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[Intercambio] Navidad 2016
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por Hyoo Dai Shankh Vie Dic 25, 2015 7:16 pm
Jojojojo feliz navidad mis queridas. Espero Santa se comportará a la altura y les trajera muchos obsequios, porque seamos honestas ¿a quién le importa la paz y el amor? ...a mí no (?). Ya que, dejo oficialmente este tema abierto para que coloquen los regalos que corresponden para el juego de la amiwi secreta.
Primero que todo, ojalá mi linda amiga secreta disfrutará estas fiestas. Traigo la primera parte de su regalo, porque la segunda me quedo bien shit y no le voy a dar algo indecente (?) y la afortunada de recibir algo de mis bellas manos es: KARLITA <´3 -abraza, besa, abraza-
Una serie de fics que no están relacionados entre sí, algunos de navidad otros de ideas que dejamos en pendiente:
Primero que todo, ojalá mi linda amiga secreta disfrutará estas fiestas. Traigo la primera parte de su regalo, porque la segunda me quedo bien shit y no le voy a dar algo indecente (?) y la afortunada de recibir algo de mis bellas manos es: KARLITA <´3 -abraza, besa, abraza-
Una serie de fics que no están relacionados entre sí, algunos de navidad otros de ideas que dejamos en pendiente:
- Spoiler:
- Tonterías
Dae, Robin y Dylan¿Por qué, Alá? ¿Por qué? De haberse predispuesto a que tener amigos sería el equivalente a mantener una cachorro, se las habría pensado bastante antes de considerar a Dylan como su mejor amigo y a Robin como ese ser extraño que entre que era su amiga y lo que prefería llamar la hermana que nunca tuvo.
Tres o cuatro de la madrugada, que tocaba la irritante musiquita del celular o que golpeaban la puerta entre plegarias. Dae se quedaba del otro lado, debatiéndose el volver a la cama o sumirse ante el apocalipsis. Al final de cuentas no sabía para que despilfarraba así el tiempo, tarde o temprano terminaría quitando el cerrojo para que Dylan o Robin (a veces ambos) se colaran a su casa y de preferencia a su dormitorio. Por una razón muy idiota, tenían la creencia de que sus cuatro paredes tenían una especie de barrera anti cucos, zombies y fantasmas.
Cuando llegaba Dylan, no era tanto embrollo. Ignoraba gran parte de su berrinche y lo callaba de un almohadazo. Luego podía continuar durmiendo dándole la espalda y rogando antes de quedarse dormido, que…no se le ocurriera dar patadas ni golpes. Que si volvía a partirle la mente con una técnica de boxeo que ni el propio Dylan sabía que manejaba, juraba que lo echaba volando por la ventana.
La cuestión compleja era cuando se colaba Robin y pues…la cama de plaza y media se hacía pequeña y no se sentía especialmente cómodo con sus bubis chocando contra su espalda, pecho u hombro. Enfurruñado, arrojaba la almohada al suelo y se hacía con un cobertor dejando a ese dúo de problemáticos rubios hundirse en pesadillas.
La mierda era despertar irritado a las cinco y tantos por tener a ambos a cada lado. Respiraba ahogado por el exceso de calor y para remate no podía moverse un centímetro. Grandísimos hijos de puta, que los brazos constrictores de Robin y que la pierna de Dylan cortándole la respiración.
¡Se iba para no tener tetas ni ronquidos cerca! Allí se daba cuenta de lo mucho que tenía que quererlos si los dejaba permanecer consigo hasta que tuviera que levantarse.
Si, quería más o menos a esos idiotas, un poco…mucho, lo suficiente como para volver a cerrar los ojos y conciliar el sueño, confiado y seguro de que todo estaría bien por la mañana.
Excepto por el exceso de baba que Dylan regaba por su hombro. Agggg.
- Spoiler:
- SH AU
Navidad en casa del Grinch
RylanxFadi¿Qué si era por placer masoquista? Le daría menos vergüenza decir que así era. Fadi se miraba al espejo, por decima vez y trataba de bajar la hinchazón en su labio que ya empezaba a irritar. Aplicar el hielo le hacía sentir una tranquilidad momentánea, pero no podía ir por la vida con ese trasto a todas partes.
Esconder las marcas rojizas y ennegrecidas era una estupidez, no existía maquillaje suficiente para cubrir las heridas. Cuando la gente preguntaba, Fadi se alzaba de hombros y respondía con seguridad “tomo clases de boxeo” imaginando que su nuevo pasatiempo era ser más cercano al saco de arena que se ofrecía como voluntario. Los golpes, rara vez iban dirigidos hacia él, era más bien que tendía a entrometerse entre el sadismo de Rylan y sus víctimas.
...
¿Qué por qué lo hacía? Simple: el segundo amor podía llegar a ser tan potencialmente letal y fuerte como el primero. Hasta podía llegar a serlo mucho más. Y más explicaciones razonables no tenía a la mano.
—¿Ya te vas, conejito?—
—Tengo literatura española clásica y latín. No puedo faltar—. Fadi se despedía de forma sobria, impulsado por la molestia del reciente apodo y en un pésimo intento por parecer que le daba igual. Rylan no se despedía amorosamente de nadie, por más que hubiese compartido la cama cuarenta minutos atrás con el sujeto. Con Fadi, el asunto daba un giro perturbador. Se daba el entusiasmo de levantarse y revolver sus cabellos rubios antes de que se fuera sin dar grandes comentarios. Muy contadas ocasiones le sonreía y en lo que al menor respectaba, prefería los silencios y las burlas de Rylan antes que esas tenebrosas sonrisas pasivas que no avecinaban nada bueno.
Fadi aprovechaba ese lapsus y se llevaba consigo sus emociones, las que había logrado robar. Con el tiempo había aprendido que leer sentimientos no era lo único que podía hacer, también podía llevarse un trocito de ellos consigo. Nunca lo suficiente para detener la tristeza y el dolor, aunque si una porción mínima para mantener la lógica y la razón en el individuo por cortos periodos de tiempo, tan escasos que cuando desaparecían de su interior debía correr a toda prisa para asegurarse de que seguía vivo…o que los demás seguían vivos, cualquiera fuera el caso.
Lo desagradable era llegar para cerciorarse de que alguien más me había tomado terreno por adelantado.
—¿Te sumas con nosotros?—
—Paso—Daba un portazo, entre irritado y aliviado. Curioso era que aquello que mejor contenía a Ryl fuera precisamente el acostarse con cuanto diablo encontrara. Fadi prefería decir que le era desagradable y no que le molestaba, esperaba fuera de su dormitorio con los audífonos puestos, la música al máximo volumen e ignorando los gemidos guturales que traspasan la pared, junto a ellos los trompicones del catre chocando contra los muebles. Al cabo que si duraba más de diez minutos o treinta a lo más dependía netamente de que no se hubiera atrapado un precoz. Oh…menos de diez, lastima. Ya sería para otra.
—¿Sigues aquí? Que dulce eres conmigo, me harás sonrojar—. Más de un motivo tenía para no romper una mesa en su espalda, la principal era la de conseguir el efecto no deseado. No se molesto en ver quien se despedía al cruzar la puerta, golpeo esta sin poder retener sus propias emociones—Si no te conociera, diría que estas celoso—
—Apunta tu cucho de cigarro para otro lado. Me jode—. Si estaba celoso, lo estaba y también estaba furioso. Podía llegar cuanta maravilla a revolcarse en su departamento con el mínimo de elementos y ninguno de ellos se preocuparía de él más tarde. Fadi lo hacía hasta donde resultaba herido y sabiendo que no recibiría gratitud, al menos esperaba un mínimo de reconocimiento y si llegaba con un poquito de afecto…aun mejor.
“La fe es para idiotas” se decía con crudeza para salir de allí y prometerse no regresar. Promesas ridículas y vergonzosas que no le duraban más allá de cruzar la calle y volvía cual perro con la cola entre las patas. Ese día, lo perdonaría, porque era un día diferente que se daba una vez al año, aunque Rylan dijera que era una tontería. Una que le recordaba a su familia a quienes todavía no sabía porque, detestaba.
—No deberías estar aquí, honey. No es un día en el que me sienta particularmente repleto de espíritu navideño y de amor—
—Es un alivio que tu opinión no me interese, déjame pasar—. Si le preguntaran, no podría decir que prefería estar en ese cuchitril lleno de hanta antes que en su cálida casa con la familia que amaba y las golosinas que tanto le gustaban. Allí no tenía más que una cerveza fría y los tic tac de naranja que había sacado en la maquinita de la Universidad. Toda una cena digna de un príncipe.
—Vete con tu linda mamá, debe estar deseando achuchar a su retoño en noche buena—
—No, estoy bien aquí. Me la paso de maravilla con mis tic tac y tu cerveza barata—. Se permitía sonreír, si sería la navidad más mierda de toda su vida y sin embargo, estaba contento. Quizás porque Ryl había tenido ese impulso de apretujarlo sin colar sus manos en sus pantalones. Estaba ahí, tibio, calmado e indescifrable, tenía hábito de leer su locura, pero esa noche era paz y no de la que solía fingir. Podía decir que odiaba la navidad, ser tan parecido al Grinch que ya causaba gracia y sin embargo lo mantenía ahí, a su lado dándole esa tonta idea de que él podría ayudarlo en una fecha tan especial.
Sabía perfectamente que era estúpido, no obstante, por una noche buena se permitió ser crédulo. Por un par de horitas los arrumacos sobre el sofá serían normales entre ellos.
Hyoo Dai Shankh
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por Kristófer Fernández Vie Dic 25, 2015 8:20 pm
Bueno, vengo a dejar esto antes de que me tarde un año más (?). Y pues nada. Mi amiga secreta es nada y nada menos que...
-redoble de tambores-
KIRAAAAAAAAAAAAAAAA.
Dude, muchas felicidades, te has ganado un fic que pretendía ser más largo y contar con más parejas de tus chibis pero que, bueno, la vida no siempre sale como se planea, los fics menos (?). Pero te lo hice con mucho amor y cariño ;w;
Espero que te hayas pasado una feliz Navidad y de paso te aviso que si no contesto es que el WhatsApp lo tengo morido (?). Pero que pensé en usted esta fecha ♥ Espero que te la sigas pasando lindo y que sigamos delirando muchas navidades más.
-redoble de tambores-
KIRAAAAAAAAAAAAAAAA.
Dude, muchas felicidades, te has ganado un fic que pretendía ser más largo y contar con más parejas de tus chibis pero que, bueno, la vida no siempre sale como se planea, los fics menos (?). Pero te lo hice con mucho amor y cariño ;w;
Espero que te hayas pasado una feliz Navidad y de paso te aviso que si no contesto es que el WhatsApp lo tengo morido (?). Pero que pensé en usted esta fecha ♥ Espero que te la sigas pasando lindo y que sigamos delirando muchas navidades más.
- Error 404 Fic Title Not Found:
- Yue tenía muchos problemas en el mundo como para que encima le tiraran más mierda encima. No, no todos eran completamente producto de su imaginación, si bien muchos derivaban de su frágil estado emocional, esta vez no era el caso.
Vamos, retaba a que alguien saliera con alguien como Johan y que luego dijera que no era un problema.
─Pero no es un problema… al menos no a como yo lo veo.
Pero siempre había alguien que iba contracorriente, para variar.
─Eso es porque Johan es tu hermano. No lo defiendas, Gabri, sabes que tengo la razón.
Gabriella le ofreció una sonrisa y se encogió de hombros. Yue no se esperaba menos de ella, en todo caso; su amiga adoraba a su hermano. Sin embargo, Gabri también sabía muy bien quién era Johan y lo irascible que podía llegar a ser, así que no se molestó en luchar una batalla perdida.
