término terquedad ("Como tu papá").
Pero volviendo al tierno manifiesto de mis capacidades cognitivas, aprendí a leer a temprana edad y, recalco, no por ser una genio ni porque mis padres fuesen unos catedráticos en lo que refiere a la pedagogía infantil.
Fue sencillamente un verano en el que Nono nos visitó. Nono en su juventud fue un apuesto marinero (en sus propias palabras) que le dio la vuelta al mundo por el ártico. Con los adultos de aquí para allá siempre tan ocupados, la única incauta que pudiera escuchar tanta charlatanería de ficción naturalmente fui yo.
Y así simplemente, una tarde en su estudio él señaló una isla en el globo terráqueo, en un intento de hacer veraz su historia, y yo supe qué y cómo se decía. Repetición o conductismo (acción-> reacción), fue todo un acontecimiento.
Acontecimiento que desencadenó en mi nombre y apellido inscripto en academias de nombres ingleses o franceses, pruebas de coeficiente (mi IQ no iba más de lo normal pero, oh, los profesores veían tanto potencial) y todo tipo de manuales enciclopédicos con hojas impolutas y cargadas del inconfundible olor a nuevo, que venían de ‘regalo’ con las elevadas matriculas.
Entonces ahí me tenían cargando libros de complicada dicción de un lado al otro. Le otorgaba tiempo razonable al estudio y la mayor parte de mis ratos libres me decantaba por la lectura de recreación.
Sin embargo, mamá se mostró preocupada, y no es que después de empezar a estimular mi aprendizaje ella se convirtiera en una de esas neuróticas madres constrictoras que monitoreaba día y noche mi comportamiento. En realidad siempre fue una persona de trato suave y ligero, y probablemente la primera en advertir mi naturaleza independiente y resoluta, concediéndome el espacio necesario. Pero seguía siendo una madre como cualquier otra y las madres siempre sabían cuando algo andaba mal.
El tema en cuestión era que la pequeña Orqui de 11 años no hablaba mucho, tampoco jugaba con otros niños de su edad, ni siquiera con su alegre y no tan brillante hermano mayor.
Pero mamá dio rápidamente con el remedio, sólo como ella podía hacerlo.
- ¡Baile de salón!
Tras una visita al dentista y un doloroso ajuste a mis brackets, recuerdo habernos detenido frente a un edificio de fachada sencilla, salvo por unas letras de elegante caligrafía que rezaban St. Marie – Estudio de Danza.
Leí dos veces esa frase y una vez que uní los cabos me giré a ver a la mujer en el volante, su radiante sonrisa terminó de hundir el puñal en mi espalda.
- Es increíble que todavía enseñen estas cosas. Cuando tenía tu edad tu abuela también me hizo tomar clases, ¡Ay,si vieras cuánto me divertía!, ¡Ah, pero sí lo verás~!
La castigué con mi silencio durante el corto trayecto desde al estacionamiento hasta el hall del edificio. Nos encontramos con un grupo de niños, sus respectivas madres y la estirada instructora. No se trataba de la mismísima Marie, sino una empleada, la Señorita Andrea.
Aún abrazada al libro de turno, no pude escudarme de su mirada cargada de reprobación. La que más tarde se materializaría en su gangosa voz gritándome sobre cada error en el que caía al bailar, que siendo honestos con el correr de las semanas no hacían más que acumularse, para mayor frustración suya que mía.
Este el momento de aclarar cuánto odiaba esas clases. Baile de salón. Pfffffffffffffffft. ¡Sandeces!
- ¿Qué importancia tiene que sepa bailar si no le dedico el debido tiempo al estudio y fallo en mis exámenes?
- No lo harás, sube al auto cariño.
A veces también odiaba a mi madre.
Y a la Señorita Andrea pero eso era recíproco y menos dramático.
Y a la bola de chiquillos latosos, irritantes e impertinentes. Todo aquello era un juego para ellos corriendo de un lado al otro en el encerado piso de madera. Niños y niñas solían formar dos grupos, cuchicheando, riendo a gritos, burlándose….