─En todo caso ─volvió a hablar Gabriella─. No creo que sea un problema tan grave o sin solución. Anímate, no es como si tuviéramos tiempo para hacer algo.
Pues claro que Gabriella siempre iba a ofrecer su ayuda. Además de estar emparentada con su problema actual, léase Johan, siempre estaba presta para la acción. Y para tomar el té en esa cafetería que a Yue no le terminaba de cuadrar.
Observó cómo Gabriella se apartaba el flequillo rebelde de la frente y se perdió un momento en el mundo del “¿Y si…?”. Hacía tiempo que había asumido que sí, que había estado coladita por Gabriella y cuando la veía no podía evitar rememorar la sensación de los retortijones en el estómago. Ver sus gestos era otra cosa; era delicada y no tenía nada que ver con ninguno de sus dos hermano, ambos el epítome de la decadencia humana.
Pero aunque no podía negar que el cariño estaba allí, también había asumido que Gabriella ni mu al respecto. Eso y que al final de cuentas Johan, aun siendo una desgracia con patas, era lo que en ese momento quería y necesitaba.
Penoso.
─Yue ¿Me estás escuchando?
─Eh, no.
Gabriella se echó a reír y meneó la cabeza.
─Estaba diciendo que no es tan difícil como tú crees ─habló mientras removía los residuos de su té─. Johan se ve tan complicado, pero la verdad es que una persona simplona con gustos simples.
─No debes juntarte conmigo ya. Es la primera vez que te escucho llamar a tu hermano de ese modo.
─He descubierto que a veces se siente bien hablar un poco mal de las personas… Oh, pero qué barbaridades estoy diciendo.
Yue la miró con miedo. Gabriella iba derechita al camino de la maldad y probablemente su influencia era causante de ellos. Pobre cosita.
─Bueno, no le diré nada.
─Bien. Como decía, él no es un chico que necesite que le des un gran detalle ─prosiguió Gabriella─. De hecho, te aconsejaría que no tuvieras un detalle demasiado ostentoso o el pobre colapsaría.
─Sí, ya me estoy acostumbrando a sus cortocircuitos ─asintió Yue, chasqueando la lengua─. Es adorable y al mismo tiempo es raro y patético. Igual, no estaría mal regalarle algo que le haga eso, así podría restregárselo en la cara durante un buen rato.
De alguna manera el tema de esa reunión pasó de centrarse en el tema del regalo de Navidad para tu no tan dulce novio al tema de “Hay que tirarle mierda a Johan”. Lo peor era que era presidido por la novia y la hermana del susodicho. El espíritu navideño las había abandonado por completo.
─Espero que ese tonto esté pasando las mismas que yo ─se quejó Yue, frunciendo el ceño─. Y que su regalo sea bueno.
─Oh, créeme que la está pasando bastante mal ─afirmó Gabriella─. Ya sabes, eres su primera relación y no está acostumbrado a las chicas.
─Tu hermano es gay.
─Eso no es del todo cierto. Pero hay parte de eso, sí.
Yue estrelló la frente en la mesa. Estúpido Johan, ni siquiera necesitaba estar presente para crearle líos, no, su mera existencia se daba abasto.
─No le des muchas vueltas ─le pidió Gabriella, preocupada─. Yo creo que Johan estará feliz con cualquier cosa que le des.
─Es que no quiero que sea cualquier cosa ─se enfurruñó Yue, con el cabello en el rostro apenas dejándola ver más allá de lo evidente─. Quiero que sea especial ¿Me explico?
Se apartó el cabello de la cara justo a tiempo para mirar a Gabriella dirigirle una sonrisa agradecida.
─Muchas gracias, Yue. En serio, creo que eres lo mejor que le pudo haber pasado a mi hermano… Lo ayudas a ser un poquito más feliz, a que sonría de vez en cuando ¿Sabes? Y eso es muy difícil con él.
La sangre se le agolpó en la cara a Yue.
─Supongo que entre los dos no lo hacemos tan mal ─comentó como quien no quiere la cosa─. Bueno, suficiente sobre mí, antes de que vayamos a conseguir su regalo ¿Tú cómo estás? ¿Tenías pensado regalarle algo a mi hermano y eso?
Error. La sonrisa de Gabriella se desvaneció de inmediato y la pobre se puso a juguetear con la trenza que se había hecho de una manera un tanto compulsiva.
─¿A Xi Lie? No lo sé, no quiero incomodarlo con un regalo cuando... ─hizo una pausa y carraspeó, como si le costara seguir. Lo que era muy probablemente el caso─. Escucha, Yue, no creo que yo vaya a llegar a algún lado con todo esto, así que prefiero darme por vencida. Es evidente que él no me ve de la misma forma que yo lo veo y no es justo que quiera forzar las cosas. Ni para ni para mí.
Yue la miró con pena. Gabriella parecía muy mortificada por la conclusión a la que había llegado y deseo que le fuera un poco mejor en esos temas.
─No creo que le seas completamente indiferente.
─Sé que no lo soy. Pero también sé que no me ve como yo quisiera ─Gabriella se encogió de hombros─. En fin, olvidemos ese tema, por favor. Lo importante es que nos pongamos en marcha a conseguir los regalos navideños.
Yue no insistió. Tal vez ir de compras iba a despejar un poco la mente de su amiga.
***
─¡No puedo creer esta alta traición! ¡Ir de compras sin tu fantabulosa hermana mayor! ¡Deshonor!
Yue entrecerró los ojos y miró a Andrea Williams hacer un drama en medio del centro comercial. Por otro lado ¿Qué se esperaba? Esa chica estaba en todos lados menos en su casa y, por lo que sabía, el centro comercial era algo así como un recinto sagrado para ella.
Ahora, lo que no sabía era que May Lin iba a estar con ella.
─No sabíamos que iban a estar aquí, si no, tal vez nos hubiéramos podido poner de acuerdo para venir juntas ─ofreció Gabriella con una sonrisa conciliadora.
─No, ni hablar Ԑnegó Yue─. Bueno ¿Y qué hacen aquí?
─Pues venimos de compras ¡Duh! ─contestó May Lin─. Ya sabes, es Navidad y eso, los regalos…
─May Lin quiere comprar una cosa para la chica esta que le gusta ─canturreó Andrea─. ¿Cómo dices que se llama? ¿Cuac?
─¡Se llama Kwan, ze! ─replicó May Lin, haciendo un puchero y dándole un empujoncito─. ¡No seas traidora!
─Oh, pues ella. Pero creo que la tipa debe ser una cosa bien complicada porque llevamos aquí media vida y es la hora que May Lin nomás no se decide.
─Yo me rindo ─dijo May Lin, recargándose en el cristal de un aparador─. Bueno ¿Y ustedes qué hacen? Yo creí que iba a estar hoy en casa, Yue~
─Créeme, preferiría mil veces hacer eso ─declaró Yue─. Pero estoy buscando el regalo para Johan.
─Uhhhhhh ─May Lin la miró con los ojos bien abiertos y asintió─. Entiendo, entiendo ¡Espero que él también le dé algo lindo! Y algo que no sea depravado ni así.
─Pft ─resopló Andrea─. ¿Johan? Ese tiene tanto erotismo en las venas como calzón remendado. La verdad me da más pendiente que tu hermana me lo pervierta que al revés.
─¡Pero si mi hermanita es un pan de Dios!
─Será más como pan de muerto, sis.
─¡Hey!
─Chicas, creo que nosotras seguimos ─habló Gabriella─. Las dejamos a que sigan buscando el regalo de Kwal.
─Es Kwan, ze.
─Oh, perdón.
Gabriella y Yue se fueron de allí antes de que las cosas se pusieran más raras de lo que ya estaban. No necesitaban que Andrea y May Lin las distrajeran con sus charlas que sólo ellas dos entendían.
─Bueno, empecemos a ver las tiendas ─propuso Gabriella─. ¿Con cuál quieres iniciar?
─Con una de ropa interior.
─… B-Bueno. Creo que podría hacerse si quieres.
La cara de Gabriella enrojeció hasta límites insospechables y Yue no pudo evitar reírse al verla.
─Sólo bromeaba, Gabri, respira un poco porque creo que te va a dar algo como sigas así. A ver… Si fuera Johan ¿A qué tienda iría primero?
─Uhm…
Gabriella no contestó, pero sabía que ella y Yue estaban pensando lo mismo: Si fueran Johan no estarían allí, en primer lugar.
─¡Pero bueno! ¿Cómo elige Johan su ropa?
─Pues, casi siempre la busca por internet ─confesó Gabriella─. O simplemente no lo hace. Ya sabes, en fechas especiales casi siempre le regalamos ropa y eso es lo que utiliza hasta que ya no da para más.
─Eso explica por qué parece un retrato ─espetó Yue─. No me ayuda mucho eso… ¿Ustedes qué hacen para elegirle la ropa?
─A Johan le gusta el negro y pues…
─Oh ¿Qué hacen aquí, chicas?
Ambas se giraron para ver de quién procedía la voz y se toparon con el rostro sonriente de Xi Lie. Yue frunció el ceño, ya suficientemente malo era encontrarse con su hermana por esos lares, lo que menos necesitaba era que Xi Lie también la interrogara.
Y por la cara de Gabri, ella también habría estado genial sin topárselo por ese día.
─De compras ─contestó Yue, encogiéndose de hombros─. ¿Y tú qué haces por aquí? ¿Viniste con May Lin?
─Hay algo de eso ─asintió Xi Lie, ajustándose las gafas─. Originalmente íbamos a hacer compras navideñas, pero se topó con Andrea, hablaron de algo y pues… Bueno, se me desapareció ─hizo una pausa para mirar detenidamente a Gabriella─. ¿Cómo estás, Gabri? Hace mucho que no te veo.
La pobre chica parecía querer lanzarse enfrente del tren infantil que daba vueltas en el centro comercial.
─Bien, gracias ¿Y tú qué tal?
─Igual, gracias.
Se instaló un silencio incómodo. De repente Xi Lie parecía muy interesado por la decoración de temporada de la tienda de al lado, mientras que Gabriella había descubierto que su verdadera vocación era observar el stand de crepas.
Yue no sabía dónde meterse. Eso sí era incómodo.
─Uhm ¿Y ahora con quién estás? ─preguntó Yue.
─Estaba hace un momento con Johan, pero ni idea de dónde esté ahora ─contestó Xi Lie, suspirando.
Una idea se le cruzó por la cabeza a Yue. Miró a Gabriella, luego a su hermano y pidió perdón en silencio a su amiga. Lo sentía por ella, pero la Operación Regalo estaba en juego y sabía que al final del día Gabriella comprendería que era todo por una buena causa e iba a perdonarla.
─¿Quieres unirte a nosotras? Es que… eres un chico.
Xi Lie enarcó una ceja.
─Sí… supongo que sí.
─Eh, no te ofendas ─le pidió Yue─. Mira, Gabri y yo buscábamos un regalo para Johan y creo que nos vendría bien que un chico nos diera su opinión.
─Ah ─Xi Lie asintió y luego miró de reojo a Gabri─. ¿A ti también te parece bien que las acompañe?
─¿Por qué habría de molestarme? Claro que puedes acompañarnos ─asintió Gabriella, con una sonrisa evidentemente prefabricada─. Admito que yo no creo estar siendo la mejor consejera.
─Bien ─asintió Xi Lie─. Pues vamos. En primer lugar, no creo que Johan aprecie que le lleven collares, pendientes o a saber.
Señaló la joyería que tenían enfrente y echó a andar con ellas. Yue decidió ignorar la mirada de Gabriella gritándole “T R A I C I Ó N”.
***
─¿Qué opinan de esta camisa?
Yue y Gabriella le echaron un vistazo. La camisa tenía un estampado floral y prácticamente exudaba surf.
─No creo que a Johan le guste esa camisa ─declaró Yue─. Esa cosa me recuerda a Hawaii y sé por experiencia que él y el sol no son mejores amigos.
─Tienes razón ─asintió Xi Lie ─. ¿Qué les parece este suéter?
─No te ofendas ─le pidió Gabriella─. Pero creo que eso es más de tu estilo que de él. No le gustará.
─Oh.
Yue los miró con gesto aburrido y ni siquiera se limitó a ocultar un bostezo. Lo que había comenzado como el trío maravilla había quedado reducido a Xi Lie y Gabriella: Uno proponía algo y el otro enseguida sacaba a relucir todos los contras del regalo en cuestión.
─Creo que estas botas son de las que le gustan a Johan ─opinó Gabriella, tomando un par que parecían ser mucho más grandes que el pie de su hermano.
─Eso estaba pensando ─asintió Xi Lie─. Pero por otro lado ¿No tiene ya varias parecidas? No veo el caso de comprar algo que ya tiene repetido unas seis veces.
─Cierto.
Por mucho que Yue quisiera lanzarse del cuarto piso del centro comercial, tenía que admitir que le agradaba ver que Xi Lie y Gabriella habían dejado de lado su torpeza durante un segundo en pro de una causa común: hacer de Johan una persona de bien que vestía decentemente. O sea, una misión destinada al fracaso.
Yue estaba agradecida por sus esfuerzos, sí, pero estúpida no era. Si se quedaba más tiempo junto a ellos iba a lamentarlo, así que, enloquecida por tanto blablablá, hizo lo que cualquier persona en sus cabales: Huyó de allí. Sabía que Gabriella más tarde iba a echarle en cara su alta traición, pero su pellejo era demasiado preciado para ella.
Además, no se veía que Gabri y Xi Lie la estuvieran pasando mal juntos.
Salió de la tienda y se arremolinó aún más el alborotado cabello. Esa excursión había sido un completo desastre ¿Qué hacer ahora? Al día siguiente era Navidad y no podía ver a Johan con las manos vacías, no cuando Gabriella le había confirmado que Johan de hecho se estaba preocupando por su regalo.
─Estúpido Johan ─masculló entre dientes.
─Eh, un respeto.
Yue dio un brinco y miró ceñuda al chico enfrente de él. Ya había pensado antes que Johan era tan escabroso que si decías su nombre podías invocarlo, pero eso ya era pasarse.
─Oye, no te aparezcas de ese modo, me has dado un susto de muerte, idiota ─se quejó Yue.
─Así has de tener la conciencia ¿Qué carajos haces aquí?
Irradiaban amor y ternura, sí.
─Yo puedo ir a donde me plazca ─declaró Yue, alzando el mentón─.¿Y tú qué haces aquí?
─Bueno, también puedo ir a donde me plazca ─contestó Johan, imitando su gesto altivo─. Pero si necesitas saberlo, vine a comprar los regalos para mis hermanas.
Pues no parecía estar mintiendo, llevaba varias bolsas de las tiendas que, por lo que Yue había observado, eran las que Andrea y Gabriella más frecuentaba. Y por un momento se preguntó si acaso también iría algún regalo para ella entre todas esas compras.
Se sintió un poco estúpida esperando eso.
─Pues bueno, más te vale que no te pillen, porque Gabriella y Andrea están en el centro comercial ─informó Yue, en un acto de buena fe─. De hecho, vine con Gabri.
─Sí, me pareció verlas hace un rato… Eh ¿Ya no estás con Gabri? ¿Cómo está eso?
─La perdí a ella y a Xi Lie en una tienda.
Ese comentario no pareció agradar del todo a Johan y Yue se hacía una idea del por qué. Johan era exageradamente sobreprotector con Gabri y por ende, aunque sabía que Xi Lie era un buen tipo, no soportaba la idea de que su hermanita bebé estuviera tan encandilada por él. Suponía que ella se sentiría de la misma manera si estuviera en los zapatos de Johan.
─Bueno, pues será ─refunfuñó Johan─. Eh ¿Quieres dar una vuelta?
─Ya sabes que sí.
***
Johan estaba forrado en dinero y Yue lo sabía. A primera vista, no dabas ni un quinto por un muchacho así de andrajoso, pero ella sabía mejor sobre la incómoda situación familiar del chico.
Así que no, no le sorprendió que Johan entregara las bolsas con las compras a unos tipos de dudosa moral y los enviara a su casa a dejar el mandado, como si fueran sus viles mensajeros. Que probablemente lo eran, en todo caso. Maldito novio rico y bastardo.
─Bueno, ya está ¿Y tú? Si estás aquí es porque vienes a hacer compras ¿Cómo es que no traes nada en las manos?
─Porque aún no he comprado nada ─contestó Yue, exasperada.
Eso era verdad a medias. Para sus hermanos ya tenía detalles envueltos y esperando en casa a ser abiertos. Pero no iba a soltarle que no tenía el regalo de él, por mucho que le tentara ventilar sus frustraciones contra él.
─Te ves estresada ─comentó Johan─. Mira, no quiero que me rebanes el cuello en un arranque ¿Te parece si nos vamos a comer algo? ¿O si quieres ir al cine?
─¿Oh~? ¿Me estás invitando a una cita?
Jaló la mejilla de Johan en un gesto burlón. Esa era su arma letal cuando quería avergonzarlo y hacerlo rabiar un poco.
─Oye, deja ya de hacer eso, te he dicho mil veces que lo odio ─le espetó ceñudo─. Caray, cómo te gusta fastidiar.
─¿Caray? ¿No mierda ni chingada madre? Quién lo diría, estás aprendiendo a comportarte.
Nada le trajo más satisfacción que ver a Johan aguantándose las ganas de hacer un gesto obsceno. La verdad era que su humor comenzaba a cambiar para mejor.
─No me hagas arrepentirme de la idea de la cita ─advirtió Johan, tendiéndole la mano─. ¿Entonces? ¿Una vuelta?
Yue no pudo decirle que no y, en honor a la verdad, le aliviaba tener un momento casual con él. El día había sido estresante, necesitaba un momento para dejar todo y, vaya sorpresa, Johan tenía la habilidad de hacerla sentir mejor.
Ni siquiera hicieron algo más allá de mirar algunas tiendas y criticar lo que exponían.
─Qué fea chaqueta esa, eh.
─Eso lo dices porque tú tienes un gusto horrible para la ropa.
─¡No tengo gusto horrible para la ropa!
─Lamento decírtelo, cariño: El estilo emo dejó de usarse hace unos siete años. Admítelo, no tienes sentido de la moda.
─Claro, porque andar como lolita es el hitazo del año.
Mientras discutían fue cuando Yue recordó algo que había visto en una de las tiendas y que había pasado por alto: Esa cosa fijo que era el regalo perfecto para Johan. Tenía que admitir que esa discusión con él era lo que le había dado la idea y se encontró a si misma queriendo un poco más a Johan. Hasta podría besarlo.
Cosa que hizo, claro está. Además de estar agradecida, tenía que callarle esa bocaza suya por lo menos unos segundo y ese era su método favorito.
Johan ni siquiera protestó. También era su método favorito.
***
─Debo decir que me siento un poco… traicionada.
Yue contuvo la risa mientras observaba a Gabri. Había ido a hacerles una visita rápida antes de que Johan regresara a su casa y pudiera darle su sorpresa. Al fin y al cabo, ella tendría que ir más tarde con su familia a pasar el día y seguro que con los Williams era el mismo caso.
─¿Tan mal te la pasaste con Xi Lie?
─No ─admitió Gabri, con las mejillas ruborizadas─. La verdad es que no. Tu hermano es muy amable y fue lindo pasar el resto del día con él. Aunque la mitad del tiempo fue buscándote.
─Lo siento ─se disculpó Yue, sin poder evitar una risita─. En todo caso, me alegra que no haya estado tan mal.
Gabriella le sonrió y cerró la puerta detrás de ellas, conduciéndola hacia la sala. Allí estaba el árbol navideño con los regalos a sus pies y Yue no pudo evitar sentirse nerviosa.
─¿Y bueno? ─preguntó Gabri, trayéndole una taza llena de chocolate caliente─. ¿Al final conseguiste encontrar algo que te convenciera?
─Sí, podría decirse ─asintió ella, aceptando la taza─. Quiero decir… No estoy segura. Tendré que esperar su reacción para saberlo.
Gabriella le sonrió y meneó la cabeza.
─Ya te digo que no tienes por qué preocuparte. Johan estará feliz con lo que sea que le traigas porque… bueno, porque eres tú.
Yue intentó que no se le subiera el color a las mejillas, pero esas reacciones iban más allá de su control, duh.
─Johan no debe tardar en venir, salió de urgencia en la mañana ─dijo Gabriella, echándole una mirada ansiosa al reloj de pared─. Andrea y yo estamos acomodando unas cosas para más tarde ¿Quieres quedarte a cenar con nosotros un rato?
─Me encantaría.
***
La idea de la cena en la casa de los Williams era pizza con extra queso y mucho refresco. No pavo, no ensalada y… bueno, no padres ¿Dónde estarían? A saber, en la vida había visto a sus progenitores y aparentemente era un tema que ninguno de los tres quería tocar. El caso era que le parecía una cena muy diferente a lo que ella creía. Sólo Gabriella se había molestado en hacer postres, aparentemente.
─Nada como esto, eh ─comentó Andrea, sentándose en el sillón con una rebanada de pizza en el plato─. Uff ¿Ya sacaron las películas que vamos a ver?
─Creí que iban a esperar a Johan para cenar ─comentó Yue, arqueando una ceja.
─Pues sí, pero si la pizza se enfría ya no está tan buena ─contestó Andrea.
Para cuando Johan llegó, ya habían terminado entre las tres con media pizza familiar. Suerte que habían ordenado varias.
─Muchas gracias por esperarme, familia, en serio. Son un amor ─les espetó Johan, colgando la chaqueta en el perchero─. Hacen que me arrepienta de haberles traído pay. Qué hay, Yue, no esperaba verte hasta mañana
─Hey ─saludó Yue con una pizza en la mano─. Pues, tampoco esperaba venir hoy. En realidad solamente vine a verlos rápido. Y tenía que entregarte una cosa.
─O verlo rápido porque vernos me suena a manada ─comentó Andrea como quien no quiere la cosa─. En fin. Ahí vengo, voy a la cocina.
─Yo también ─anunció Gabriella.
Yue las miró irse con cara de pocos amigos antes de volverse a Johan, quien la miraba con cara de circunstancias.
─¿Querías darme algo?
─Sí, eso dije ─contestó ella rodando los ojos─. Espera…
Se agachó para recoger el regalo que había dejado junto a las cosas de los Williams y se lo entregó, esperando no se notara de más lo nerviosa que estaba. Normal, ese era el momento de la verdad.
─Vaya ─soltó Johan, fallando en su intento de sonar casual─. Gracias. El papel de envoltorio negro como que es un toque personalizado.
─Sí, bueno. Lo mejor para ti, querido ─se burló Yue. Agradecía ese comentario de Johan, sentía el ambiente mucho menos denso gracias a ello─. Ábrelo, es para hoy.
Johan chasqueó la lengua y abrió el regalo con una delicadeza inusual en él. No estaba ayudando nada a apaciguar el corazón desbocado de Yue.
─Es… oh.
Yue inspeccionó ansiosa el rostro de Johan, buscando cualquier indicio de desagrado. Y es que no le extrañaría que hubiera rastro de ello; era el suéter más feo que había parido madre. La cosa en cuestión era negro y tenía unos estampado espantosos que pretendía ser motivos navideños, todo en una maraña sin ton ni son. Ni hablar del cuello y los puños de la prenda, ni el color ni el diseño daban una. Ese era sin duda el suéter más desafortunado de la temporada.