Y ahí estaba yo, generalmente con la espalda pegada a la pared de espejos. Mis manos retorciéndose a mis costados a falta de un libro que sostener.
Y ahí también estaba Aisha. Su mención, por supuesto, deja claro que era alguien diferente a todo púber conocido hasta ese momento.
Como yo, Aisha tenía cierta tendencia a exiliarse del mundo infantil. Aunque los saltos que daba o las frases atropelladas que salían de su boca si es que por casualidad alguien le dirigía la palabra dejaban claro que no era su intención ser dejado de lado.
Aisha no era precisamente repelente, ni excesivamente tímido. Ni preciso, ni excesivo. Aisha se mantenía en un punto medio. Voz baja y pasos cuidados, no dejaba de ser algo torpe.
Sin embargo…
- No sé ustedes, pero a la próxima sacaré a bailar a Aisha.- Una explosión de carcajadas, el detonador era uno de los niños mayores, Andrei.
Es que Aisha, un muchacho de rizos oscuros, bucles enmarcando sus facciones gráciles, era más pequeño que la mayoría de los niños y mucho más bonito de lo que yo nunca podría llegar a ser.
- ¡Bueno! - Hakan soltó, otro de los antiguos condenados a la tortura del baile de salón.- Mejor antes Aisha que Orquídea. – Más risas. Se los dije.
Claramente, tenía un porqué propio para ser una exiliada, y podría ser tanto debido a mi eterna expresión severa, las gruesas gafas cubriendo la mitad de mi rostro o mí esponjado cabello rizado hasta las orejas que daba la apariencia de un hongo.( ¡Un hongo! Jamás me cuestioné las habilidades con la tijera de mi madre hasta haber pisado ese maldito lugar). Mi elección a la hora de vestir siempre había sido más práctica que estética y eso me dejaba fuera del selecto grupo de niñas con vestidos acampanados y dulcemente perfumados.
Aunque aquellos niños sabían perfectamente que estábamos escuchándolos siguieron riendo a viva voz. Los novatos siempre eran un buen tema de conversación. Que Aisha la niña. Que Orquídea la fea.
Yo apreté los labios y miré hacia un costado. Aisha bajó la vista hasta sus pies.
- Denle un respiro a los nuevos.- Oímos a Syaoran, el encantador Syaoran, hablar por encima de todos.- Apuesto que lo dicen porque saben que serían rechazados da-ze~.
Syaoran entonces miró hacia Aisha y le guiñó un ojo.
Puedo asegurar que ese fue el momento en que Aisha se enamoró de Syaoran.
(Y por algún motivo, yo también lo hice.)
Última edición por Oscar Vargas el Lun Ago 13, 2018 12:55 pm, editado 2 veces
Oscar Vargas
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por Oscar Vargas Miér Oct 14, 2015 10:27 pm
37- “Wanna dance?”
Segunda parte
Bueno, en realidad no lo había visto de esa forma en es momento. Ni había decidido enamorarme de él. Fue mirarlo y pensar qué chico más tonto. Pero algo se había movido en mi pecho y nada volvió a ser como antes.
Aunque eso no cambiaba demasiado la situación. A las infames clases de baile ahora podía agregarle los sonrojos innecesarios, miradas robadas de su perfil, su nombre escrito unos cientos de veces en algún diario íntimo. Podría agregarse también que ahora odiaba incluso más esa hora después de la escuela, moría de celos al verlo hablar con las niñas mayores o incluso cuando pasaba su brazo por los hombros de Aisha y terminaba de reclutarlo con los de su género (podía imaginar el corazón de Aisha diluyéndose bajo su tacto).
Y, por sobre todo, odiaba a Syaoran cuando me descubría estudiándolo y todo lo que hacía era sonreírme, sonrisa grande y luminosa como ninguna.
¿Cuál era la necesidad de ser tan amable?