Entonces ¿Por qué Johan lo estaba observando con un cariño desconcertante?
─Vaya… es genial ─comentó Johan, acariciando el suéter entre sus dedos─. Mira, justo ayer había visto este suéter en el centro comercial y me gustó.
Yue no sabía si estar feliz o si sentir pena ajena por su novio.
─Pues qué bueno que te haya gustado, porque batallé mucho para encontrarte algo ─dijo satisfecha─. Pues eso. Feliz Navidad, Johan. Yo me regreso a mi casa, mis hermanos deben estarme esperando.
─Espera.
Johan la detuvo por la muñeca y la acercó a él para darle un beso. La marca personal del pobre chico era la torpeza, así que no, no fue un beso espectacular digno de película navideña. Sin embargo, Yue lo apreció como pocas veces.
─Gracias ─dijo Johan una vez que se hubo separado de ella─. Pero espera, yo también tengo algo para ti. Pensaba dártelo hasta mañana porque pensé que estarías con tu familia, pero…
Se agachó y rebuscó también entre los regalos, hasta que encontró una cajita pequeña que, afortunadamente, no estaba forrada en negro.
─Mira, no sé si ya hayas ido a esto ─farfulló Johan, colocando la cajita en sus manos─. Pero pensé que podía interesarte ir conmigo y eso…
Yue lo miró de reojo antes de abrir la cajita y encontrarse con unos boletos cuidadosamente colocado en su interior. Casi se le va el alma a los pies cuando leyó el evento por el cuál aplicaban.
─Es… es el recital de danza al que quería ir desde hace tanto… ─comentó con un hilo de voz─. Y son dos.
─Bueno, uno por si quieres invitarme a mí ─aclaró Johan, apenado.
─Creí que no te gustaba mucho ese rollo, según tus palabras textuales.
─Pues no, no me gusta ─admitió rascándose la nuca─. Pero bueno ¿Me va a matar compartir esto con mi novia? Quién sabe, igual y hasta no es tan malo si voy contigo y tal.
Yue le dio un último regalo por esa noche: Una sonrisa cálida y un abrazo que pretendía reconfortar a Johan hasta la médula. Y que lo logró. Ni siquiera ese horrible suéter navideño cumplía ese cometido con tanta eficacia.
A fin de cuentas, para ser la primera Navidad de los dos la cosa había salido excelente.
─Gracias. Aun que hubiera preferido que me hubieras regalado ropa interior sexy.
Johan se puso rojo hasta las orejas y poco faltó para que echara a Yue de allí a base de patadas.
***
─Ese suéter es feo con madre, Johan.
─Cállate, Andrea.
Al día siguiente, Yue y sus hermanos asistieron a la casa de los Williams para comer el dichoso recalentado de pizza. La que había sobrevivido al hambre voraz de esos chicos, claro está. Y como era de esperarse, Johan llevaba puesto el regalo de Yue con una dignidad que no correspondía con las fachas de esa cosa.
Normal que todos se unieran para tirar pestes del suéter maligno.
─El que sea feo es lo que lo hace… ─Xi Lie hizo una pausa, como si buscara una palabra adecuada─. Adorable.
─No es adorables, está feo y punto, ze.
Mientras May Lin, Xi Lie y Andrea unían fuerzas para criticar la prenda más espantosa de la creación, Gabriella y Yue miraban complacidas la escena.
─Al final conseguiste un regalo perfecto ─comentó Gabriella, aguantándose la risa─. ¿Cómo pensaste en el suéter?
─Es sencillo: Johan tiene un gusto horrible.
Ni para contrariarlas.
Kristófer Fernández
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por Hakan Santos Sáb Dic 26, 2015 8:13 pm
Mi amiga secreta es una perzonithaa muy ezpehcial que siempre llevo en mi kokoro caguai...
Alias la Joss, la Panamiur, etc, etc... En fin, ustedes saben quién es. (????????
Ahora, y sin más preámbulo...
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La parte crucial de este mensaje: Espero te guste, ay, que lo hice medio corriendo pero siempre con mucho amor, tú sa'es que tu parce la Adri no te abandona como Rexona. <3(??
;)
¡MARIQUÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!
Love u <3
Love u <3
Alias la Joss, la Panamiur, etc, etc... En fin, ustedes saben quién es. (????????
Ahora, y sin más preámbulo...
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La parte crucial de este mensaje: Espero te guste, ay, que lo hice medio corriendo pero siempre con mucho amor, tú sa'es que tu parce la Adri no te abandona como Rexona. <3(??
- Dibujito :$:
HAHAHA, srry. Es que vi la imagen y simplemente pensé que era perfecta como regalo, y una risa nunca está de más, tu sabes. (?)
Ahora sí, mi regalo REGALO:- :$$:
También planeo regalarte algo escrito, pero eso te lo enviaré personalmente porque la verdad no tengo mucha confianza con historias que son mitad algún personaje mio... Ahora imAGINATE DOS QUE NO SON MIOS. Dejame en WA el nombre del pj al que mandarle el MP con mi intento de fic.
En fin, Feliz Navidad, dear. /muak
;)
Hakan Santos
El más gross
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por Alphonse Van der Heijden Lun Ene 04, 2016 12:33 am
AL FIN AQUÍ paso a dejar mi regalo, me tocó una persona que realmente apreció y debía esforzarme por ella. POR ESO OS DIGO QUE MI REGALO SECRETO ES MI QUERIDA AMIGA ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡CATHY!!!!!!!!!!!
CATHY ES tarde ya pero espero tuvieras una hermosa Navidad, Año Nuevo. Te deseo solo lo mejor para este año que viene, espero que recibas todas las cosas que quieres y necesitas -hugs-, Realmente te deseo todo lo que mereces y más.
Y AQUÍ lo importante, el regalo. YO te hice, fijate nada más, dos regalos: Un dibujo, y una seire de one shots que están relacionados entre sí ¿Va? Son todos del mismo universo, espero que los disfrutes mucho.
Y aquí termina, espero que realmente te hayan gusto. De mí para ti Cathy, Felices Fiestas.
CATHY ES tarde ya pero espero tuvieras una hermosa Navidad, Año Nuevo. Te deseo solo lo mejor para este año que viene, espero que recibas todas las cosas que quieres y necesitas -hugs-, Realmente te deseo todo lo que mereces y más.
Y AQUÍ lo importante, el regalo. YO te hice, fijate nada más, dos regalos: Un dibujo, y una seire de one shots que están relacionados entre sí ¿Va? Son todos del mismo universo, espero que los disfrutes mucho.
- Spoiler:
- Es Davie, por cierto
- Spoiler:
- Birth
Razvan escuchó atento mientras sus papis hablaban; estaba sentado en el regazo de su papá y desde ahí, su papi no parecía muy contento, más que hablar Razvan recordaría este momento y pensaría más que sus papás discutían con palabras fuertes, un tono suave para no alterarlos. Pero en ese momento Razvan tenía un año y no podía comprender su enojo ni la razón de su discusión, y aun que hubiese podido comprenderlo seguramente no le habría importado. Había cosas más importantes en ese momento que una discusión de adultos, como el pequeño bulto que descansaba en los brazos de su papi. Era como él o eso pensaba, el bulto no era muy grande y por lo visto no tenía mucho tiempo de haber llegado porque Razvan nunca antes lo había visto.
Razvan estiró sus regordetas y pequeñas manos en dirección del pequeño bulto envuelto en una frazada azul oscuro, incapaz de contener su curiosidad mucho más tiempo. Esta acción pareció detener la discusión de sus papás y ambos voltearon a verlo mientras seguía haciendo ruidos desesperados para que comprendieran que quería ver lo que sea que su papi tenía en sus brazos.
—¿Qué pasa, Raz? ¿Quieres ver? —su padre se levantó, aferrándolo bien entre sus brazos antes de caminar hasta donde estaba su papi. En sus brazos descansaba un bebé, con el rostro pálido y tranquilo, estaba durmiendo. No tenía mucho cabello en la cabeza pero lo poco que podía ver era rubio. Cómo él. El niño era como él.
—¿Qué tal, eh, Raz? —su papi ahora estaba hablando, moviendo un poco al pequeño que parecía estar levantándose por el ruido a su alrededor. Tenía mejillas regordetas y una nariz de botón demasiado adorable—, Él es Davie, es tu nuevo hermanito. Di hola, Davie —el bebé cuyo nombre era Davie abrió los ojos y Raz pudo ver en ese momento la más grande diferencia entre los dos. Davie tenía unos enormes ojos azules que inmediatamente captaron su atención, grandes y curiosos, que parecían observar todo a su alrededor. En un punto se centraron en él, sus padres luego les dirían que fue casi amor a primera vista, porque segundos después de observar a Raz comenzó a reír con ánimo. Encantado, al parecer, de Razvan—, ¡Oh! Parece que a Davie le cae bien Raz. Deberás ser un gran hermano mayor, Raz. Cuida de él de ahora en adelante, ¿vale?
Enthusiasm
Eran las vacaciones de verano, un día cualquiera de una semana cualquiera. En ese día el aire soplaba levemente dejando atrás una agradable sensación de frescura. Un día agradable en verdad, perfecto para pasar la tarde afuera. Y justo eso hacían Davie y Razvan, sentados en el césped del jardín de la casa de su papá disfrutando de la compañía del otro. Era agradable sentir el calor del sol sobre su piel, aun que Razvan debía protegerse más que Davie, siendo su piel más delicada y propensa a quemaduras sólo por pasar varias horas bajo la luz del sol.
—¡Quiero mostrarte algo! —exclamó emocionado Razvan llevando sus manos al aire para captar la atención de su hermanito. Él tenía 7 años en ese momento, y Davie sólo 6; debido a los muchos problemas entre sus papás las veces que se podían ver eran pocas pero aprovechadas al máximo. La última vez que Razvan había visto a su hermanito, éste tenía 5 años recién cumplidos. Era un cambio, ver todo lo que su hermanito había crecido en un año. Si no se cuidaba, Davie pronto crecería mucho más que él.
—¿Qué? —Davie se sentó en el césped, inclinándose un poco más para adelante para no quitarle los ojos de encima a su hermano. Siempre que venía, su hermano tenía preparada una sorpresa para él, cada una más emocionante que la anterior. Su hermano nunca lo defraudaba en hacer cada visita más excitante y entretenida.
—Estuve practicando mucho pero creo que finalmente lo logré. ¡Admira! —Razvan alzó sus pequeñas y delgadas manos frente a él—, ¡Observa con atención! —pequeñas luces doradas comenzaron a salir de las manos de Raz, y Davie observó con entusiasmo como un pequeño conejo dorado emergía en las palmas de su hermano. Duró unos segundos, y casi inmediatamente el conejito desapareció de las manos de su hermano, pero cada segundo había sido memorable.
—¡WoW! ¡Raz eres genial! ¡¿Eso era magia, verdad?! ¡Como la que hace papá! —Raz se dejó caer sobre el pasto, agotado por el uso de la magia pero con la más grande de las sonrisas en su rostro, orgulloso de poder mostrarle a Davie algo así. Era bueno ver que todo el esfuerzo y tiempo que había invertido en ese truco había valido la pena.
Love
El amor era un sentimiento con el que Davie estaba acostumbrado. Él sabía que amor eran las sonrisas y chistes que hacía su papá cada vez que lo veía o las llamadas espontáneas que hacía para saber cómo estaba; amor eran todas aquellas noches en que Amaité se había quedado con él por pesadillas, sus consuelos de hermana mayor. Amor eran todos aquellos preciados recuerdos que Davie guardaba en su corazón.