Syaoran era un alma fresca y candorosa.
Pero así era con todos, sin excepción, y yo sabía que ni por asomo tendría chance alguna.
Siempre había sido algo fatalista (Realista).
En cambio, Aisha era otra historia.
Él era un idiota que terminó arruinándolo todo.
Pero esa también es otra historia y no quiero adelantarme.
En fin, la gala final de la clase llegó con el tiento de mis pasos a la adolescencia. Sólo hasta final del curso, había prometido mamá.
Tal como había explicado la Señorita Andrea, mostraríamos lo aprendido en una fiesta a la que también asistirían nuestros padres, para ello - aquí venía la gran novedad- contábamos con la libertad de elegir nuestras parejas.
En realidad, los chicos tenían esa libertad. Ellos invitaban a bailar y las niñas estábamos obligadas a decir que sí. Así, sin más. Grandes valores que inculcar a sus hijos, señores.
Ni Aisha ni yo perdimos de vista a Syaoran invitando a su hermana Mei a bailar. Me pareció predecible, habían sido compañeros durante todo el año y eso seguía haciéndolo odiosamente adorable. Mas los hombros de Aisha bajaron con insensata decepción y yo estuve a punto de sacudirlo por los brazos y gritarle “¿En serio, Aisha?, ¿En serio?”
Pero no lo hice, otra alarmante situación captó mi atención y puso mi mente a trabajar. En la clase, niños y niñas éramos impares, con un niño de más. Mis ojos rápidamente escanearon el salón, a esas alturas todas tenían compañero de baile. Todas menos yo. De los niños quedaban Aisha y…
Mis ojos detectaron a Hakan caminando en mi dirección, encogido en hombros y arrastrando los pies, como quien no quiere la cosa. Y es que en realidad no la quería.
Supuse que eso era a lo que llamaban Karma.
Pero aquél era su maldito Karma y yo no estaba dispuesta a pagarlo junto a él.
Mis zapatos sonaron en el suelo tableado cuando corrí a través de salón, pasando junto a Hakan y deteniéndome frente a Aisha. Sus ojos tan abiertos como los míos cuando tomé de su mano, estaban impregnados de confusión.
- ¿Quieres bailar?
La pregunta lo sacudió de pies a cabeza como me hubiese gustado hacerlo momentos antes. Y la instructora, que había visto todo, explotó con sus No. No. Así no es.
Qué calamidad habrá sido ver otra fémina imponiendo su poder de decisión.
En resumen, la Señorita Andrea nos obligó a repetirlo, bien esta vez, y Aisha y yo oficialmente éramos pareja.
Y, como una amiga me diría años más adelante, el Karma podía ser una perra ardida. Así vimos a Hakan sin opción más que bailar con la instructora.
La música comenzó a sonar. Mi mano estaba en su hombro y la suya en mi cintura. Aisha y yo comenzamos a movernos lentamente.
- No tenías que hacer esto.- Él dijo en algún punto, lejos de oídos curiosos.
Yo alcé una ceja y luego la otra. Dejé de mover mis pies y me separé de él con un indignado: - ¿Disculpa?
Aisha respondió rápidamente al atraerme una vez más a él con suavidad. - No hagas eso, por favor.- Pidió con cortesía, concentrándose en devolvernos al compás de la música.
Impaciente esperé a que hablara pero acepté que siguiera guiándome por la pista. Mi pareja rehuyó por un momento de mi mirada y después resopló, un tanto ofuscado.
- Pérdoname, yo – Hizo una pausa y reelaboró la frase en su cabeza.- Lo que hiciste fue muy amable pero, de verdad, no tenías que hacerlo. Yo estaría bien, incluso sin bailar.
- Créeme, no lo hice por ti.- Contesté, seca y tajante.
Con eso fue suficiente para desalentar sus ánimos de seguir conversando y ya no volvimos a hablar.
Sé que en alguna parte mamá conserva una fotografía de la gala final, Aisha y yo tomados de la mano mirando fijo hacia delante.