Amor era visitar a su hermano mayor después de años sin verlo, y en un momento de euforia estrujar la delicada figura de su hermano entre sus brazos; eran todos esos trucos de magia que Razvan le había enseñado con el único motivo de levantarle el ánimo. Eran todas las noches que pasaron en vela solamente hablando de las cosas más triviales. Los besos suaves que Raz depositaba en su cabello, en su cien, en su mejilla; la manera tierna en la que pasaba sus dedos por su rostro, su cuello y su cuerpo.
Amor fue el llanto de alivio que Razvan derramó cuando finalmente lo tuvo en sus brazos después de aquella horrible pelea que había creado un puente tan largo entre los dos, que pareció imposible de cruzar para ambos.
Eran los cariñosos mimos de Shun cuando estaban echados en el sofá viendo alguna película en la televisión, como de manera floja Shun pasaría sus delicados dedos por su desastroso cabello. Eran aquellas mañanas, tardes y noches que pasaban juntos en la cocina haciendo de comer, disfrutando de la compañía del otro, dándose consejos sobre qué cocinar o cómo cocinarlo, tendiéndose la cuchara para probar. Era el silencio que había entre los dos, cómodo y tranquilo porque la sola presencia del otro era más que suficiente.
Amor fue la paciente manera en que Shun cuidó de ambos, regañándoles cuando debía. Y cuando más lo necesitaban, dándoles el empujón que había hecho falta para dar ese último paso a la reconciliación.
Amor, para Davie, eran las suaves palabras, las pequeñas acciones que compartía con sus personas más cercanas. El amor se sentía como una suave caricia, un beso dado con cariño.
Hate
En cambio, el odio dejaba un horrible sabor en su boca, una sensación de opresión en su estómago. Algo que si no era lidiado de manera inmediata podría herirlo de manera permanentemente. Eran las heridas que nunca habían logrado cicatrizar.
El odio tomaba forma en todas aquellas noches que su padre lo hizo a un lado, dejándolo solo con un muñecos y legos para llenar el vacío. Fueron todas esas peleas sin sentido con Amaité que lo obligaron a dejar de hablarle por semanas hasta que la chica daba el primer paso para disculparse.
El odio sabía al rechazo con el que Razvan lo había tratado durante años, alejándolo de su mundo cuando Davie se volvió demasiado “niño” para estar cerca de él y sus amistades. Era amargo como la manera en que su hermano lo ignoraba para favorecer a alguna de sus amistades de una noche.
Eran los celos que se habían asentado en su corazón cuando vio a Razvan en los brazos de Shun varias veces, preguntándose cada uno de esos momentos porqué no podía ser parte de eso. Odiando a su hermano tanto por no permitirle ser parte de ello. Por rechazarlo una vez justo como lo había hecho muchos años atrás.
Odio, eran los gritos y el llanto que Davie sacaba cuando se sentía traicionado por sus seres queridos.
Triumph
Razvan deslizó suavemente las yemas de sus dedos por la piel del estómago de Davie, sonriendo cada vez que el rubio se tensaba al pasar los dedos por una zona sensible. Esto que hacía no tenía nada sexual de tras, era sólo la necesidad de sentir por sentir, el tocar por tocar sólo por simple curiosidad. Perezosamente delinear los músculos de Davie, mapear todo el cuerpo del rubio.
Los tres estaban pasando un día en la casa, disfrutando del descanso bien merecido después de la atareada semana que habían tenido, echados en la gran cama que habían comprado para caber perfectamente(Aun que siendo Shun y Davie tan pequeños no había mucho problema con una cama menos grande) Shun estaba sentado con un libro en las manos, su espalda recargada contra varias almohadas y un libro en las manos; Davie estaba acostado en la cama de tal manera que pudiera acostar su cabeza en el pecho de Shun, fingiendo estar distraído con el celular, indiferente a las caricias de Raz; mientras que Razvan estaba echado del otro lado, cruelmente disfrutando de torturar a Davie.
—R-raz, eso da cosquillas —gruñó Davie, finalmente levantando la cabeza del pecho de Shun, quitando la vista de su celular. Tenía las mejillas coloradas y el ceño fruncido, como si no supiera si disfrutaba o no de la atención que le estaba dando Raz.
—Uhm —Raz hizo caso omiso de las palabras de Davie, en cambio sonrió diabólicamente antes de pasar con más prisa sus dedos por la misma zona haciendo reír a Davie. Era infantil, era ridículo pero todo mundo sabía que Razvan no era exactamente la persona más madura de aquella relación.
—Raz —Shun no levantó la cabeza de su libro pero usó aquel tono de “Deja de hacer lo que haces o me obligarás a hacer algo al respecto”, aun que sus labios traicionaron aquel tono, sonriendo muy a su pesar de las estupideces de sus novios. Raz se detuvo de inmediato para voltear a ver al asiático, listo para replicar pero Davie aprovechó ese momento de distracción para empujarlo fuera de la cama, Raz cayó con un ridículo y exagerado “Wah”. Davie inmediatamente se acurrucó infantilmente con Shun, quien finalmente se había dado por vencido en contener su risa, y cuando Raz asomó la cabeza por el borde de la cama Davie lo recibió con una sonrisa triunfal en los labios.
Feel (R+18)
Davie había soñado con esto muchos años cuando era un adolescente con las hormonas despiertas, pero nada era como lo había imaginado. Razvan no era salvaje, no tocaba solo pensando en su propia satisfacción, definitivamente no mordía como vampiro hasta sacarle la sangre; no dejaba moretones, ni rasguños. Razvan más bien tocaba con delicadeza, pasando sus yemas de los dedos por cada zona de su cuerpo, memorizando qué parte tocar para tenerlo con las rodillas temblorosas, gimiendo por un poco más. Era cariñoso y paciente, le guiaba sin desesperarse para que ambos pudieran disfrutar lo más posible de aquél íntimo momento. Besaba con cariño, y mientras si le dejó chupetones, en ningún momento le sacó sangre o algo parecido.
Sentir a Razvan en su cuerpo era un goce como ningún otro. Que sus ojos rojos estuvieran centrados en él, que su boca experta solo lo besara a él y a nadie más; que su cariño fuera de él y solamente de él. El poder sentir a Razvan cada vez que quisiera era un sueño hecho realidad y más, mucho más.
En cambio él era más egoísta, siempre había sido egoísta cuando se trataba de Razvan. Él no se detuvo. Él besó con la desesperación de un niño a su hermano, hambriento de atención. Él mordió su cuello con fuerza, dejando marcas por todo el frágil cuerpo para dejar en claro al mundo quién estaba ahora con Razvan. Él había esperado que Razvan reaccionara y le detuviera pero su hermano aceptó todo con placer; se deshizo en gemidos lujuriosos ante cada mordida, arqueó su espalda con necesidad de más cada vez que Davie le besaba, le tocaba con aquella agresividad.
Luego estaba el sexo con Shun. Él nunca había visto como era cuando Shun y Razvan lo hacían (Aun que lo había imaginado e incluso oído a través de las delgadas paredes cuando compartían casa) pero con él Shun era paciente, como Razvan lo era. Aun que no soportaba como su hermano, Shun le decía que tan fuerte podía morderle. Si algo no le gustaba lo hacía saber. Pero podía ser igual de pasional que los dos; besaba si deseaba, sin preguntar, podía robarte el aliento de un beso; mordía si sentía la necesidad y dejaba marcas posesivas igual que Davie.
Lo mejor en su vida había sido experimentar lo que se sentía tener sexo con los dos al mismo tiempo. Razvan podría ser el más experimentado de los tres pero no por eso Shun y Davie se quedaban atrás; ambos habían probado que podían seguirle el paso fácilmente, Aún así, la primera vez que tuvieron relaciones los tres juntos, Razvan había sido el de la iniciativa.
Sin una pisca de duda se había acercado a Davie, tomó sus mejillas con ambas manos y le besó. Había sido un beso simple al principio, superficial hasta que Razvan comenzó a mover sus labios lentamente; deslizó su lengua por el labio inferior de Davie pidiendo permiso para entrar. Pronto ese beso lento se volvió una apasionada lucha de poder, de necesidad y lujuria expresada a través de besos hambrientos. Shun los había dejado besarse, sabiendo que ellos lo necesitaba más, hasta que sintió que era suficiente y caminó hasta ellos. Puso una de sus manos en la espalda baja de Razvan, depositando pequeños besos en la base del cuello del europeo. Su otra mano viajó hasta donde Razvan tenía la suya, enterrada con desesperación en el cabello rubio de Davie para que relajara su agarre.
Casi todo el acto fue así. Razvan y Davie siendo agresivos uno con el otro y Shun estando ahí, actuando como el mediador. Shun evitaba que las cosas escalaran de manera agitada, manteniendo a sus dos chicos centrados en lo que importaba realmente, dando un demandante beso aquí y allá era suficiente para que Davie o Raz centraran su atención en el asiático en lugar de la infantil pelea por el poder que siempre tenían. Razvan se encargaba subirle una rayita o dos a la lujuria, deslizando sus dedos expertos por las zonas que hacían gemir a Shun o a Davie, dándoles el coraje para que probaran algo nuevo; era suficiente con que moviera sus caderas de cierta forma, que les besara o incluso que solo les tocara para llamar la atención de sus dos novios. Y Davie, bueno, él disfrutaba de la atención que tanto había deseado; demandaba amor y era correspondido, y de igual manera regresaba con creces cada gesto que se le era dado; había aprendido de Razvan a ser juguetón, a saber provocar con una acción y de Shun había aprendido la delicadeza de un beso, el poder de una caricia gentil.
Ser capaz de sentirlos a ambos al mismo tiempo era un sueño del que Davie no deseaba despertar jamás.
Wrecked
Razvan estalló hecho risas en el suelo, rodando de un lado al otro mientras lagrimitas salían de sus ojos, Shun se había mantenido de pie pero estaba encorvado un poco, cubriendo su boca con una mano para ocultar la risa que se le escapaba. Frente a ellos estaba parado Davie, cubierto en brillantina dorada, pintura roja y un traje que realmente solo consistía en una tanga de color amarillo patito.
—¡¿Pero qué demonios?! —estalló finalmente Davie después de salir de su estado de estupefacción. Había estado a la mitad de un truco, algo con un su sombrero y de repente…—, ¡¡RAZ!! ¡Arruinaste por completo mi acto! —gruñó furioso apuntando acusadoramente a su hermano con su dedo. El mayor ni si quiera lo negó, sólo estalló en más risas.
Soft
Con la más grande de las sonrisas Davie pasó sus dedos por el suave pelaje del conejo blanco. Era la cosa más bella que Davie había visto en su vida, tenía el pelo blanco con manchas cafés por todo el pequeño cuerpo, su nariz destacaba por su negrura y poseía un par de grandes ojos que Davie no podía dejar de ver.
—¡¿Puedo quedármelo?! —dirigió sus dos suplicantes ojos azules a donde estaba parado su papá e hizo uso de su mejor cara suplicante, tal y como le había enseñado Razvan unos días antes—, Por faaaaavoooooor, papáaaaaaaa. Prometo que lo cuidaré.
Su papá se cruzó de brazos inseguro—, No sé, Davie, no creo que Estados Unidos esté de acuerdos —torció un poco los labios antes de sonreír malvadamente. Cuando Rumania hacía eso, Davie podía ver de dónde Razvan había sacado su sonrisa. Su papá y hermano eran igualitos—, Por lo cual deberías llevártelo. Ven, vamos a comprarlo.
—¡Yaaaaaaaaaay!
Cold
Davie frotó sus congeladas manos juntas en un vago intento de darles calor. Era ya noche en un frío día de diciembre, y Davie, desafortunadamente, había quedado atrapado con Shun para ir de compras. En cualquier otra ocasión habría accedido gustoso pero cuando la temperatura estaba por debajo de los ceros, no había lugar en el que deseaba estar más que en su casa, en vuelto en colchas y con el calor humano que le proporcionaban Shun y Razvan (aun que el último parecía congelador cualquier fecha del año).