Y, la verdad sea dicha, Aisha era un gran bailarín.
-|-
Cuando comencé la secundaria mis padres tuvieron otra epifanía. ¿Qué tal si Orquídea abandona las clases avanzadas y va a una escuela común y corriente? Claro, eso había funcionado a mi exitosamente sociable hermano mayor, y yo tenía que darles crédito pues con eso comenzaba a convertirme en la típica adolescente que odiaba a sus progenitores.
Allí estaban entonces casi todas las mismas caras de las clases de baile (era una ciudad bastante pequeña), y otras nuevas también.
Conocí a Robin. Cálida y brillante como el sol, sus manos o boca siempre ocupada por alguna chuchería, me pareció similar a mi manía de llevar un libro siempre conmigo. Se sentaba junto a mí en clase y su amistosa personalidad hizo todo el trabajo para que a final de semestres fuésemos inseparables.
Y a Alina, elegante y astuta como una gata. No podría decir si éramos amigas o no, ella conocía a todos en la escuela, y con cada conversación entablada con ella sentía que aumentaba su base de datos. Era curiosa pero no metida y con eso bastaba para no transformarse en una molestia.
Y también, de nuevo, estaba Aisha. Compartíamos la misma clase pero todo ese tiempo hice mi mejor esfuerzo para mantenerme al margen de su persona.
Y es que, por alguna ley de la física, si Aisha estaba ahí significaba que Syaoran andaría con pasos ligeros en algún salón de año superior.
Me gustaría explicarles lo difícil que se me hacía Aisha y sus ojos satelitales siguiendo cada paso de Syaoran, el disgusto que me sobresaltaba al advertir la forma satelital en que mis propios ojos lo seguían, a él, a los dos. Como sea, Aisha seguía estando hasta los huesos por él y su presencia era un constante recordatorio de que yo también lo estaba. Pero mientras hacía mi mejor esfuerzo por enterrarlo en el recoveco más olvidado de mi ser, Aisha lo revelaba en su forma más pura y cristalina. Se trataba de un amor que hacía inflar tu pecho pero no te dejaba respirar, dulce y pegajoso. Insoportablemente obvio.
Un día antes de las vacaciones de verano decidí acabar con todo aquello y me declaré a Syaoran.
Lo intercepté detrás del gimnasio, ese día el aire estaba lo suficientemente pesado para atreverme a remangar mi camisa hasta los codos y el viento caliente agitaba con fuerza nuestros cabellos, tuve que quitármelo de la cara varias veces antes de poder hablar.
Sabía perfectamente lo que iba a ocurrir pero estaba preparada para ello, me dije, también sabía cuánto necesitaba que me diera la llave de la libertad que me permitiría volver a respirar con normalidad.
Con sorpresa, Syaoran borró lentamente su perenne sonrisa y se mostró ridículamente afectado.
Comenzó con un “Lo siento…”
Y lo frené. Le dije que estaba bien, que ya lo sabía pero que necesitaba decírselo.
Era un desenlace esperado. Durante el receso podría sanarme a mí misma. Todo estaría bien.
Cuidadosamente sonreí, continuaba intacta.
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Hakan me besó. Me encontró hecha un lío de lágrimas y rizos pegados a mis mejillas rojas y humedecidas. Sus manos asieron mis muñecas y sus labios secos chocaron con los míos. Todo lo que podía pensar fue en las manos gentiles de Syaoran haciendo añicos mi corazón. Pero Hakan me estaba besando, con fuerza. Luego me empujó, me miró como si no me reconociera y se marchó. Así como si nada. Y juro que en ese momento lo odié como nunca había odiado a nadie. Hakan después decidió acosar a Hyoo. Yo decidí olvidar lo que había ocurrido ese día. Renuncié a Syoaran, a fijarme en los chicos. La idea de volverme a dejar en un estado como aquél, de extrema vulnerabilidad se volvió inaceptable.
Sin embargo, como había adelantado, Aisha lo tiró todo por la borda.
Última edición por Oscar Vargas el Lun Ago 13, 2018 12:56 pm, editado 1 vez
Oscar Vargas
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por Kristófer Fernández Jue Nov 19, 2015 11:34 pm
45. TELL ME A SECRET
Assim & Giulia
Argumento: Giulia ve en Assim mucho potencial. Y también habla puras trivialidades.
Assim & Giulia
Argumento: Giulia ve en Assim mucho potencial. Y también habla puras trivialidades.
- Tell me a secret:
- ─¡Oye, oye! ¿Quieres que te cuente un secreto?
─No.
─Pues te lo voy a decir de todas formas.
Así lo había abordado su mejor amiga en el pasillo mientras guardaba las cosas en su taquilla. Fantástico.
Assim miró a Giulia con cara de circunstancias y se preparó mentalmente para escuchar lo que seguramente sería una completa idiotez, pero que a ojos de su amiga sería una poderosa revelación. Ya ni sabía por qué se estaba molestando en preparar sus defensas, si igual sabía que Giulia las iba a destruir de golpe.
Igual la esperanza muere al último ¿No? Pues no con ella.
─Sé que esto te va a sorprender, pero… ─Giulia abrió los miró con los ojos como platos y le tomó las manos─. Te confieso que nunca he tenido novio.
Assim entrecerró los ojos y se soltó, dando un paso disimulado hacia atrás.
─¿Ah, sí?
─Lo sé, impactante ¡Yo también lo he pensado! ─exclamó Giulia, mirando al cielo ¿Qué tanto le veía? ¿Acaso se las estaba dando de interesante─. Me pregunto por qué será día a día…
─Mira, a lo mejor tiene mucho que ver que cuando te preguntaron enfrente de toda la clase si las chicas te gustaban, dijiste que eran muy lindas. Pero son conjeturas mías.
─¡Oh! ¿Será? ─Giulia se acarició la barbilla, pensativa─. Bueno, las niñas son muy bonitas ¿A que sí?
─Pues…
─¡Pero también los niños son lindos! ─exclamó Giulia agitando los brazos, sin dejarlo contestar─. ¡Mírate! ¡Tú eres lindo!
Y dale con eso. A veces sentía que Giulia era como el tipo ese de la película de Amor ciego; sólo ella podía ver belleza donde no la había y Assim era el ejemplo más claro. Ni siquiera podía argumentarse que lo que ella veía era belleza interior porque su existencia era aún más dudosa que su atractivo físico.
Ni siquiera iba a ponerse a rememorar todas aquéllas veces que había declarado que Assim era clavadito a Yahan y que no habían chiquillos más monos que ellos. Peor aún era que sostuviera que incluso él era más adorable que su mellizo. Llegó a plantearse que Giulia se estuviera burlando de él, pero no, pura sinceridad (y estupideces) brotaban de sus labios.
Esa niña era todo un cao, sí. Pobrecilla, no iba a llegar lejos en la vida.
─Eh ¿Qué tanto estás pensando? ─preguntó Giulia con interés.
─En nada ─contestó Assim, encogiéndose de hombros─. Al menos en nada importante.
─¡Para mí tooooodo lo que pienses es importante!
─¡No es posible que tengas tan poco criterio!
Giulia se cruzó de brazos y lo miró haciendo una mueca. Genial, allí le iba a caer el sermón.
─Pero hombre ¡Que si tengo criterio! Mira, me junto contigo ¿No? Y te considero algo así como el mejor amigo que existe en el mundo ¿Qué más pruebas quieres?
─¿Cómo te explico que te dirían por ahí que es prueba suficiente para declarar que estás chiflada?
Cerró la taquilla con cara de pocos amigos y se fue hacia la salida de la prisión que se hacía llamar escuela, cómo no, acompañado de Giulia. Quería irse de una buena vez, la verdad, entre la escuela y otras cuestiones (Yuro) el plan de irse a comer un helado con Giulia era de lo más apetecible.