Estaba seguro que su trasero se iba a quedar congelado contra la superficie de la banca cuando finalmente salió Shun de la tienda, bolsas en mano. Bien, lo último en la lista era comprar los detalles finales para la cena de año nuevo. De esas cosas normalmente se encargaba Shun, quien, sin duda alguna, tenía mejor gusto que ellos en cualquier ocasión.
—¡Gracias a Dios! ¿Ya podemos irnos a casa? ¬—se puso de pie de un salto, agarrando todas las bolsas con una mano y manteniendo la otra libre. No habían sido tantas las compras pero la espera había sido horrible por la enorme cantidad de gente que había en las tiendas, incluso con ese tiempo y hora infernal.
—Sí, ya podemos irnos a casa —respondió Shun con calma pero no por ello menos entusiasmado. Ninguno de los dos disfrutaba del frío, después de todo, y la única persona que podía tolerar las bajas temperaturas estaba atrapado en un club el resto de la noche por trabajo—, ¿Está haciendo mucho frío, no? ¿Qué te parece si cuando lleguemos preparamos un poco de chocolate caliente? —Shun extendió su mano libre en dirección a Davie, quien inmediatamente captó la indirecta y emocionadamente entrelazó su mano con la de su novio.
—Deberíamos bañarnos juntos, también —Davie sonrió con malicia mientras ambos comenzaban a caminar en dirección a su casa. Todavía podía sentir el frío aire colarse por cada abertura de su ropa, pero el calor que sentía de la mano de Shun hacía que todo se sintiera menos horrible—, Y luego le mandamos fotos a Raz, para que vea de lo que se pierde.
—Seguro, para que aprenda a dejar de tomar los turnos nocturnos.
Y aquí termina, espero que realmente te hayan gusto. De mí para ti Cathy, Felices Fiestas.
Alphonse Van der Heijden
Más yeta
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por Dari Nohai Shankh Lun Ene 04, 2016 6:33 am
Pues... feliz día de reyes, navidad, año nuevo y día del niño, welp.
Tarde pero segura, y aquí estoy. Lamento la tardanza y los fails, pero prometo que fue con cariño infinito y con la esperanza de que fuera de tu agrado, sí, tuyo, mi suertuda amiga secreta... LUNA. OMG sí que bárvaro mira que sorpresa, lo sé (?).
Disfruta <'3
Me fui a la quinta mierda, lo sé. Pero dicen que entre más, mejor... (?)
Tarde pero segura, y aquí estoy. Lamento la tardanza y los fails, pero prometo que fue con cariño infinito y con la esperanza de que fuera de tu agrado, sí, tuyo, mi suertuda amiga secreta... LUNA. OMG sí que bárvaro mira que sorpresa, lo sé (?).
Disfruta <'3
- FELIZ NAVIDAD RECONTRA ATRASADA:
- I
Hands
Más de diez días para nochebuena y caminar sin sentirse abrumado por la mercadotecnia navideña se podía considerar como guerra perdida. El rojo, verde, blanco y otros matices espolvoreados en forma de luces decorativas colmaban el entorno de forma enfermiza; renos con cascabeles a donde alcanzara la vista, villancicos jocosos armonizando con la contaminación auditiva y viejos barbones regordetes con tontos sombreros sonreían desde todas partes, colgados junto a sus pequeños secuaces vestidos de verde y armados con bastones de caramelo.
Nunca era demasiado si se trataba de navidad.
Dae lo odiaba. Las fiestas decembrinas en general eran un dolor de cabeza monumental, y eso nada tenía que ver con su credo. El ambiente en general le asfixiaba, las decoraciones y el impulso consumista le invitaban a quedarse encerrado en casa hasta que la maraña de pseudobuenos deseos, fiesta y caridad pasara hasta volver a la cómoda infelicidad e indiferencia social que caracterizaba del resto del año.
Y sin embargo ahí estaba. Con una mala cara que espantaría hasta el mismo Grinch, enfrentándose a las turbas ansiosas que plagaban los centros comerciales.
―¿Son católicos? ―
Yun sabía que era cuestión de tiempo para que la charla sucediera. Hasta había memorizado la secuencia y por suerte la práctica ya le permitía proceder con un estado de pasividad –“pasividad”– lo suficientemente razonable para no fastidiarse por tremenda tontería.
―No. ―
Podía sentir el mal humor de Dae en proceso de efervescencia. Sólo un par de tiendas habían sido suficientes para que deseara irse de ahí… y claro, no lo culpaba. A él también le irritaban las multitudes, pero le advirtió de antemano y con ello se deslindaba de la responsabilidad.
―¿Son cristianos? ―
Yun puso los ojos en blanco y respondió casi entre dientes.
―No. ―
Dae miró alrededor como león enjaulado. Un poderoso aroma dulzón entre algodón de azúcar, palomitas de mantequilla y humanidad perturbó su sistema olfatorio y la idea de salir de allí se hizo más y más tentadora.
―¿Entonces qué estamos haciendo aquí? ―Masculló de mala gana, apretando más su mano y pegándolo a su cuerpo tanto como fue posible tan pronto registró a un par de zorras mirando demasiado a su chino sin gracia (o tal vez estaban mirando al grandulón que se cargaba tremendo gesto de muerte y destrucción, decidiendo si llamar o no a la policía. El punto es que Dae no se iba a arriesgar.)
Yun resopló, sin embargo no hizo nada por resistirse y en su lugar se acomodó mejor en el hueco de su brazo. No había caso en oponerse por más que el ambiente viciado de un centro comercial abarrotado le llevara a desear algo de respeto a su espacio vital, sumando el hecho de que el aroma a ropa limpia era eficiente para contrarrestar la extraña mezcla olfativa que ofrecía el establecimiento.
―¿Cuántos años llevamos juntos? ―Dae supo inmediatamente hacia donde iba el asunto, y dadas las circunstancias no tuvo el descaro de fingir demencia (no esta vez).
―Cinco… ―Masculló de mala gana.
―¿Cuántas veces me has preguntado lo mismo? ―
Yun se tomaba demasiado en serio su papel de esposa en las formas menos divertidas. Maldito fuera.
―…cinco. ―Respondió, enfurruñándose por ser tratado como un mocoso en plena llamada de atención. Casualmente, justo en ese momento encontró un escaparate que captó su atención y así evitarse la cháchara… oh, mierda. Eso era lencería… ¿un baby doll navideño? Que lejos iban las cosas hoy en día.
―Entonces no fastidies. Te he dicho durante cinco años que puedo venir solo a comprar los regalos si no te gusta, y sin embargo aquí estas. ―Eso bastó para desatar toda clase de quejas. “Me caes mal”, “no me quieres”, “odio esto” y otros varios formaron la ya conocida letanía a la que había aprendido hacer oídos sordos.
Era como llevar a un niño pequeño, pero en tamaño jumbo y más difícil de lidiar.
―Dame media hora. ―Ceder al capricho era inevitable, especialmente cuando el deseo era compartido. De cualquier forma sólo le faltaba el regalo de su madre y ya había localizado el lugar perfecto para encontrarlo. ―Iré a…
En un pestañeo perdió de vista a Dae, que se había desvanecido cual ninja. Maldijo entre dientes y volteó alrededor con la esperanza de encontrarle con una hojeada rápida, sin embargo no fue el caso y de no haber sido por el letrero que delataba a la tienda de mascotas tal vez lo habría dado por extraviado.
Yun no necesitó decidir, simplemente se acercó para encontrarse con tremendo grandulón pegado al vidrio, embebecido con los hurones que jugueteaban y retorcían en su reducido cubículo… y luego con los perros, y los conejos, y prácticamente todos los animales, principalmente los que podía tocar. Probablemente una de esas pocas cosas en las que podía mantener la atención de forma mantenida… es más, prácticamente indefinida.
Que creyera que su gesto atontado era adorable no fue suficiente para prescindir de un bufido.
Se dirigió hasta la tienda de joyería que quedaba a un par de locales sin molestarse en avisar sabiendo que Dae podía quedarse hipnotizado ahí hasta que prácticamente le obligaran a abandonar el sitio.
Elegir un par de pendientes no debía ser tan difícil ni tomar suficiente tiempo como para acabar desistiendo de la misión a medio trayecto. Con suerte encontraría algo parecido a los aretes que perdió aquella vez durante el festival de año nuevo chino y así no se arriesgaría a llevarle una aberración que alabaría por puro compromiso. O peor aún, que se forzara a usar aunque no le gustara (porque su madre era así; se colgaría cualquier blasfemia cachivache si provenía de las manos de uno de sus retoños).
Curioseó entre los estantes de cristal, sintiéndose fuera de lugar y algo paranoico por imaginarse tropezando con sus propios pies, yéndose de bruces y liquidando en el proceso un montón de escaparates. La inquietud pinchó con más insistencia e incitó a deslizarse con pies de plomo sólo por si acaso.
Las cosas de oro exudaban lujo por más que no fueran más que un par de quilates en exhibición. Encontrar algo para comprar fue difícil y probablemente hubiera huido antes de los cinco minutos de no ser porque los pendientes elegidos literalmente aparecieron frente a su nariz cuando miró hacia la salida, dispuesto a emprender la retirada.
No hubo nada más cercano a una señal divina. La compra prácticamente estaba hecha y bastaron otro par de minutos en lo que se solucionaba un pequeño inconveniente de red de la terminal para la tarjeta de crédito.
Por puro ocio paseó su atención alrededor, haciendo tiempo para pasar la espera de alguna forma. Las alhajas y otros aditamentos no le eran relevantes, por lo que encontrar algo en lo que centrarse era imposible; incluso mirar sus pies era más productivo.
Una cosita diminuta resplandeció, allá al fondo del mostrador, cuando la dependienta se disculpó por los inconvenientes. Miró aquella insignificancia más de los tres segundos prudentes y asintió por impulso mecánico, deseando abofetearse justo cuando se percató de su aletargamiento.
Salió de la joyería rápidamente, acordándose a tiempo que tenía que recuperar al niño grande que había dejado en la tienda de mascotas.
Justo como había pronosticado ahora Dae tenía un montón de súbditos caninos panza arriba en busca de mimos y ojitos lastimeros, deseosos de salir de las pequeñas jaulas a la que estaban confinados hasta que una buena alma les adoptara.
―Hey, tú, deja a ese perro ahí. Vámonos. Ya conseguí lo que necesitaba. Y ya sabes que no, a lo que sea que estés a punto de pedir. ―
Dae lo negaba hasta hartar, pero Yun distinguió perfectamente un puchero contenido en sus labios, el cual por cierto ignoró magistralmente.
No llevaría a ningún perro, conejo, ratón o perico que haya visto ahí. Especialmente ese cachorro de Gran Danés que traía en los brazos, como dispuesto a salir corriendo como bólido en algo así como un secuestro improvisado.
―Aguafiestas… ―
Dae dejó ir al perrito como quien acaba de perder una extensión de sí mismo y compuso su mejor rostro de amargura –que era muy buena, todo sea dicho. Mientras que involucrara infelicidad Dae era el mejor componiendo caras de mala leche… y eso que no habían gatos, que si no el asunto sería montones de veces peor–, arrastrándose hasta Yun y envolviéndolo cual parásito.
―¿Dónde está mi obsequio? ―
―No tienes. Es una costumbre estúpida, sin sentido y sólo regalan basura. ―Parafraseó, imitando su tono con un matiz de burla y Dae le miró con odio.
―Eres peor que un dolor de culo. No te soporto. ―
Dae le soltó, visiblemente de malas, y se dispuso a caminar un par de pasos delante de Yun, indignado. Yun disfrutó su fastidio más de lo políticamente correcto y devolvió el insulto con rapidez.