─Ya vale ¿Pero qué con eso? Es que se lo pierden, qué tontorrones ─le dirigió una sonrisa de lo más brillante─. Pero tú eres el más idiota de los idiotas.
─Gracias por tu sinceridad.
─Espera, déjame terminar. Es que no ves que eres genial y yo me pregunto por qué eres tan cabeza hueca. Otro secretito: Soy una pitonisa.
─Giulia…
─¡Que me dejes terminar! Mira, un día vas a ser el chico más cuerazo del mundo… ¡No pongas esa cara, tío! ¡Que lo digo en serio! Ok, vas a ser un chico súper buenazo, lo siento en los huesos y yo nunca me equivoco.
─Podría argumentarte tantas cosas en contra.
─Qué fea maña la tuya de hacerte menos, eh ─Giulia se colgó del brazo─. Igual, aunque seas el Patito Feo toda la vida eso no te quita lo maravilloso. Mira, yo tengo buenos gustos con los amigos.
Assim se quedó callado. Dudaba del buen gusto de Giulia respecto a sus amistades si le hablaba hasta a los más miserables del rumbo y aun así se las ingeniaba para ser la mar de simpática. No. El buen gusto era el suyo, que aunque en un principio ella le parecía un chicle excesivamente pegajoso, ahora se congratulaba por la suerte que tenía.
─Bueno, yo ya te dije muchos secretos, ahora cuéntame tú uno ¿Sí?
Yep. Era mucha suerte a pesar de lo latosa que era.
─¿Secreto? ¿Cuál secreto? Contaste puras obviedades.
─No seas así. No me hagas cantarte tu soundtrack de camino a la heladería.
Assim la miró con horror. No, no, todo menos eso.
Al final de cuentas tuvo que tragarse la voz de Giulia haciendo gorgoritos mientras cantaba al ritmo de “he loves you, yeah, yeah, yeah”. Eso y una canción que ella misma había compuesto que se parecía sospechosamente a la melodía de Livin’ la vida loca.
Igual no iba a soltarle prenda.
Kristófer Fernández
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por Jean-Pierre Bonnefoy Fdez Lun Dic 07, 2015 12:28 am
“Boo.”
Yun + Jean Pierre + Robin
Yun + Jean Pierre + Robin
¡Boo! –Robin se sorprendió al ver a sus mejores amigos en la puerta de su casa con trajes de Halloween, algunas bolsas de súper en sus manos y unas cajas de pizza. –Dudes… ¿Qué está pasando?
Decidimos traer el Halloween a ti, por supuesto. –Jean respondió, bastante sonriente disfrazado de una versión masculina de Esmeralda, la protagonista del Jorobado de Notredame. Por otro lado, Yun saludaba detrás de Jean, con unas orejas de gato y un maquillaje que parecía bastante improvisado. No tenía que ser adivina para saber que todo aquello era invento del rubio, y que Yun no había tenido más opción que seguirle el juego. En realidad, ambos se veían demasiado graciosos. –Pues, estamos en noviembre.
¿Y? Lo importante es la intención. –La rubia sonrió, un poco resignada, porque no se imaginaba diciéndole que no. Ya sabía que esos eran sus amigos tratando de apoyarla emocionalmente en su ruptura. –Okay, pasen.
Hemos planeado toda una noche de películas y chucherías. Pero no de terror, obviamente. –El rubio levantó las bolsas, demostrando su emoción. –Incluso, encontré películas sobre strippers, ¿puedes creerlo?¬ –Dijo, justo antes de darle un cariñoso (y sonoro) beso en la frente, y entrar. Yun, en cambio, optó por un abrazo. –…Al menos logré evitar que trajera a los strippers reales. –La rubia le observó con expresión de profunda confusión, sin poder evitar reírse de la idea unos momentos después. –Tu tarea es decirle que quieres ver algo de superhéroes o algo por el estilo, y entonces ambos estaremos a salvo. ¿Hecho?