(Y entre el bullicio, la multitud y la claustrofobia, de todas formas se tomaron de la mano, ocultos bajo los enormes bolsillos de la gabardina, porque las malas actitudes ya eran parte del paquete. Los mensajes entre líneas –que ahora podían entender, a veces–, también.)II
What’s this
El primer suspiro fue amortiguado por un “What’s this? What’s this?”, el siguiente por unos labios ansiosos y renuentes a dar tregua en ese pequeño espacio entre el respaldo del sofá, cojines amontonados y cuerpos inquietos en plena búsqueda de más cercanía y evitar caer de lleno al suelo.
“There’s White things in the air”, resonó hasta más allá de la sala de estar sin llegar a ser captado por el par de únicos oídos en todo el departamento. “What’s this?”, y sus alientos febriles se fundieron con familiaridad, ajenos a aquello que no incluyera buscando tactos conocidos y curvaturas en sus cuerpos reservadas para dedos expertos.
A lo lejos un ruido, vago y distante, acompaña al “I can’t belive my eyes”, perdiéndose en el aire.
Dae deslizó sus manos frías bajo el suéter de Yun a posta, tomando la pequeña maldad con motivos más allá de los aparentes. Un jadeo de protesta y a Dae se le hizo agua la boca con anticipación ante el tentador arco de su espalda provocado por aquel simple y natural reflejo.
Las venganzas en forma de mordiscos eran las más disfrutables. De pronto el frío se sentía menos, la ropa sobraba y la piel al descubierto se comenzaba a echar en falta entre manos rápidas, caminos trazados por bocas húmedas e impaciencia aderezando cada ademán, cada roce y cada suspiro.
Entonces el Toc, toc suena más a un intento por derribar la puerta, y es imposible ignorarlo por más tiempo.
―Espera… ―Las manos veloces de Dae ya estaban bajo su ropa interior, ocasionándole escalofríos y haciendo de abandonar ese cómodo y estrecho lugar una acción debatible. Un toqueteo aquí, otro allá; una vez se tienen todos los trucos del juego lograr que Yun se volviera una masa temblorosa y maleable no era del otro mundo, sin embargo había que reconocerle el mérito aunque sea por intentarlo. ―Ngh ¡espera…! Tengo que ir ―
―Que se vayan a la mierda, estoy ocupado. ―Gruñó, lanzándole una mirada que a todas luces implicaba un y tú también. Corroborando el punto buscó aplastarlo con todo su peso a la vez que intentaba seguir con el plan de mandar a volar los pantalones, pero dada la técnica anterior resultó ser una mala táctica de ataque… aunque al menos cumplía el requisito principal: neutralizar a la víctima.
Yun le dedicó una mirada hostil. Luego otro golpe en la puerta principal, y Dae tuvo que resignarse, sentándose en la esquina del sofá con mala leche, brazos en jarra, pucheros y todo lo del berrinche en combo.
Puso los ojos en blanco y luego de lograr su libertad condicional, como pudo se puso más o menos decente antes de abrir la puerta, ya pensando en tomar represalias si era otro vecino molesto pidiendo una tacita de azúcar… o peor, el mormón del otro piso queriendo hablar de Dios (la idea le provocó pánico. Si se enteraba que eran pareja y no roomies ni todos los dioses del mundo iban a poder salvarlos de la charla conversionista, pecado y quien sabe que tontería más.)
La nariz se le puso fría casi en el acto y se lamentó de no haber cogido algo para cubrirse. El pasillo estaba helado y una brisa sutil se colaba por las ventanas que daban al exterior.
Se topó con una cara conocida. Se olía su impaciencia y traía tremenda caradura, más de la usual, que agradeció haber sido él quien abrió o seguro el par de hermanos se habrían enfrascado en una pelea de rugidos guturales que nadie merecía escuchar.
―¿Pasa algo? ―Se sobreentendía como un vil ¿qué haces aquí?, pero no se iba arriesgar a que la bestia se liberara.
(Des)afortunadamente, Yuhanna pasó de asemejar a un bulldog malcariento a estar casi divertido. Yun frunció el ceño en respuesta. Se estaba perdiendo de algo para variar.
―Hola… ―
―¿Luis? ―El niño saludó con la mano austeramente, la otra firmemente asida de la gabardina de Yuhanna. Llevaba su mochilita de dinosaurio colgada sobre los hombros, tan llena que parecía a punto de reventar y Dae, aún en la sala, se asomó con precaución (¿y si necesitaban algo en casa de su padre? Ni hablar, no iba a arriesgarse a que descubrieran su presencia). ―Creí que vendrías mañana.
No lo notó porque Luis tenía las mejillas, orejas y nariz coloradas a pesar del montón de ropa que traía encima, pero de no haber sido el caso un breve rubor avergonzado habría cubierto su rostro.
―El chiquillo no me dejó en paz hasta que acepté traerlo. ―Explicó sin especificar mucho más. Ya luego con más público puntualizaría la pequeña pataleta que había armado porque quería pasar más que un miserable día con su hermano mayor antes de irse a otra ciudad para pasar las fiestas con su mamá. ―anda enano, discúlpate por arruinarles la noche.
Mágicamente, Yun entendió todo en segundos y se prendió en rojo cual arbolito de navidad. Le delataban los labios hinchados, el cabello despeinado y las pequeñas marquitas rojas que desaparecían por la curvatura de su hombro. Le dedicó una mirada letal a Yuhanna que la pasó por inadvertida y le quitó la maleta de Luis.
―No arruinas nada. ―Habló sin tartamudear; se premió mentalmente por ello. Doble premio porque de paso logró mantenerle la mirada al niño más de tres segundos para que el pobre no se sintiera mal. Le hizo una seña para que ingresara la casa y fue como si la conversación se hubiera dado por terminada.
Yuhanna no esperó mucho más. Se despidió con un ademán de mano y se retiró en silencio, sin añadir nada más a pesar de tener la oportunidad de fastidiar otro rato. Menos mal.
Esa noche pidieron comida a domicilio en pos a evitar intoxicaciones o incidentes mayores. Luis y Dae jugaron quien sabe qué videojuego que Dylan había olvidado hacía semanas, develándose en el proceso (tarde para el horario de Luis, no lo suficiente como para que ni Yun o Dae se alteraran. Por cuarenta minutos nadie se fijaba) luego de olvidarse los rencores por la interrupción de la que Luis en general no estaba enterado. Dae tuvo que cargarlo y acomodarlo en el cuarto de invitados ya que se quedó dormido en la barra de la cocina en lo que se dio la vuelta para servirle un vaso de leche tibia y así es como acabó el día.
El domingo comenzó comenzó a las nueve de la mañana para Yun y Luis, acompañado de la calefacción encendida, té caliente, un par de huevos fritos y fruta picada, porque Dae estaba loco y salía a correr temprano (en retrospectiva, claramente) aunque estuviera nevado.
Ninguno era hablador. Desayunaron en compañía de una caricatura que a Luis le gustaba, recogieron cómodamente –Luis recogió los manteles y llevó los cubiertos al fregadero, Yun hizo el resto– y todo fue paz y tranquilidad hasta que el taiwanés decidió rascarse la espalda.
Yun no lo vio, pero los ojitos de Luis se abrieron, azorados. Y en un pestañeo, simplemente se había esfumado de la cocina.
―¿Luis? ―Llamó, desconcertado por el arranque, más aún por el apresurado regreso del infante. ¿Qué estaba haciendo? ―Hey… ¿estás bien?
―¿Te duele? ―Luis se subió a un banquito, apresurado por lograr su cometido de proporciones superiores.
―Eh… no. ¿Por qué debería dolerme algo? ―Arqueó las cejas, acercándose a pesar de todo. ―en serio, si algo que hice del desayuno te cayó mal, dime…
Luis negó con la cabeza vigorosamente, sacando de su bolsillo un pequeño curita. Tenía dibujitos de Snoopy y el pequeño nunca se sintió tan feliz de llevar en su mochila todas las chucherías que su mamá se empeñaba en clasificar “por si tienes una emergencia”, ¡finalmente le podría dar un sabio uso a esos artículos que sólo hacían bulto en sus cosas!
Recordando las legendarias técnicas de mamá, Luis frotó suavemente la zona herida antes de colocar la bandita. Una vez terminada la labor de curación, se volteó para darle un besito en la mejilla a Yun, porque eso funcionaba para sentirse mejor cuando uno estaba herido.
Por no decir menos, Yun se quedó a cuadros antes de proceder a ruborizarse violentamente.
―¿Te sientes mejor? ―Preguntó el menor, con sus ojitos inocentes que resultaban hasta algo desconcertante al combinarlo con su gesto austero. El sonrojo se acrecentó más si era posible, atinando solo a cubrirse el rostro con una mano mientras que con el brazo libre cargaba a Luis, porque su cerebro era de bulbos y no daba para nada más.
―Sí.―Masculló a duras penas, dejando a Luis en el suelo. ―Gracias…
Como cosa de invocación, se escuchó claramente el sonido de llaves ingresando a la cerradura y la puerta abriéndose descuidadamente. A Yun le faltaron pies para salir como bólido hacia el umbral, no precisamente con ánimos de dar una calurosa bienvenida.
―¡Tu! ¡Tú…!―Gruñó con voz constreñida, casi yéndose de bruces al enredársele los pies con la alfombra.
―¿Yo qué? ―Dae estaba confundido, con el frío calándole hasta los huesos y las manos tan entumidas que dolía moverlas mucho a pesar de haber estado en movimiento constante hasta ese momento, por lo tanto no tenía ni las ganas ni la fuerza para intentar descubrir qué diablos era lo que le sucedía esta vez a ese idiota. ―no jodas y quítate, hace frío.
―¡Te dije que tuvieras cuidado, zoquete! ― Yun no hizo nada por moverse de donde estaba, tomándole por el cuello de la gruesa chaqueta y estirándole, más alterado que realmente molesto.
―¡¿Pero qué mierda te sucede…?! ―El rugido murió a mitad de camino, derritiéndose en una sonora y grave carcajada, bajo la curiosa mirada de Luis, que miraba la escena desde metros más atrás. Yun sintió un profundo desprecio y una vergüenza monumental que le llevó a ocultar la evidencia rápidamente, cubriéndola con su mano.
Dae no recordaba haberse reído tanto desde hacía mucho, mucho tiempo, por más que ese hubiera sido un arranque breve.
―Anoche no te quejaste… ahora hazte a un lado y deja actuar como nena. ―
Y es que debajo de la bandita de Snoopy, una gran y llamativa marca roja delataba el inicio de un camino de chupetones que se perdían al filo de su ropa.III
Snowball
―¡Fuego! ―
Un tiro certero le dio de lleno en la cara, provocando una risilla austera a su costado.
―100 puntos. ―Silbó Dae, asomándose cínicamente desde detrás de su fortaleza que en realidad no era más que el grueso tronco de un árbol. ―demasiado lento, Rodolfo. ―
Yun se quitó la nieve de la cara, molesto por ser victimizado de esa forma. Las mejillas y nariz le quedaron coloradas incluso por el corto contacto con la escarcha. Maldita piel sensible.
―Te lo buscaste, maldito… ―Guardó el celular en el bolsillo antes de meterse de lleno al campo de la escaramuza en peno apogeo, inclinándose rápidamente para poder tomar un puño de nieve y arremeter contra su agresor.
―¡Fuego! ―Gritó de nuevo, y otro proyectil dio contra su espalda.
Estaba en fuego cruzado.
―¡Hey! ¡Esto es injusticia! ―
―Bien hecho, cabo. ―Felicitó al pequeño soldado que había salido desde las sombras, o mejor dicho de atrás de un enorme basurero vacío. ―trabajamos con ventaja numérica, fuiste tú el crédulo.
Yun refunfuñó y lanzó la bola de nieve a Dae con la precisión adoptada en base a la práctica de aventarle objetos contundentes cuando se pasaba de imbécil. Luego Dae devolvió el ataque, pero Yun se movió y a Luis le tocó recibir el daño.
En menos de minutos, una guerra de proporciones épicas se había desatado en el pequeño parque que quedaba a unas cuadras del edificio departamental donde vivían. Las ofensivas cuando uno bajaba la guardia eran comunes, así como alianzas que se iban tan pronto como la oportunidad de dar un golpe inesperado se hacían latentes en el juego.
―No… no, no. Aléjense, ambos. ―Siseó Yun, intentando hacer espacio entre esa bestia de puro músculo de 1.80 y su pequeño secuaz que también le iba arrinconando de a poco. Conocía la táctica y a pesar de ello, nunca había logrado salir ileso de ella.
―¡Ahora! ―
El grito bélico resonó por todo el lugar, y con un quejido miserable Yun fue derribado sin esfuerzo por el par de hermanos del diablo. Luis estaba hasta arriba, coronando la plasta de humanidad que se había formado.
―¡Aghh…! ¡Háganse a un lado! ¡Me rindo, me rindo! ―
―La rendición no existe. ―Declaró Dae ominosamente, dejando caer más de su peso por pura maldad.
Contra cualquier aspiración a detener una decisión estúpida, luego del periodo de Cenicienta reglamentario que se apoderaba del espíritu haragán dominguero de Dae, lograr que el niño y Luis no salieran a revolcarse en la nieve y hacer una guerra con todo y goce de trincheras fue una batalla perdida desde el inicio. Incluso Yun, neutral cual Suiza, acabó siendo bombardeado y atacado a traición a pesar de haberse autoexcluído de la experiencia.
No sabía para qué intentaba.
―Hablo en serio. Tenemos que irnos… ―Jadeó por el aplastamiento. Y entonces la cabecita de Luis se asomó cómicamente por encima del hombro de Dae, con el ceño fruncido y un pequeño mohín que delataba su inconformidad.
―¿Ya es hora? ―Preguntó sombríamente.
―Sí. ―Yun arrugó la nariz cuando el cabello de Dae acarició la punta, causándole cosquillas. ―Si tu madre te ve así, seguro no te dejará venir de nuevo.
Pocas veces tenía la oportunidad de pasar tiempo con su hermano mayor y cortar el momento no le parecía justo a pesar de que el tiempo apremiara, pero con todo Luis seguía siendo un niño obediente y como tal, se bajó de la espalda de Dae, resignado a tener que dejar el tonteo hasta ahí. Además ¿qué pasaría si de verdad su madre no le dejaba volver a quedarse con ellos? La idea era incluso más desagradable que hacer caso.
―Tsk. Aburrido… ―Masculló Dae, deteniéndose un momento para besar a su esposa independientemente de que estuvieran en medio espacio público. Sentir sus labios fríos contra la calidez de sus respiraciones fue placentero y adictivo, permitiéndose un momento extra para alargar el instante de arrebato. Las lenguas aterciopeladas reencontrándose suavemente, un suspiro en decadencia y la promesa implícita de continuar en otro momento fue el incentivo para dejar el encuentro para la siguiente ocasión.
La burbuja no reventó cuando el contacto terminó, si no cuando apartaron la mirada uno del otro.
Dae carraspeó y se levantó, trayéndose a Yun en el proceso. Se instauró un silencio agradable y envolvente, como el que hay entre personas que comparten un secreto, y Luis, metros atrás, se preguntó si algún día él también podría querer y ser querido como esas personas lo hacían.
(Sin teatro, a palabras rotundas y emociones incondicionales. Porque era un niño listo, y sabía que las peleas, malos entendidos o malas caras no tenían nada que ver con lo anterior.)
―¿Nos vamos? ―Luis tomó una mano de Dae y otra de Yun, deseando que los ratos así fueran eternos.
―¿Revistaste si no olvidaste nada? ―
Porque a veces, los instantes más íntimos a veces se hurtaban a plena vista y quedaban guardados entre actividades mundanas y te amo nunca dichos en voz alta.
(Yun, muy en fondo, se preguntó si algún día eso último llegaría a ser diferente.)
IV
Alone together
Tener la casa para ellos dos solos era un paraíso terrenal. Estaban acostumbrados a lidiarse mutuamente, con todo y días de lunático o periodo androgénico y se respiraba una especie de libertad rejuvenecedora acumulable según la suma de los días que no tenían que tratar con visitas de cualquier tipo.
La rutina diaria podía ofrecer un respiro al alma difícil de explicar.
Los lunes eran días pesados, sin embargo nochebuena y navidad les ofrecían dos días libres bien recibidos para pasar tiempo de calidad acurrucados, peleando por el control remoto o aprovechando para hacer las cosas productivas que pudieron haber hecho otro día y dejaron para última hora.
Se aspiraba normalidad hasta aborrecee y Yun no recordaba cuál había sido el punto de inflexión para que ese ritmo de vida fuera su vida. Las veces que había reñido a Dae por mover sus cosas de lugar eran indefinidas, así como también era un misterio encontrar el cuándo ver la puerta abierta del baño cuando el hombre orinaba era ya parte del panorama matutino del día.
―”Cinco años” ―Recordó, mirando la manija fea de la alacena que llevaban tiempo queriendo arreglar. Algo así como desde mayo, y nunca se habían dado el tiempo de ir a buscar en la tienda de muebles donde seguramente encontrarían la refacción.
Cinco años que le habían parecido lentos como tortuga, de pronto no fueron más que un pestañeo.
Habían pasado por demasiadas cosas durante todo el proceso, y sobre todo al inicio los sucesos eran lo suficientemente problemáticos como lograr que frunciera las cejas. Recordó golpes, pataletas, gritos, insultos y uno que otro intento no tan intento de secuestro.
Si en ese entonces le hubieran dicho que acabaría viviendo con Dae Al Saud, se habría sentido insultado a un nivel personal.
―¿Qué haces mirando la alacena como retrasado? ―Dae le picó la mejilla, sentándose a su lado con una humeante taza de té recién hecho. Yun a veces se podía ir hasta la novena luna de Júpiter si le daban la oportunidad de seguir desmenuzando sus divagaciones hasta puntos donde era imposible descubrir la idea inicial.
Yun frunció el ceño otro poco más, recordando con rencor aquel día donde literalmente fue echado cual costal de papas en una vieja Van y cuando despertó, su vida ya nunca sería la misma y él ni siquiera dado por enterado.
El pensamiento que le estuvo rondando desde días atrás volvió con fuerza, retorciéndose y pinchándole en el subconsciente cual parásito molesto.
―Deberíamos casarnos…―
Dae si bien jamás había pasado por un infarto, apostaba su otra pierna a que seguro se sentía como se sentía en ese momento: entre que se ahogaba por el té a medio tragar, el corazón apretujado y el cerebro, cuando menos, bien frito. Tosió aparatosamente, mirándole con los ojos desorbitados y ni una frase en su sistema.
Había sido un ataque furtivo.
Repentinamente Yun se percató de la barbaridad que había soltado y todas sus alarmas se encendieron, poniéndose de pie abruptamente demasiado avergonzado consigo mismo como para lograr una escapada decente.
―Olvídalo. Olvídame. No sé qué estoy diciendo, es una tontería. Soy un idiota y bebí demasiada cerveza. ―Balbuceó, casi tirando la silla de lo abrupto de su intento de retirada. Alcanzó a pescar la silla por poco, desapareciendo de ahí como si sus palabras fueran delito capital.
Si Dae hubiera estado en sus plenas facultades, se habría dado cuenta que lo más fuerte que Yun había tomado era jugo de piña y su excusa como dato nuevo no tenía pies ni cabeza.
No se vieron las caras ese toda la mañana, principalmente porque Yun decidió que encerrarse en su cubículo que funcionaba de oficina y estudio era el método más razonable para sobrellevar la crisis que él mismo había desatado. Duró horas en volver más o menos a su centro y aún así miró lado a lado al asomar la cabeza al pasillo, siempre al pendiente si el otro residente no estaba por ahí.
Afortunadamente o no, el lugar se había quedado solo sin que se percatara de la salida de Dae. Y tal vez otro se habría sentido ofendido, pero para Yun significó que el aire se hiciera respirable otra vez.
Volvió a la zona cero aka la cocina, suspirando pesadamente cuando notó su taza con café helado luego del cruel abandono. La metió al microondas para hacerlo bebible una vez más y volver a su cueva hasta que dejara de sentirse intimidado por lo que había salido de su boca.
Era un reverendo pendejo de forma oficial. Técnicamente ellos ya estaban casados, aunque nunca sabría si lo que ocurrió aquella terrible noche hacía mucho tiempo había sido legal o si alguna vez había sucedido realmente, porque siempre pudo haber sido no más que una treta rastrera y simplona 100% efectiva para alguien tan obtuso como él.
―Me voy superando en estupidez… ―
Maldijo el momento en que casarse, casarse de verdad con “sí acepto” y esas mamadas le había parecido una buena idea.
Ya estaba dicho. Se iba a dejar de juntar con Robin, Jean Pierre y sus viernes de películas a lo Titanic, Dear John y algún otro título pasteloso de turno. Estaban haciendo estragos con su de por sí escasa salud mental.
Entonces la puerta se abrió aparatosamente, como si la hubieran empujado con el objetivo de hacerla astillas, y el café recién recuperado de Yun casi acabó derramado sobre la barra de la cocina.
Volteó tan rápido que casi le dio tortícolis, alarmado por la sombra obscura que surcó cual flecha todo el recibidor hasta su posición. Un inesperado manotazo hacia la inocente barra, justo frente a donde estaba, le hizo saltar hacia atrás por el sobresalto.
―¿Pero qué carajo…? ―Yun miró la mesa, esperando que su alma volviera lentamente a su cuerpo luego de tremendo susto. Entonces se encontró con una cajita, la cual miró intensamente como si con ello fuera a descubrir con qué propósito había llegado hasta ahí.
―Antes de que te arrepientas, maldito... ―Masculló, entre acalorado y víctima de un nerviosismo que amenazaba con comerle desde las entrañas. Dae parecía haber corrido toda una maratón, con el plus de la ansiedad trastornándolo injustificadamente.
Estaba tan rojo que el rubor le llegaba al cuello.
Un golpe de comprensión golpeó a Yun como un batazo en el estómago, tomando la cajita con algo muy parecido al miedo. Sentía que si la abría el mundo entero eclosionaría como consecuencia, pero aún así lo hizo.
No es que no supiera que iba a encontrarse ahí dentro, pero de todas formas se le cerró la garganta y un pequeño pero duradero impulso eléctrico empezó por las yemas de sus dedos y creció por sus brazos, envolviéndole y provocando que el pecho se le apretara al punto de dificultar la respiración.
―Joder, cómo te odio…―Gimió, volteándose hacia su dirección tan rápido como para sentirse mareado, o tan rápido como para darse cuenta que se había mareado.
Dae le apretujó fuertemente contra su pecho y Yun encontró el ángulo entre su cuello y su hombro más ideal que nunca, no necesitando mucho más que un abrazo repleto e hinchado del huracán caótico de toda clase de sentimientos para sentirse completos, dejarse intoxicar por la embriagadora sensación de sus latidos pecho contra pecho y dejar que la marea inicial pasara para dejar atrás una paz conocida, afable, como estar de nuevo en casa.
En la barra de la cocina, la pequeña caja mostraba en su interior un par de aros dorados, sencillos e insignificantes: eran anillos de compromiso. O promesas dichas a medias, el sello de un contrato nunca hecho y un símbolo tardío en sus dedos de lo que ya era secreto a voces.
Me fui a la quinta mierda, lo sé. Pero dicen que entre más, mejor... (?)
Dari Nohai Shankh
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