Hecho. –Dioses, en definitiva sus amigos eran todo un caso, pero estaba segura de que no podría cambiarlos por nada en el mundo.
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“You fainted…straight into my arms. You know, if you wanted my attention you didn’t have to go to such extremes.”
R!HakanxR!Hye
Después de mucho trabajo bajo el sol sin haber comido bien por el afán de ir a cuidar sus flores, tuvo que haber imaginado que no era buena idea tratar de levantar aquellos pesados cubos con agua para trasladarlos a la siguiente sección de su gran jardín. Porque, en el momento que hizo fuerza, su cuerpo se descompensó, provocando que perdiera el conocimiento por algunos segundos. Sin embargo, su cuerpo no fue a dar al piso porque unos fuertes brazos lo habían prevenido.
Aunque no podía abrir los ojos porque el sol le estaba cegando, supo inmediatamente que ese era el destino presentándole a su príncipe azul. ¡Tan romántico al salvarle con sus imponentes brazos de un terrible golpe! Se imaginaba casándose con él, y criando tantas flores en un gigantesco jardín para que sus retoños crecieran amando a la naturaleza tanto como él.
No obstante, cuando el sol dejó de cegarle porque el extraño individuo se acercó a su cara, todas sus ilusiones se fueron directo al caño. De todas las personas, era el desagradable de Rye. Su cara se contorsionó del horror, primero porque su presencia era suficiente para horrorizarse y segundo, y peor de todo, por haber imaginado semejantes cosas con él. – ¡Rye! ¿Pero qué estás haciendo aquí?
Estaba aburrido, y pensé que sería realmente entretenido venir a molestarte. Estabas tan concentrado que me dieron muchas ganas de asustarte, pero antes de que lograse hacerlo, te desmayaste sobre mis brazos. –Rak escuchó aquellas palabras con recelo, frunciendo el ceño al enterarse de sus verdaderas intenciones. Definitivamente, Rye era de lo más vil que existía… ¡Y lo peor era que seguía apoyado sobre sus brazos! Así, se incorporó con afán, estableciendo distancia entre ambos como si su vida dependiera de ello. – Ya sabes, si tanto querías mi atención, no tenías que ir a tales extremos.
¡¿Pero de qué estás hablando?! ¡Tú eres el que ha venido a molestarme! –Era un tipo tan molesto y despreciable y deplorable y… –A juzgar por el horrible sombrero que tienes puesto… No te estás poniendo rojo por el sol. –Entonces, se echaba a reír y a él le provocaba molerle a golpes, aunque sabía que eso era imposible porque su único talento era plantar flores. Además, prefería ser una persona pacífica antes de terminar como un salvaje así como Rye. –Eres… Un… Cabeza de chorlito.
Un… –Volvía a reírse sonoramente, esta vez sujetándose el abdomen, burlándose de forma descarada. –Sí, eso eres. Cabeza de chorlito, cabeza de chorlito, cabeza de chorlito… –Era tan molesto que se riera de su insulto, pero no pretendía rebajarse a su nivel diciendo groserías. Simplemente lo ignoraría, y se llevaría sus baldes a la siguiente sección del jardín, porque tenía suficiente trabajo por hacer para distraerse con un cabeza de chorlito como ese. Por tanto, se dio la vuelta con expresión fastidiada, concentrándose en lo que le faltaba por hacer: Regar las plantas de la siguiente sección. Así, se dispuso a levantar con rapidez los baldes llenos de agua cuando volvió a perder el conocimiento, como era de esperar. – ¿De nuevo, Rakpunzel? –Esta vez, viéndose de nuevo en los brazos ajenos, lo primero que hizo fue empujarlo de forma brusca. Sin embargo, esto al otro no le cayó en gracia, porque como represalia decidió dejarle caer. Entonces, se arrepintió de haberlo empujado porque el golpe de esa caída había dolido mucho más de lo que podría haber imaginado.
Jean-Pierre Bonnefoy Fdez
Mister simpatía
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